Cuatro expresiones
Cuatro expresiones sencillas y de tipo sapiencial nos ofrece hoy este relato del evangelio de Lucas (6,39-45), parte del “sermón de la llanura”.
Expresiones que nos ayudan a caer en la cuenta del estilo de vida que ha de tener una persona enraizada en el bien y en la búsqueda de la verdad: el ciego que guía a otro ciego, el discípulo que pretende ser más que el maestro, la mota en el ojo ajeno y la viga en el propio, y el árbol que se conoce por su fruto.
El ciego que guía a otro ciego ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán los dos en el hoyo?
Probablemente sí caerán los dos en el hoyo: no puede guiar un ciego a otro ciego. La mayoría no estamos ciegos físicamente; pero, aunque tengamos vista física (¡y menudo regalo tenemos: demos gracias a Dios!), tampoco lo vemos todo ni lo sabemos todo, se nos escapan muchas cosas. Así que será necesario que aceptemos nuestras propias cegueras, nuestras propias insuficiencias, y vayamos por la vida con mucha humildad.
Desde la humildad, con mucha humildad, podré servir, podré ayudar al otro; desde el estilo “yo ya me lo sé todo” cometeré enormes errores que perjudicarán al otro y a mí mismo. La humildad… la necesitamos todos; pidámosla al Señor cada día.
- No seamos nunca ciegos que guían… Ni nos dejemos guiar por un ciego, por alguien que no quiere ver, o que solo ve lo suyo…
El discípulo que pretende ser más que el maestro
Un buen maestro, una buena maestra… ¡Qué alegría cuando recordamos a aquellas personas que supieron guiarnos, enseñarnos plantearnos un modo de vivir sensato! ¿Le ponemos nombre y rostro cada uno de nosotros a aquel maestro o a aquella maestra? ¡Qué suerte haberlos tenido!
Todos hemos tenido quizás bastantes profesores, muchos enseñantes, buenos técnicos… pero “maestros”, maestros de vida… no tantos. ¡Y qué necesitados estamos de ellos!
A veces te encuentras con programas de tv en los que quienes hablan no hablan, “pontifican”… Y uno dice: ¡por Dios, así no! Tantos maestros de falacias…
- ¿De quién aprendo yo? ¿Es persona que da la vida por los demás? Buen criterio para fiarme…
- ¿Trato yo de ser maestro de los demás? ¡Ojo! Con mucha prudencia, mucho tacto y desviviéndome por servirlo.
La mota y la viga ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en su ojo
y no reparas en la viga que llevas tú en el tuyo?
A los demás los miramos con lupa… mientras nosotros no nos miramos bien al espejo a reparar en nuestros defectos…
Con demasiada frecuencia tenemos nuestro dedo índice indicando a los demás en tono acusador, ¿verdad? Pero curiosamente, fijándonos en nuestra propia mano cuando señala, podemos comprobar que cuando yo acuso a otro dirigiendo mi dedo índice hacia él, tres dedos (el medio, el anular y el meñique) me están mirando a mí mismo. Esto quizás deba llevarme a pensar que, si aquel tiene un defecto, a lo mejor yo tengo tres…
- Hagamos autocrítica y nunca seamos inmisericordes con los demás.
El árbol y sus frutos, la persona y sus razonamientos
Es de sabios tener capacidad para discernir. A veces nos guiamos por la impresión exterior y superficial; a veces quedamos prendados del color y la forma de un árbol; pero, si somos sensatos, hemos de ver qué frutos da ese árbol. Los árboles se conocen por sus frutos, no por su hermosura exterior.
Pues así con las personas: vayamos despacio… “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien; y el que es malo, de la maldad saca el mal”, dice Jesús. Miremos siempre a los frutos que da cada persona y miremos a donde tiene la raíz: quien tiene la raíz junto a la acequia de buen agua, dará muy buenos frutos.
Y, en definitiva, “lo que rebosa del corazón, eso es lo que habla la boca”, así acaba diciendo Jesús, según el evangelio antes escuchado. Y, según eso, qué bueno será si al final de cada día, hago un poco de examen de conciencia y me pregunto: ¿las palabras mías hoy han sido sensatas y acogedoras? Porque seguro que habrán sido expresión de las actitudes que hay dentro de mí, de lo que hay en lo profundo de mi corazón.
Cuaresma
Pues, hermanos, seguro que todos queremos ser buen árbol que dé buenos frutos, queremos ser buenos guías para otros, queremos limpiar nuestros ojos para poder ayudar, y, desde ser buenos aprendices, queremos ser buenos maestros. El tiempo de Cuaresma que iniciamos el próximo miércoles, Miércoles de Ceniza, nos ayudará.
Antonio Aguilera