1. Esto viene de atrás…
- Judas Macabeo, jefe del pueblo judío, en el siglo II aC pidió que se ofrecieran sacrificios en el templo por los difuntos, pues “creía firme-mente que está reservada una gran recompensa a los que mueren piadosamente” (2 Mac 12,45).
- Luego, en la época cristiana, de diversas formas, siempre se ofrecieron oraciones al Señor por los difuntos.
- San Isidoro de Sevilla (+636) mandaba que se ofreciera un sacrificio eucarístico por los difuntos al día siguiente a Pentecostés.
- Por fin, San Odilón –abad de Cluny, Francia, +1049- hacia el año 998 instituyó la conmemoración del día de los fieles difuntos, el día 2-nov.
= Es decir, siempre
- la confianza de que nuestra vida no acaba, hay un más allá.
- el convencimiento de que mantenemos una relación con nuestros familiares siempre, siempre.
2. Recuerdo cariñoso y familiar
Sí, efectivamente, hay un recuerdo cariñoso y familiar que en estos días lo revivimos y lo celebramos: nuestros pueblos, todas las ciudades de nuestra cultura, recuerdan a quienes han muerto… Se visitan los cementerios, los columbarios, se llevan flores, lámparas…
Son días adecuados para recordar familiarmente al padre, a la madre, al esposo, a la esposa, a hermanos, a hijos, a abuelos… Son días obligados para reflexionar y preguntarnos cómo reavivo mi fe en ese tiempo definitivo ya con el Señor y cómo estoy preparando ese encuentro con el Dios que me quiere y que me prepara sitio para estar con Él en toda la eternidad.
3. Reflexión y preguntas que nos llevan a
a) Acrecentar en profundidad nuestra fe:
– Cfr. lecturas: Jesús nos prepara morada, junto con Él.
En la casa del Padre.
b) Acción de gracias:
- A esos familiares nuestros que nos dieron la vida, que cuidaron nuestra vida, que nos dieron a luz y nos dieron siempre luz, que se desvivieron por cada uno de nosotros… A aquel padre, a aquella madre a quienes les faltaba día, les faltaban horas, para trabajar por sus hijos…
- A Dios, que nos regaló los padres, los abuelos, los hermanos… Nos sirve de ejemplo San Agustín cuando, sabiendo todo lo que su madre -Santa Mónica- había hecho por él, enormemente agradecido decía a Dios: “No vengo, Señor, a decirte que por qué te la has llevado, vengo a darte gracias porque me la has dado”.
- Pues gracias, Señor, hoy por esos familiares nuestros que nos diste: don y regalo tuyo.
c) Aprendices, tenemos mucho que aprender de ellos
- Cuánto y cuánto hemos podido aprender de esa abuela o madre, sencillas y humildes, atentas a todo en el hogar, creadoras de buenas relaciones con las vecinas, que han sacado tiempo para todo, que nos iniciaron en la oración…
- Cuánto y cuánto hemos podido aprender de ese padre, de ese abuelo a quien todo le parecía poco para nosotros, para que pudiéramos tener una buena educación… para que fuéramos –decían- “personas de provecho”, personas honradas…
d) Aplicación a nuestra vida
- Estos años míos que estoy aquí, son un caminar breve, muy breve… ¿Qué estoy haciendo con ellos? ¿Los voy llenando?
- “Al atardecer de la vida te examinarán de amor”, decía San Juan de la Cruz. ¿Estoy llenando mi vida de obras de amor? ¿Estoy gastándome por los demás? En definitiva, esto es lo único importante.
- San Ambrosio: “Debemos irnos acostumbrando y disponiendo a morir por el esfuerzo cotidiano, que consiste en separar el alma de las concupiscencias del cuerpo”.
- El papa Francisco: “Jamás he visto un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre”. Es decir, a la otra vida voy a llegar no con los bienes de este mundo sino con el corazón grande y generoso que haya cultivado. Por tanto, pensemos siempre lo que nos dice el Evangelio (Mt 25): Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer…
4. Y avivemos el deseo de lo esencial: estar definitivamente con el Señor
- Reavivar nuestra fe y nuestra esperanza: no estamos hechos para acabarnos con la muerte. Somos hijos de Dios, hechos para vivir eternamente con Él.
- Deseo de vivir con Él que lo entienden y lo experimentan los santos. Santa Teresa:
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
Antonio Aguilera