Celebramos hoy algo muy importante: el Domingo de la Palabra de Dios.
Domingo especial que instituyó el papa Francisco en el año 2019 con su Carta Apostólica Aperuit illis = “Les abrió el entendimiento” (para comprender las Escrituras, Lc 24,45: expresión sobre lo que hizo Jesús con los dos de Emaús), carta en la que nos decía: “Establezco que el III Domingo del T. O. esté dedicado a la reflexión y divulgación de la Palabra de Dios” (cfr. AI 2-3).
Pues en ello estamos hoy: con gran gozo, dedicamos este Domingo a la Palabra de Dios, Domingo de la Palabra de Dios. Un domingo para comprender la riqueza inagotable que proviene del diálogo constante de Dios con su pueblo.
Pregunta-respuesta
Quizás todos hemos oído alguna vez esa pregunta de: “Si tuvieras que irte a una isla desierta, ¿qué libro te llevarías?”.
No sé qué contestaríamos cada uno, pero personalmente tengo muy claro que yo diría: en primer lugar, la Sagrada Biblia; luego, otros libros también; pero en primer lugar la Biblia. ¿Os la llevaríais vosotros?
En torno a la Biblia felizmente vivimos una experiencia en crecimiento
Hace unos años, entre los católicos poca gente leía la Biblia: casi estaba “prohibido” hacerlo, hasta se identificaba con algo así como “eso es cosa de los protestantes”.
Luego vinieron unos años en que sí se tenía ya la Biblia en muchas casas. Pero… casi como algo decorativo. Se sabía que es el libro best seller, el más vendido, y el libro traducido a más de 1.624 lenguas; es decir: sus textos llegan a todo el mundo, a todos los rincones del planeta… ¿Cómo no íbamos a tener la Biblia en casa? Y se tenía… pero con polvo encima, aparcada en una estantería, sin usarla…
Felizmente se han superado esas lagunas ya: hoy muchísimas personas tienen a mano la Sagrada Escritura, la Biblia, el Evangelio de cada día… Y diariamente lo abrimos, meditamos un texto, oramos con él y lo aplicamos a nuestra vida ordinaria. ¡Es un gran paso!
Francisco, en homilía suya del 1-sep-2014, nos dijo: “Yo aconsejo muchas veces que se lleve un pequeño evangelio para tenerlo en la mochila, en el bolsillo, y leer durante el día un pasaje del Evangelio… Cada vez que leo el Evangelio encuentro a Jesús”. Y esto así, o algo semejante, hemos hecho muchísima gente, cada día más: en libro, en una aplicación en el móvil… como sea, pero la Palabra de Dios, a mano. Y leyéndola y orando con ella.
Este avance, este crecimiento gozoso, ¿por qué?
Sabemos aquello que decía San Agustín, que “la Sagrada Escritura, la Biblia, es la carta de Dios a los hombres”. Dios nos habla en ella, Dios nos revela en ella quién es Él y qué quiere de cada uno de nosotros; y una carta de Dios con ese contenido a todos nos interesa y nos gusta abrirla y leerla despacio, ¿verdad?
Además, nos dice el concilio Vaticano II: “En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de la vida espiritual” (DV 21).
Y, bien, la Palabra que escuchamos hoy, ¿qué nos dice?
Vemos que la Palabra de Dios siempre nos invita y nos fortalece para el bien. Así hoy:
- 1ª lec. Isaías: la Palabra de Dios nos levanta la esperanza: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande… Acreciste (Señor) la alegría, aumentaste el gozo… Quebrantaste la vara del opresor…
Esperanza, hermanos, ante todas las dificultades: ¡la fuerza de Dios es más grande que todas las dificultades juntas!
- 2ª lec. Pablo: la Palabra de Dios nos llama a la concordia: Poneos de acuerdo, no andéis divididos… no haya discordias entre vosotros… ¿Qué es eso de yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cristo? ¿Es que Cristo está dividido?
Trabajemos siempre por la comunión y la convivencia entre todos: donde quiera que estés, puedes forjar concordia. ¡A esto nos llama el Señor!
- Evangelio: Jesús nos llama a la conversión y al seguimiento: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos… Venid y seguidme… Y se nos muestra cómo los discípulos dejaron as redes y lo siguieron… Y vemos que él recorría toda Galilea enseñando…, proclamando el Evangelio y curando enfermedades y dolencias.
Puedo preguntarme hoy: ¿Cómo estoy yo siguiendo a Jesús? ¿Qué redes, que me atan, he de dejar para seguirlo a Él y servir a los demás?
¿Verdad que es grande y bueno todo lo de la Palabra de Dios?
Es grande, sí, hoy y siempre. Pues, de verdad:
- Tengámosla siempre a mano… en casa, en el bolsillo, en el móvil…
- Meditémosla y oremos con ella cada día: lectura reposada, Lectio Divina, …
- Disfrutemos con ella: es la carta que Dios me escribe…
- Familiaridad con ella, que la Palabra de Dios siempre nos invita, nos alimenta y nos fortalece para el bien.
- Y Palabra de Dios que nos facilita el encuentro con los cristianos de las demás confesiones: rezamos esta semana por la Unidad de todos los Cristianos.
Antonio Aguilera