1. La enseñanza de Jesús es “un enseñar nuevo”
Miremos a la escena del evangelio: ¿cuál es el marco? Estamos en Cafarnaún, en la sinagoga. La sinagoga es el lugar donde oficialmente se le da culto a Dios y donde oficialmente se enseña la Ley de Dios al pueblo. Allí cada sábado hay unos maestros autorizados –normalmente muy bien preparados– que enseñan, y hay unos judíos observantes, piadosos, que escuchan, aprenden y rezan.
Este sábado del que habla el relato, interviene Jesús con su enseñanza: fue a la sinagoga a enseñar. No se nos cuenta qué dijo, pero sí recoge el evangelista el impacto que produjo su intervención, muy fuerte fue: “se quedaron asombrados, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad (1,22).
La gente captó algo nuevo en Jesús: los escribas que hablaban cada sábado enseñaban las sanas y buenas tradiciones, que se las sabían muy bien; pero este Jesús aporta un mensaje con una autoridad especial:
- Lo que aporta este Maestro no son las tradiciones sabidas,
es lo que lleva dentro, porque está lleno del Espíritu de Dios.
- Y lo hace con la autoridad de hombre de Dios, de Hijo de Dios.
- Y lo acompaña con obras –palabra y obras-: sana a aquel hombre a quien tenía poseído y atenazado un espíritu inmundo, dice el evangelista.
Evidentemente este enseñar era nuevo para aquellos judíos que estaban el sábado en la sinagoga.
Como entonces en las sinagogas, hoy en nuestros templos nosotros también nos reunimos, escuchamos la Palabra de Dios, hay enseñanza, rezamos… Pero ¿vivimos el impacto de un enseñar nuevo y hondo o andamos en rutina que no nos remueve? Pidamos mucho por quienes están llamados a ser nuestros pastores: que nos ayuden a vivir según Dios quiere.
2. Enseñar curando
A los asistentes a la sinagoga aquel sábado les había impactado la palabra de Jesús, era palabra que tenía autoridad verdadera, un enseñar nuevo. Pero más debió impactarles que a la palabra se unía la curación de aquel poseído por el demonio.
Y es que Jesús, además de hablar, cura (Dios se revela verbis ac gestis, con palabras y obras, dice Dei Verbum 2). O, mejor dicho, sus palabras curan, sanan. Porque él lleva a la persona –nos da a cada uno de nosotros– perdón, ternura, horizonte para vivir, esperanza, verdad, …y su fuerza.
Con esto contamos ya nosotros: nos lo ha dado, nos lo continúa dando. Y así quiere que vayamos sus discípulos. Recordamos muy bien que cuando envió a los discípulos a la misión (La misión de los Doce: Mc 10,7-8) les dijo:
-Proclamad que el Reino de Dios está cerca:
-curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
¡Qué bueno y qué gran gozo si avanzamos nosotros con este estilo, con estas formas de vivir y actuar! “La iglesia ha de recuperar su misión sanadora si quiere enseñar el camino de la salvación”, decía uno de los más grandes teólogos moralistas del s. XX, Bernhard Häring.
¿Cuál es esa misión sanadora, curativa, de consuelo, que necesitamos?
Todos sabemos que es anunciar la salvación interviniendo en los dolores y en las necesidades de la gente… ¿Y cómo podemos hacerlo así?
- Despojándonos de nosotros mismos y poniéndonos siempre y en todo momento a disposición de los demás. ¿Te reservas para ti? Mal sanador eres, mal evangelizador eres. ¿Te vuelcas en los demás? ¡Ánimo, que el Señor te dará la luz de qué hacer y cómo hacerlo! Y Él te dará su fuerza.
- Nunca con el poder autoritario –por ahí no iba Jesús– sino con la autoridad de la honradez, del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la responsabilidad, del servicio, de la generosidad, de la vida limpia…
- Siendo maestros de vida. ¡Qué agradecidos estamos, con el correr de los años, de aquel maestro, aquella maestra, no porque enseñaba historia, o lengua, o ciencias… sino porque nos enseñaba a vivir, y veíamos que vivía con hondura! ¡Qué agradecidos estamos a esos mayores nuestros, padres, abuelos… que eran modelo de vida para nosotros!
- O como nos invita el lema de la XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada –que celebramos el próximo martes, día 2– que dice: La Vida Consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido. Las religiosas, los religiosos, quieren vivir esa fraternidad que cura heridas. Nosotros siendo fraternos también podemos ser medicina para la soledad, la tristeza y para todos los sufrimientos que hay en nuestro entorno.
= ¿Cómo se acercaba Jesús a la gente? Recordemos los evangelios: ¡pues que así nos acerquemos nosotros a toda persona con la que entramos en contacto!
3. Conclusión: El Maestro de Nazaret, Jesús, nos ha enseñado así:
- Asumiendo una vida de servidor (cfr. Lavatorio; “se abajó”, Filp 2,6ss).
- Con un camino sorprendente: pesebre, vida oculta, estar con los don nadie, verdad siempre y en todo, y con entrega total hasta la cruz.
¡Decidámonos a ello, que queremos ir con él; y él cuenta con nosotros!
¡Él quiere darnos su fuerza!
¡Que María, nuestra Madre, interceda por nosotros!
Antonio Aguilera