1) Según el Evangelio
¡Qué difícil es reconocer la encarnación de Dios en un carpintero!
Por supuesto, nos sorprendemos de ellos, de sus paisanos… (escena del Evangelio).
Pero lo mismo nosotros…
¡Qué difícil reconocerlo nosotros -en lo cotidiano,
-en la gente que nos cruzamos, en el enfermo,
-en la vecina de al lado… en… en…
Por lo general buscamos a Dios en lo sorprendente, en lo extraordinario…
Nos parece como poco digno, poco posible, encontrarlo en lo sencillo y en lo habitual: en un carpintero, en un pobre, en una mujer sencilla, en un enfermo, en un inmigrante, en un vecino… “entre los pucheros” (que decía Santa Teresa)…
Ahí tenemos una dificultad grande a superar: les resultaba escandaloso (Ev).
Y lo despreciaron… O, al menos, no lo apreciaron… Les faltó la fe.
Y así: -El enviado no es bien recibido.
-El enviado no es aceptado… Y al enviado no se le sigue…
Están: quien lo envía (el Padre) / el enviado (Jesucristo) / los destinatarios.
Y entre los dos primeros y los destinatarios no hubo conjunción,
no hubo encuentro positivo.
2) 1ª lectura: ocurre algo por el estilo
Ezequiel el profeta recibe la llamada de Dios, y es enviado a los israelitas, a su pueblo, con un mensaje de salvación.
Es momento difícil: están en el exilio de Babilonia, necesitan ayuda, sentir a su
Dios cerca.
Destinatarios: pueblo rebelde. / Pero tú ve: te hagan caso o no te hagan caso.
Nuevamente: -Quien envía: el Espíritu.
-El enviado: Ezequiel, con miedo y sin saber por dónde tirar…
-Destinatarios: pueblo rebelde, paisanos que no quieren ni ver
ni escuchar…
3) Siendo el enviado débil y el pueblo rebelde, ¿cómo se las apaña para ser
mensajero de Dios?
Es nuestro caso tantas veces: -Queremos aportar un mensaje de luz, de vida, de
sentido, de fraternidad…
Cada cual donde estamos, como sabemos y como
mejor se nos ocurre…
-Pero no se acepta. De mil maneras se dice no:
apartando lo religioso, con leyes contra la vida,
indiferencia…
¿Qué hacer?
-Jesús seguía: recorría los pueblos de alrededor enseñando y curando.
-Ezequiel continuó, le hicieran o no le hicieran caso.
-Y Pablo, sabiendo su debilidad y convencido de la gracia de Dios, llegó
hasta el final.
Podemos preguntarnos lo de la gente de la sinagoga: ¿De dónde saca todo eso?
= ¿De dónde podemos nosotros sacar fuerza para la misión?
4) La fuente, la roca:
Jesús, de la intimidad con el Padre: Actitud: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
Hábito: Se retiraba a orar…
Ezequiel: El Espíritu entró en mí, me puso en pie, oí…
Pablo: -No puedo, una espina en la carne, soy débil, he pedido verme libre…
-Te basta mi gracia, le dice Dios:la gracia de Dios.
Es decir, -Por parte del destinatario, falta acogida.
-Por parte del mensajero, faltan fuerzas, somos débiles, tenemos
pecado…
¿Dónde apoyarnos? ¿En qué fuente beber? ¿Adónde levanto mis ojos?
Hemos de afianzarnos en la fuerza de quien nos envía, fiarnos de Él, tiene
autoridad…
Dios es el único que fundamenta a la persona del profeta y del apóstol:
Ve, yo te envío…/ Te basta mi gracia! Y Pablo dirá: Sé de quién me he fiado.
5) ¿Qué estamos viviendo?
¿Nos estamos apoyando en nosotros mismos? ¡Absurdo! ¡Majaderos nosotros!
¿Nos apoyamos en la gente, en el qué dirán, en su acogida o no? ¡Un disparate!
O nos apoyamos profundamente en Dios o no podemos subsistir:
Sin mí no podéis nada…
Y creo que en ello estamos: -Apoyándonos en el Señor.
-Cimentándonos en la roca, que es Él.
-Bebiendo en el manantial de agua pura.
Y lo celebramos ahora en el altar.
Y comemos el pan del altar, el pan de vida.
Antonio Aguilera