Dichosos vosotros… Ay de vosotros… (Lucas, evangelio)
Acabamos de escuchar el evangelio de Lucas que nos ofrece la liturgia de este domingo, una de las páginas más famosas de la predicación de Jesús: las Bienaventuranzas. Como sabemos muy bien en los evangelios tenemos dos versiones de las Bienaventuranzas: Mt 5,1-12 y Lc 6,17-26.
Quizás nos son muy conocidas las Bienaventuranzas del evangelista Mateo. Hay algunas diferencias entre las de Mateo y las de Lucas, las escuchadas ahora, a primera vista vemos ya dos diferencias:
- Mateo las situaba en el monte –el sermón del monte-, en el Monte de las Bienaventuranzas, como se le llama hoy.
Mateo recalcaba así a Jesús como nuevo Moisés: Moisés había recibido de Dios y había entregado al pueblo los mandamientos en el monte Sinaí, Jesús habla al pueblo también en el monte; terminó el tiempo de Moisés, terminó el A. T., y Jesús es ahora el nuevo legislador. Pasamos del A.T. al N. T.
- Lucas las sitúa en la llanura –el sermón de la llanura, le llamamos-, donde está el gentío: Lucas muestra interés por presentarnos a Jesús junto a la gente.
- Mateo hablaba de ocho bienaventuranzas: bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que lloran… etc.
- Lucas, como hemos escuchado, las resume en cuatro; y añade cuatro “malaventuranzas”: ¡ay de vosotros los ricos… ay de vosotros los que ahora estáis saciados… ay de vosotros los que ahora reís…ay si todo el mundo habla bien de vosotros…!
Maldito… Bendito… (1ª lectura: Jeremías; Salmo 1º)
Esas bienaventuranzas y esas malaventuranzas de que nos habla Lucas están ya insinuadas en la primera lectura, profeta Jeremías; Jeremías, “telonero” de Jesús:
- Maldito quien confía en el hombre y en la carne pone su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa.
- Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua…
E igualmente insinuadas están también en el Salmo 1º que hemos recitado:
- Dichosos el hombre… que su gozo es la ley del Señor…
- No así los impíos, que serán paja que arrebata el viento…
Y esto, en nosotros, cómo se da
Visto por donde anuncia Jesús la felicidad, la bienaventuranza, y por donde se ve la malaventuranza, la insensatez, miremos un poco al adentro de nosotros mismos y a nuestro entorno. Contemplemos el asunto con dos sencillos ejercicios sobre cómo y dónde buscamos la felicidad:
- Repasemos en nuestra mente la publicidad, los anuncios: ¿Quién es en los anuncios de los que tanta gente se empapa cada día, la persona feliz? El que tiene… el joven… el que viaja mucho… el guapo…
- Completemos la siguiente frase: qué suerte tiene el que… El que acierta la primitiva… El que tiene un gran puesto… El que puede vivir sin trabajar…
Es decir, el mundo de hoy –y el de todos los tiempos- nos promete una lista de felicidades que no coincide con la propuesta de Jesús. Esto nos recuerda lo que sabemos muy bien: que ser discípulo de Jesús, ser cristiano, no es fácil.
La propuesta de la Bienaventuranzas
Dios por supuesto quiere que seamos felices, Jesucristo nos quiere bienaventurados. Por supuesto que a Jesucristo no le gusta que las personas sean pobres, ni que haya quienes tengan hambre, ni que haya que llorar ni ser excluido… Hemos de luchar contra el hambre, contra las injusticias, contra el dolor… ¡Claro que sí!
Lo que significan las Bienaventuranzas
- Es que no debemos poner nuestro corazón nunca en los bienes materiales y en los éxitos sociales: eso llena el cuenco de nuestra vida de cosas pasajeras y que se pudren muy pronto…
Hemos de estar vacíos de mundanidades y abiertos plenamente a Dios, a su plan en cada momento. Nunca nosotros autosuficientes ni satisfechos, nos estaríamos engañando.
- Y significa que nos quiere a todos igualmente hijos de Él, y hermanos entre nosotros: nunca puede querer a unos pobres, porque otros tienen demás; no puede querer a unos excluidos porque otros sean, seamos, injustos con ellos.
= Las Bienaventuranzas, por tanto:
llamada constante a la felicidad y llamada constante a la fraternidad. Hoy:
Hoy, Manos Unidas: “Nuestra indiferencia los condena al olvido.
Contra el hambre, actúa”
De cada 100 personas, 70 viven en desigualdad. El 70 % de la población mundial se enfrenta a una desigualdad que está alimentando el mayor drama del mundo: el hambre.
Y el coronavirus, que nos ha puesto en jaque a todos, ha acrecentado el número de personas con hambre en el planeta. El hambre puede alcanzar en poco tiempo a más de mil millones de personas, y estas cifras no son números, son seres humanos.
Manos Unidas trabaja en 53 países con un total de 506 proyectos para luchar contra el hambre. Colaboremos nosotros hoy. Colaboremos con responsabilidad.
Antonio Aguilera