REFLEXIÓN en SÁBADO SANTO
SENTIDO DEL DÍA
“El Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia o de la expectación nocturna de la resurrección, pueda alegrarse con gozos pascuales, de cuya abundancia va a vivir durante cincuenta días”.
Esta nota que aparece en el Misal explica el sentido de este día. Hoy es un día de serena expectación, de preparación orante para la resurrección. Permanece todavía el dolor, aunque no tenga la misma intensidad que ayer. Los cristianos de los primeros siglos ayunaban tan estrictamente como el viernes santo, porque este era el tiempo en que Cristo, el esposo, les había sido quitado.
La mejor manera de emplear hoy nuestro tiempo es pasar el día en oración y recogida espera: “Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo”.
Este debe ser el objetivo de nuestro día: Aprovechar el silencio que nos dejó la muerte y la sepultura de Jesús, para contemplar en profundidad esa realidad del Misterio, de Dios en nuestra vida, incluso en medio de su aparente no presencia.
Comenzamos un nuevo día: Sábado Santo. Silencio y Espera. Un día para abrirnos a la Esperanza. Para confiar que es posible algo nuevo.
Sábado Santo: la tierra ha enmudecido y palidece ante el misterioso silencio que la envuelve.
Hoy es un día de desierto. Un día para encontrarte con Él, corazón a corazón… Busca en el Desierto la huella de Dios en tu vida. Vive la experiencia de la Espera, sin prisas, sin nervios. Vive el desierto como un tiempo de silencio, un tiempo de soledad, un tiempo de encuentro y un lugar de reflexión.
El silencio del sepulcro nos lanza a mirar más allá de nosotros mismos: Dios puede hacer lo que parece imposible.
Seguramente más de una vez te habrás sorprendido a ti mismo porque lograste lo que parecía imposible. Esta Noche Dios sorprenderá a cielos y tierra haciendo de la noche resplandor…
¡Vive con intensidad! el día de hoy, puede darte claves importantes para tu vida…
PRIMER MOMENTO:
LA MUERTE DE CRISTO
DUDA, MIEDO, DESCONCIERTO, ESPERANZA
Los textos nos recuerdan lo que ayer celebramos, donde quedaba anoche la historia de la salvación. Hoy es aparentemente un día sin Dios, un día donde se oculta su presencia tras la piedra de un sepulcro. Recordemos.
Juan 19,38-42:
«Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.»
Por un momento imagina que viajas en el tiempo, que eres uno de los seguidores de Jesús, no eres de los elegidos, de los discípulos. Simplemente le escuchaste predicar un día en tu aldea y sus palabras te tocaron el corazón, y decidiste que merecía la pena seguir a aquel hombre que se decía hijo de Dios. Y realmente a ti te parecía, como a muchos otros que le seguían, que era el verdadero Mesías, el salvador que tantas generaciones habían esperado, el hombre por boca del cual hablaba Dios, el preludio de tiempos mejores. Estabas totalmente convencido, al menos eso creías, pero ahora…
Ahora él ha muerto, crucificado, como un vulgar ladrón, rodeado por ellos. Ha muerto después de un largo sufrimiento, ¿por qué no evitó aquel trago si era el Hijo de Dios?, ¿por qué su Padre no hizo nada para salvar a su Hijo?
Y no sólo eso, ya no estás seguro de nada, tal vez no era el Hijo de Dios, tal vez sólo era un loco, un visionario, un revolucionario suicida…O no. Su cuerpo ha desaparecido del sepulcro, pero tú no sabes dónde está, ni donde buscarle, tienes miedo de pensar que nunca va a volver. En tu mente y tu corazón reina la duda.
Vuelve al presente, aquí también ha muerto Jesús, ayer fue Viernes Santo y lo recordamos en la celebración. Para hacernos una idea de cómo debían sentirse los seguidores de Jesús con su muerte tendríamos que imaginarnos a un Jesús ejecutado en un fusilamiento, torturado, ejecutado en la silla eléctrica, ahorcado. La muerte de Jesús parecía decir que Dios no estaba con él, que su proyecto no era el proyecto de Dios, o que Dios era impotente frente a la injusticia y la muerte… el triunfo del mal.
Aunque no hace falta ir tan lejos, piensa en algo en lo que hayas puesto todas tus esperanzas, que sea algo a lo que destinas la mayoría de tu tiempo y de tus esfuerzos, y que de repente fracasa, desaparece, sale mal; a pesar de haberte dedicado a ello casi en cuerpo y alma.
- ¿Qué experiencias has tenido, en tu vida, de muerte, de caminos cerrados, de desilusión profunda, de término definitivo de algo en lo que creías y esperabas?
- ¿Cuáles de ellas te han hecho dudar de la existencia de Dios? ¿Cuántas veces has pensado «Si Dios existiese no permitiría que pasase lo que me está ocurriendo»?
- ¿Cómo te sentías en esos momentos? ¿Pensabas en Dios? (se sincero, no hay una respuesta correcta sino miles de posibilidades)
- Muchas veces el dolor y la desilusión del fracaso nos impiden volver a confiar, volver a creer, volver a esperar. Seguro alguna vez has sufrido esto. ¿Qué ocurrió después? ¿has seguido desde entonces sin confiar en nadie?
- ¿En qué momento te has dado cuenta de que no todo estaba perdido? ¿La figura de Jesús ha estado presente alguna vez en esos momentos?
¿Ya te has convencido de que la muerte de Jesús no es algo tan lejano para nosotros? Es relativamente sencillo «revivir» las experiencias de aquellos seguidores hace más de dos mil años.
Con la muerte de Jesús habían perdido al amigo, al hermano, su cercanía y su ternura cotidianas, pero, aún más, en Jesús se habían muerto sus esperanzas de un mundo nuevo, el proyecto y el sentido de su vida. Pero quedaba un pequeño espacio para la esperanza, Jesús había desaparecido del sepulcro, este estaba vacío…
SEGUNDO MOMENTO:
“YO MISMO ABRIRÉ VUESTROS SEPULCROS”
Ezequiel 37, 12-14
12 Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahvé: Voy a abrir vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. 13 Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. 14 Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahvé, lo digo y lo hago, oráculo de Yahvé.»
Frente a la soledad de la pérdida, de la muerte el profeta está hablando de una manera metafórica. Pero anuncia el cumplimiento de la mayor esperanza humana, la victoria sobre la muerte. El Dios que nos sacó de la nada nos puede también sacar de la tumba. Es la fuerza de su amor, la fuerza de su Espíritu, que todo lo crea y todo lo recrea. Podemos cantar el himno de victoria más importante. Ya nadie va a morir del todo, porque Dios puede abrir nuestros sepulcros.
NUESTROS SEPULCROS
No debemos pensar sólo en la muerte biológica, Hay muchas maneras de morir antes de esa muerte. Cada uno puede conocer su sepulcro o la parte de sepulcro que está preparando. Porque en estas muertes se pueden dar grados. Hay vivos tocados de muerte, los hay casi muertos, los hay más muertos que vivos. Hay muertos que viven, aún se mueven, aún respiran. Hay vivos que viven en sepulcros y sombras de muerte. Hay “vivos” que se fingen muertos. Hay muertos que se fingen vivos.
El sepulcro del egoísmo: El ego es nuestro principal sepulcro. Todo lo que significa culto al yo, todo tipo de egolatría, narcisismo e individualismo. Es la incapacidad para la relación abierta y generosa. Es el corazón solitario, “que no es un corazón”. El que se encierra en sí mismo, se asfixia, se muere. En el fondo es el sepulcro del no-amor. Lo sabemos: todo el que no ama está muerto. El que no ama, no vive, no es.
El sepulcro de la rutina: fácilmente nos acostumbramos a lo de siempre, empezamos a ser conservadores, porque resulta más cómodo. Empezamos a perder fuerza, capacidad de renovación, de conquista. La tibieza. Es la esclerosis. Terminas por perder la ilusión y esperanza. Es la muerte.
El sepulcro del miedo: Ya no te fías. Quizá has sufrido muchos desengaños y no pocos fracasos. Has perdido confianza en la vida, en la gente, en ti mismo. Empiezas a ser pesimista y ver siempre los aspectos negativos de todo. Tienes miedo a cambiar, de iniciar una nueva relación, un nuevo proyecto, una nueva conquista. En el fondo estás perdiendo la fe. Fe en ti mismo, fe en los otros, fe en la vida, fe en Dios. Y si expulsamos la fe de casa, por la puerta que sale se nos cuela el miedo.
El sepulcro de la tristeza: la tristeza viste el alma de crespones negros. Si nos contagiamos de tristeza, palidece la vida, empieza el otoño. Si se apodera la tristeza, perdemos la comunión con la vida. La vida no es un placer, se convierte en una carga, una losa insuperable. Es la muerte.
Tantos sepulcros: Podríamos referirnos a los sepulcros del vicio, de las esclavitudes íntimas, del consumismo desenfrenado, de la ignorancia, del paro, de la cárcel, de otras faltas de libertades. De enfermedades crónicas. Podríamos referirnos, también, al sepulcro gigantesco y vergonzoso de la miseria, provocada por la injusticia y la insolidaridad.
Todos los sepulcros que construyen nuestros pecados. ¿Quién nos librará de nuestros sepulcros? “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor” (Rm 7, 24-25).
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¿Cómo celebrar la Pascua del Señor en mi vida si no quiero salir de mi sepulcro?
¿Por qué no quiero salir de mi(s) sepulcro(s)? ¿Es que no soy capaz de identificar cuál(es) es(son) mi(s) sepulcro(s)?
Si estoy creado para Vivir y realizar de mi vida algo hermoso ¿qué espero para salir de mis sepulcros?
Antonio Aguilera