1. “Que os améis unos a otros…”
Acabamos de escuchar con qué palabras cierra el breve relato del evangelio de hoy (Jn 13,31-35): “Hijos míos, me queda poco que estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros”.
Son muy hondas estas palabras de Jesús, del Maestro; y seguro que todos nosotros queremos vivir nuestra vida con esa hondura, con una entrega total y con un amor total.
Así trataron de hacerlo (hemos visto en la 1ª lectura: Hch 14,21ss) Pablo y Bernabé haciendo todo lo posible por llevar el evangelio a aquellas ciudades de Listra, Iconio, Antioquía, Pisidia, Perge… Se desvivieron por llevar el mensaje de Jesús a todos, y agradecieron “cómo Dios había abierto, por medio de ellos, a los gentiles la puerta de la fe” (Hch 14,27).
Así tratamos de vivirlo también nosotros confiando plenamente en la esperanza que nos propone el libro del Apocalipsis (2ª lectura: Ap 21,1-5): “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva […] Y escuché una voz que decía: Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos y será su Dios”.
Sí, todos nosotros: Pablo y Bernabé, entonces; nosotros, hoy, queremos vivir siendo amados y amando: ¡Es la mejor manera de llenar nuestra vida!
2. Y amando quiso vivir y vivió Carlos de Foucauld
Hoy la Iglesia canoniza a varias personas y nos las pone como modelo a seguir, como ejemplo de santidad; con nuevos santos somos enriquecidos hoy. Uno de ellos, que quizás suena a muchas personas, es Carlos de Foucauld.
De la “familia de Foucauld” tenemos en Málaga dos comunicades: una de Hermanitos de Jesús, en la barriada de Nuevo San Andrés; otra de Hermanitas de Jesús, en la barriada de la Palmilla. Gente que es presencia evangelizadora, de manera trabajadora y sencilla; gente que son “evangelio leído para los que no saben leer”.
3. Unos pequeños datos de este santo
En 1858 nace en Estrasburgo (Francia), en una familia acomodada y que lo rodeó de cariño en su infancia. Con seis años muere la madre, y a los pocos meses el padre: así, a los 6 años Carlos es un niño “herido”.
Durante la adolescencia pierde la fe, siente el hastío de la vida y se hunde en el placer y el desorden. Luego dirá que “Permanecí años sin negar nada y sin creer nada, desesperando de la verdad y sin creer en Dios… A los 17 años yo era todo egoísmo, todo vanidad, todo impiedad, todo deseo de maldad, me sentía perturbando… Estaba en la noche. Yo no veía a Dios ni a los hombres: sólo estaba yo”.
Entra en el ejército, es enviado a Argelia y es expulsado por “notoria mala conducta”. Se rehace un poco y vuelve de nuevo al ejército, de nuevo a Argelia: el desierto y los musulmanes muy religiosos le habían cautivado, él escribe: “La visión de estos hombres viviendo en la presencia continua de Dios ha producido una profunda impresión en mí”.
Regresa a Francia, no tiene nada claro, busca luz… entra en iglesias y su oración es “Dios mío, si existes, haz que te conozca”.
Una prima suya lo pone en contacto con un sacerdote, el padre Huvelin, y se convierte en octubre de 1886, con 28 años.
4. Y ya su único planteamiento: seguir a Jesús
Escribe él: “Tan pronto como creí que había un Dios, supe que sólo podía vivir para él”.
Lo intenta en la trapa, como monje (7 años); y no es ahí su camino. Lo intenta como ermitaño, en Nazaret (4 años); y tampoco es ese su camino.
A los 43 años es ordenado sacerdote, se marcha a Argelia y se instala en un pequeño poblado, Beni Abbès, en medio de musulmanes, con el apostolado de la presencia, la cercanía y la bondad. Años más tarde se va a otro lugar Tamanrasset, un pequeño pueblo tuareg, con el mismo estilo de apostolado.
5. Llamada que nos hace
Creo que su propuesta para nosotros hoy puede resumirse en
- Estar en el mundo con los más sencillos, lejanos y diferentes.
- Mirar a ese mundo no como lugar de peligros, sino como donde se puede encontrar a Dios.
- Anunciar el evangelio desde abajo, a través de la cercanía, la presencia, la actitud de diálogo y acogida… el apostolado de la bondad.
- Reconociendo siempre el valor del otro y su parte de verdad. Aprendices.
6. El Maestro Jesús, sus discípulos Pablo y Bernabé, Carlos de Foucauld…
Todos ellos nos invitan a vivir, desde abajo, en la cercanía y en la bondad, “que os améis unos a otros”.
¡Que nos despojemos de nosotros mismos y nos abramos a esa llamada que se nos hace! Y la última palabra pertenece siempre a Dios, ¡que nos ayuda!
ORACIÓN DEL ABANDONO
(Carlos de Foucauld)
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
D. Antonio Aguilera