1. Fiesta entrañable
Día de la Virgen Inmaculada: es una fiesta entrañable, muy metida en el corazón de todos los cristianos. A María la sabemos como la mujer sin mancha siempre, e inmaculada desde el primer instante de su vida, desde que fue concebida en el seno de su madre, en el seno de aquella bendita madre, Santa Ana.
Lo de María, la Virgen Inmaculada, es muy grande y muy entusiasmante.
Y, a la vez, como todo lo grande, es algo lleno de humildad y sencillez.
Es algo… de Ella y de Dios. Y nosotros todos, por su fidelidad, lo disfrutamos…
Pues que así sea, ¡que lo disfrutemos y lo contemos a otros!
Y lo celebramos ahora en esta Eucaristía, Eucaristía en mitad del Adviento, hoy miércoles de la 2ª semana de Adviento; Eucaristía en la que ponemos en el altar varias cosas bonitas y llenas de alegría para todos nosotros:
-Celebración de la fiesta de María, la Virgen, la Inmaculada.
-La andadura especial de nuestro Adviento en alegría, esperanza y conversión.
-Cinco muchachos de nuestro Seminario que reciben el ministerio de Lector, y viven
con el deseo de prepararse bien para servir en el futuro a nuestras parroquias.
Y, por supuesto, damos ya nuestra felicitación a todas las Inmas y Conchas que están entre nosotros, y a todos las que conocemos: felicidades y rezamos por vosotras.
2. Lo de María, efectivamente, es muy grande
El ángel Gabriel, enviado por Dios, se llega a Nazaret y le dice a aquella humilde muchacha: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Es un gran gozo –alégrate-, es una privilegiada de Dios –llena de gracia-, y tiene una gran garantía para ser fiel –el Señor está contigo-.
Y María qué bien respondió a Dios: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¡Total disponibilidad para ti, Señor!
¿A que esto, aquel día en Nazaret, fue hermoso y grande? Dios había privilegiado a aquella muchacha haciéndola Inmaculada. Un teólogo del siglo XIII (Juan Duns Escoto, franciscano nacido en Escocia y que terminó su vida en Alemania) resumió muy bien lo de por qué es María inmaculada, sin mancha ninguna, lo resumió de manera entendible en tres palabras: pudo, convenía, luego lo hizo:
–Pudo Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es
omnipotente
–Convenía que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su madre.
–Luego lo hizo, pues Dios hace siempre lo más conveniente.
Y así, -aquello que ya había anunciado la Palabra de Dios en el libro del Génesis, 1ª lectura, de que una mujer vencería al pecado, al demonio: establezco hostilidades entre ti (demonio) y la mujer, entre tu descenden-cia y la suya; ella te vencerá cuando tú la hieras en el talón;
-aquello ocurrió en María de Nazaret: inmaculada en su concepción.
Ocurrió así porque Dios lo quiso, por especial gracia de Dios, y la Iglesia lo proclamó dogma de nuestra fe: en 1854 Pío IX, viendo que estaba en la fe de todos, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción: María, limpia de toda mancha. ¡Nos alegramos con ella y la felicitamos!
3. Con ella caminamos en Adviento
Y este gozo que tenemos en María, nos empuja a continuar preparando la venida del Señor: lo reflexionábamos ya el domingo pasado, 2º de Adviento, contemplando la necesidad de vivir este tiempo sabiendo que “Dios nos guiará con alegría a la luz de su gloria”, que decía el profeta Baruc (5,9).
Una alegría y un convertirnos que Juan Bautista, tomando palabras del profeta Isaías, el profeta de la esperanza, nos lo concretaba en “Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos, que lo torcido se enderece, que lo escabroso se iguale. Y así todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,5-6).
Y hoy damos un paso más, el paso que nos señala María. ¿Qué dijo ella al ángel? –Sí, aquí estoy, aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra. María es un Sí constante a Dios. Lo que tú me pidas, Señor, aquí estoy; hágase en mí lo que tú quieras.
¡Qué grandeza de alma la de María, qué disponibilidad tan total!
– ¿Estoy yo disponible para el Señor?
– ¿Tengo el corazón abierto, por completo, para lo que Él me pida?
4. Con María, a ser la iglesia misionera que el Señor quiere de nosotros
La Virgen, María Inmaculada, nos lanza, nos hace salir a los demás. Nos escribía Francisco en EG (284-288) que ella es el regalo de Jesús a su pueblo. María, regalo de Dios para nosotros. Con la conjunción del Espíritu Santo, María y los discípulos se hizo posible la explosión misionera de la Iglesia.
Esa María, continúa el papa, que sabe transformar una cueva de animales en casa para Jesús, con unos pocos pañales y una montaña de ternura… Como verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios…
Cada vez que miramos a María volvemos a creer en la revolución de la ternura y del cariño.
Ella, Inmaculada, es la perfecta redimida, nos acompaña en el Adviento, y es signo de esperanza de nuestra iglesia. ¡Con ella, de su mano, caminamos!
Antonio Aguilera