1. La ley lo declara impuro
En Israel y en todos los pueblos del entorno, en aquellas culturas antiguas, había unas disposiciones legales sobre qué era puro y qué era impuro.
Concretamente en la antigua legislación judía estaban las normas recogidas en el libro del Levítico referentes a los que padecían lepra (Lv 13-14), un trozo de esta normativa hemos escuchado en la 1ª lectura:
Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción… y se le produzca la lepra, será llevado ante el sacerdote… Se trata de un leproso: es impuro…
El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado… gritando “¡impuro!, ¡impuro!”… Mientras le dure la lepra, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento (Lv 13,1-2.44-46).
El mismo asunto se constata en el relato del evangelio de hoy: Mc 1,40ss.
Según estas leyes,
- el considerado puro tenía acceso a todo: al culto, a vivir en la comunidad,
a acceder a los puestos…
- El declarado impuro, sin embargo,
-era excluido de la vida cultual: no podía acceder al templo,
no podía hacer ofrendas en él…
-era excluido de la vida comunitaria: abandonaba la ciudad, vestía
de harapos, aislado de la gente y hasta tenía que ir avisando a
gritos por dónde iba…
= Es decir, se convertía en un marginado social y religioso.
Y los encargados de declararlo puro o impuro eran los sacerdotes, porque, además de enfermo, se pensaba que el leproso era un pecador (la enfermedad se consideraba consecuencia del pecado: leproso y pecador).
Nos puede resultar hoy a nosotros extraño esto, pero así era la mentalidad de aquel tiempo, mentalidad propia de una sociedad primitiva.
2. Los leprosos de hoy
Hoy la lepra-enfermedad-física la tenemos dominada y controlada y, salvo en ciertos lugares, gracias a Dios es cada vez menor.
Pero tenemos otras lepras también excluyentes: el hambre en millones de personas, la pobreza extrema, el tráfico de personas en pateras o en trata de blancas, la delincuencia… Y hasta marginamos por nuestra cuenta a otros, a quienes no consideramos puros, “buenos” según nuestro criterio…
Todos esos, marginados en nuestra sociedad, o a quienes marginamos nosotros personalmente, son los nuevos leprosos. Y los declaramos impuros entre todos: hacemos un giro, damos un rodeo, y pasamos de largo; me impiden mi tranquilidad, mi bienestar… Me acusan con su presencia…
En ocasiones, a aquel que nos cuesta, lo excluimos, lo descartamos: así al que creemos irrecuperable, al anciano que ya no produce, a la oveja negra de la familia… Y nos convertimos nosotros en excluyentes… ¿Porque somos sociedad primitiva? No, más bien porque somos sociedad perversa, ¿verdad?
3. ¿Cómo se sitúa Jesús en el evangelio ante el leproso excluido?
Aquel leproso del evangelio había incumplido la ley: ¡se acerca a Jesús!
Jesús, sin embargo, lo escucha, lo toca, lo cura, y lo pone a salvo…
= Los marginados no se curan evitándolos, se curan atendiéndolos.
Jesús es experto en atender, y lo hace.
Para él, la persona es antes que las leyes del descarte.
Y de paso, con el milagro de curación, muestra con mucha claridad que Él es el Señor de la salud, el Señor de la vida.
El leproso, por otra parte, es un excelente ejemplo para nosotros:
- Se sabe necesitado… Y busca, suplica, se arrodilla: decisión de buscar a quien puede curarlo, por encima de todo… Plena confianza en Jesús…
- Y cuando se ve curado, ¿qué hace? Empieza a divulgar, a contar a todos, dónde está la salud, dónde hay salvación, quién es el que salva.
4. Triple llamada hoy para nosotros
Por una parte, ojalá vivamos la actitud de Jesús: la escucha, la acogida, la generosidad, la entrega para con toda persona que vemos excluida. Ese otro no es “impuro”, es hijo de Dios, exactamente igual que yo, por lo menos…
Por otra parte, ojalá vivamos la actitud del leproso del evangelio:
-Reconozcamos nuestra debilidad, nuestras lepras…
-Busquemos al Señor que cura.
-Comuniquemos a todos los demás quién cura, quién es el Salvador.
Y esto hoy, y esta semana, podemos concretarlo bien meditando la llamada de Manos Unidas: con el lema El efecto ser humano esta institución de la iglesia, nacida de la Acción Católica, atiende a millones de personas en unos 60 países, con más de 540 proyectos, para hacerles salir del hambre y rehacerlos en su dignidad humana, como hijos de Dios que son…
Colecta generosa hoy, y ayuno voluntario el día que veamos oportuno.
Antonio Aguilera