1. Fiesta que celebramos honrando a muchos conocidos nuestros
- En el año 835, siglo IX, el papa Gregorio IV mandó establecer una fiesta en honor de Todos los Santos, el día 1 de noviembre.
- Con esta decisión se ratificaba un culto que se venía dando desde los primeros siglos de la Iglesia a los mártires: se visitaban las tumbas de ellos, se veneraban las reliquias y se establecían peregrinaciones para exaltar la figura del mártir: el mártir era santo por haberse incorporado a la pasión y muerte de Jesucristo.
- El título de santo se fue luego atribuyendo a los fieles en quienes la comunidad cristiana había visto resplandecer más la imagen del Señor: aquellos hombres y mujeres que habían sido especial buen ejemplo para todos los demás cristianos. Y así nació el culto a los santos.
- Este culto, en un tiempo estaba dedicado a personas concretas, a personas que la iglesia proponía oficialmente como personas-modelo: San Pedro, San Pablo, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, etc. etc.
- Pero eso no conllevaba que otras muuuchas personas que ha habido a lo largo de la historia, estuvieran excluidas de la santidad: todos, por el Bautismo, hemos recibido la llamada a la santidad: “Lo que Dios quiere de vosotros es que seáis santos” (1Tes 4,3); “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5,48). Y el concilio Vat II, en LG, cap 5, nos insiste en que “todos en la Iglesia estamos llamados a la santidad (…), santidad que se expresa de muchas maneras (…) según los diversos géneros de vida y ocupación de cada cual” (LG 39 y 41), “Cada uno por su camino” (GE 11): llamados, por tanto, a ser santos unos como pastores de la Iglesia universal, diocesana o parroquial, otros como esposos y padres, otros como miembros de una familia y servidores en ella,…; y cada cual santo en la profesión a la que ha sido llamado: santos maestros, santos sanitarios, santos electricistas, santos estudiantes, santos mecánicos, santos ingenieros, santos albañiles… ¡en toda vocación!
- El papa Francisco, en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate (Alegraos y regocijaos) sobre la santidad dice: Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad… Es la santidad dela puerta de al lado… los santos de la puerta de al lado…
(GE 6-7). (Recomendar la lectura de Gaudete et exsultate, preciosa).
- Pues a todas esas personas que vivieron entre nosotros y que ahora están con el Señor y que nos han ayudado con su vida a seguir nosotros por el camino del Evangelio, las honramos hoy… porque son santos. Y así celebramos hoy en toda la Iglesia la fiesta de Todos los Santos.
2. Al honrarlos a ellos, nos hacemos un bien a nosotros mismos
Sí, efectivamente, porque al honrarlos a ellos, estando ya ellos con el Señor, que los ha honrado con la gloria del cielo, ¿de qué le sirven nuestras alabanzas? Ya tienen lo máximo, participar de la gloria de Dios, ¿para qué quieren la minucia de nuestros elogios y nuestros cantos?
Decía San Bernardo en uno de sus sermones: “¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas? No las necesitan, ni les añade nada nuestra devoción (…). La veneración de su memoria en verdad redunda en provecho nuestro (…), enciende en nosotros tres deseos:
- El deseo de gozar de su compañía, de llegar a ser compañeros de ellos, profetas, apóstoles, mártires… todos juntos dando gloria a Dios.
- El deseo de que, igual que ellos con su vida manifestaron a Cristo, también nosotros, con nuestra vida lo manifestemos a todas las gentes.
- Y deseamos también que intercedan por nosotros ante Dios, para que así nos obtengan lo que no podemos con nuestras fuerzas”. (LH, 1-nov).
3. Y, según la Palabra de Dios hoy, ¿por dónde va esto de la santidad?
a) Arranca de un principio:
- Del amor de Dios, Dios nos quiere: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, que nos llama hijos de Dios, pues ¡lo somos! (…). Todo el que tiene esperanza en Él se purifica a sí mismo”(2ª lec: 1ªJn).
Y porque Dios te quiere, nos quiere, todo es posible: ser santo, también.
b) Es una llamada a todos:
- La 1ª lectura, Ap 7, nos habla de “Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”. Y LG 39.
En esa muchedumbre inmensa, ¿cuántos de nuestra familia, amigos, conocidos, habrá?
c) El camino lo indicó el Maestro:
- Con su vida, indudablemente: en todo momento abierto a la voluntad del Padre: Aquí estoy para hacer tu voluntad; y siempre al servicio de los demás: El Hijo del hombre no ha venido a ser servido si no a servir.
- Y con su mensaje de las Bienaventuranzas, ¡qué página del evangelio tan sagrada! Su contenido es inagotable: Dichosos los pobres en el espíritu, dichosos los que lloran, dichosos los que buscan la justicia, dichosos…
- Acerquémonos al Maestro, como los discípulos aquel día; y escuchemos las bienaventuranzas acercándolas a nosotros-iglesia y a nosotros-cada uno.
Antonio Aguilera