1. Distintas figuras para el Enviado
Hay en la Biblia distintas figuras que nos presentan a Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador:
1º) En el A.T se hablaba del enviado de Dios, el Mesías que había de venir, principalmente bajo las figuras de niño-Enmanuel (Is 7,14), Siervo de Yahvé (Is 42; 49; 50; 52-53), Hijo de David (Is 11), Hijo del hombre (Dn 7). Esta figura es la que se recoge hoy en la 1ª lect: el Hijo del hombre, ese hijo al que se entrega el dominio de todos los pueblos; ese hijo, Señor de la historia.
2º) En el N.T. se retoman esas figuras llenándolas de un especial y nuevo contenido, y mejor explicitadas: aquel niño-Enmanuel es el que nació en Belén, aquel Siervo de Yahvé es el que se arrodilla ante los discípulos y les lava los pies, aquel hijo del rey David es el que reina desde la cruz…
Y hoy, la liturgia nos invita a celebrar a aquel niño, a aquel Siervo, a aquel Hijo del hombre como el rey de todo, nos invita a celebrar a Jesucristo Rey del universo. A lo largo del año litúrgico hemos ido celebrando las distintas etapas de la vida del Señor: el nacimiento, su entrega total hasta dar la vida, su continuidad y presencia entre nosotros… Y hoy concluimos convencidos de que Él es el Rey de todos nosotros y de todo el universo: JC, Rey del universo.
2. Huyamos de la tentación
Pero huyamos de la tentación, porque la palabra “rey” nos puede llevar a imaginar y pensar esta fiesta desde las referencias que conocemos: reyes, monarquías de nuestro mundo… Y todo lo que a ellas va asociado: poder, boato, riqueza, coronas, majestuosidad, dominio…
¿Tiene algo que ver la realeza de Jesús con las realezas históricas de los pueblos? Evidentemente que no, ¡nada en absoluto! Huyamos de la tentación de querer hacer de Jesús un rey al estilo de los reyes que la historia conoce.
3. El “rey” del “Reino” de Dios
Pilato pregunta a Jesús: ¿Tú eres rey? (Jn 18,37).
Jesús contesta: Sí, pero mi reino no es de este mundo.
Lo acabamos de escuchar en el relato del evangelio recién proclamado.
Queda claro, el reino de Jesús nada tiene que ver con los reinos de este mundo: su reino es el de las bienaventuranzas, el de ser luz para ver los caminos de Dios en la historia y el de la sal que da sabor a la vida, el del descanso para los cansados y agobiados, el de la acogida incondicional para los pobres y los excluidos, el de la infinita misericordia para con todos los pecadores.
Precisamente muy pocas horas antes de que Pilato le preguntara a Jesús ¿Tú eres rey? Jesús había celebrado la cena de Pascua con sus discípulos, ¿y qué gestos había tenido allí con ellos? Dos gestos que resumían toda su existencia: entregarles en pan y vino su vida como alimento, y arrodillarse ante cada uno de ellos para lavarles los pies = Es decir, rey dando su vida y rey lavando los pies…
Él es el rey que se desvivió por todos; el rey que regaló su vida a los demás…
4. El “rey” en la cruz
Y luego, unas horas después, rey en la cruz: ¡Qué diferente ha de verse la realidad desde un trono de los reinos de este mundo y desde una cruz!
El trono de Jesús fue la cruz. Y, desde entonces, será desde ese trono-cruz desde donde gobernará e impartirá misericordia. Será su gobierno el de la paz, y su justicia será la del amor sin medida, la de los brazos totalmente abiertos y la vida totalmente entregada. ¿Cabe un reino más universal?
Es, desde entonces, cuando todos los “crucificados” de la historia podrán mirarlo y reconocerse en él y, en su mirada, encontrar el aliento y la esperanza. Es el rey al que podemos acercarnos todos en nuestras debilidades y en nuestro dolor.
5. El Señor de la verdad
Y es un rey testigo fiel: Jesucristo es el Testigo fiel (2ª lec. Ap 1,5ss). Es un rey que: para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad, que así termina proclamando el evangelio de hoy (Jn 18,37).
En Él, en su vida y en sus palabras hemos conocido la verdad. En Él hemos conocido la gran verdad de nuestra fe: que Dios es amor.
En nuestro mundo la verdad y la mentira están muchas veces mezcladas. Y una de las causas de tanta corrupción es la falsedad de vida, las mentiras de palabras y comportamientos, la tiranía de quienes se creen reyes de los demás.
En Jesucristo vivimos la verdad: Yo soy el camino, la verdad y la vida, había dicho Él. Y viviendo, por tanto, en Él tenemos la verdad completa, el camino seguro a seguir, la vida plena.
Evidentemente este Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Señor de la historia. Este es Jesucristo Rey del universo.
Y, siguiéndolo a Él, nosotros podemos ser y hemos de ser testigos de la verdad en medio del mundo. Testigos de la verdad viviendo en el servicio, en la entrega, en el darnos por completo a los demás. Y hoy: compartiendo nuestro dinero con tantos y tantos damnificados de Valencia, que nos necesitan.
Que María, la Madre, la que anduvo los caminos de Galilea y Judea con él, nos acerque a su Hijo. Y que nosotros sepamos escucharle y vivir aquellas palabras suyas: Haced lo que él os diga.
Antonio Aguilera