1. Domingo final del Año Litúrgico: Jesucristo Rey del Universo
¿Recuerdan ustedes que hace casi un año celebrábamos una fiesta, el nacimiento de un niño en Belén? ¿Lo recuerdan? Sí, era la fiesta de la Navidad.
Aquella fiesta de la Natividad del Señor la habíamos preparado litúrgica-mente con cuatro semanas de antelación: el tiempo que llamamos de Adviento. Con el primer domingo de Adviento comenzábamos el Año Litúrgico. Luego Navidad, y después vinieron, Cuaresma, Pascua, Pentecostés… y cerramos hoy.
Año litúrgico: desde el Domingo 1º de Adviento hasta hoy, domingo de Jesucristo Rey del Universo.
Y al final del año siempre, y yo creo que todos, hacemos un balance:
-Al final del año agrícola… ¿cómo han ido las cosechas?
-Al final del año escolar… ¿cómo nos sabemos las materias? Exám.
-Al final del año del calendario común… ¿cómo ha ido la vida?
Y al final del año litúrgico también hacemos un balance de cómo hemos vivido nuestra fe, nuestro amor, de cómo hemos sido cristianos en este año. Algo así como que… pasamos un examen.
2. Sí, pasamos un examen
¿Ustedes se han examinado de algo? … ¿De qué? … ¿Y qué tal? …
Muchos de los que estamos aquí también: cuando estudiábamos, a lo mejor en unas oposiciones, quizás para el carnet de conducir…
En el examen se nos hacen unas preguntas, y al final nos ponen una nota.
Pues de exámenes andamos: Y el Señor, dice Él, que al final de los tiempos nos examinará a todos.
3. ¿Qué preguntas nos hará el Señor en ese examen final?
En ese examen del final de los tiempos no nos van a preguntar de matemáticas, ni de historia, ni de ciencias, ni de lengua, ni de carnet de conducir, ni de oposiciones… Curioso… ¿De qué se nos preguntará, entonces?
Los discípulos de Jesús le debieron decir un día a Jesús, al Maestro:
– Maestro, al final de los tiempos, ¿qué pasará?
Y Jesús les puso una parábola, una comparación, la que hemos escuchado:
- Al final de los tiempos el Hijo del Hombre, Cristo, nos reunirá a todos, a todas las naciones: para Él somos todos iguales, todos hermanos: europeos, africanos, asiáticos, de América, nativos, inmigrantes, todos…
- Como rey de todos, nos reunirá sin diferencia de nación, religión, cultura, profesión… Todos: la salvación suya es para todos.
- Y de qué nos preguntará: -¿De los éxitos que hemos tenido en la vida?
-¿De si llevamos más medallas o menos?
-¿De a qué o a cuántas cofradías pertenecimos?
-¿De los títulos que tenemos?
- Habla el Evangelio recién proclamado que dirá el Señor a unos: Venid vosotros, benditos de mi Padre… Y a otros dirá: Apartaos de mí…
- Venid vosotros, benditos de mi Padre, ¿por qué?:
-Porque tuve hambre y me disteis de comer,
-porque tuve sed y me disteis de beber,
-porque fui forastero y me hospedasteis,
-porque estuve desnudo y me vestisteis,
-porque estuve enfermo y me visitasteis, …
- Un examen especial, ¿verdad? Nada de historia, nada de matemáticas, nada de lengua, nada referente a oposiciones, …
Sencillamente se nos va a preguntar ese día si hemos vivido amando:
“Al atardecer de la vida nos examinarán de amor” (San Juan de la Cruz).
Pero no amando en abstracto… No amando de buenas palabras…
Sino amando en concreto: ¿He compartido mi pan con otro? ¿He ayudado al otro a tener vestido ¿He ayudado al otro a tener techo? ¿He visitado al que está enfermo? Al forastero, ¿le he pagado lo que debía?, etc. etc.
4. Y Él, Señor de todos, se identifica
Y más todavía, ante la sorpresa de los allí convocados: Señor, pero ¿cuándo te vimos con hambre o con sed o enfermo o desnudo…?
Él contesta: Cada vez que lo hacíais con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo estabais haciendo.
Es decir: Él -Señor de todos- se identifica con los que tienen hambre, con los que no tienen ropa, con los que están sin techo, con los forasteros, con los enfermos, …, con los más pobres.
Cada vez, por tanto, que atiendo o no atiendo a un necesitado estoy atendiendo o no atendiendo al mismo Jesucristo. ¿Qué nos parece? Esto es gordo, ¿verdad? Pues así de claro es el Señor, así de clarita es nuestra fe.
Y hoy, final del Año Litúrgico, se nos recuerda que por ahí irá nuestro encuentro definitivo con el Señor. Por tanto, tres cosas:
- Alegrémonos de que Él, misericordioso y compasivo, es quien nos recibe.
- Plena esperanza: viviremos con Él, Él será el Rey del Universo.
- Y veamos qué estamos haciendo nosotros con Él, en nuestros hermanos; porque él se identifica con cada uno de nuestros hermanos.
Antonio Aguilera