1. Jesús contempla el templo
¿Habéis visto y contemplado la catedral? Sus pórticos, sus columnas, su interior… ¡Precioso todo! Igual en viajes habéis contemplado otros lugares impresionantes: catedral de León, El Escorial, la Sagrada Familia en Barcelona… ¡Genial! Viendo esas grandes obras uno se queda embelesado…
Pues de una escena así nos habla el inicio del evangelio de hoy: ponderaban la belleza del templo. 42 años les había llevado a los judíos la construcción del templo de Jerusalén sobre la colina de Sión: materiales traídos desde muy lejos, maderas de los montes del Líbano… Todo precioso… Y la gente lo admiraba: ¡qué maravilla! ¡Y ahí la presencia de Dios, Dios con nosotros!
Jesús también lo contempla y lo admira. Pero con mucha sensatez dice: Esto es admirable, pero esto es finito, esto se acaba: vendrán tiempos duros, guerras… arrasarán… Y el templo de piedra se cae: no quedará piedra sobre piedra, todo será destruido. Y también vosotros viviréis tiempos difíciles: consecuencias de esas guerras, pueblo contra pueblo, familias enfrentadas…
Es decir: no pongamos excesiva confianza en este mundo, que esto pasa, que esto se destruye. ¡La confianza en Dios! Que para esos tiempos difíciles Él nos promete: Yo os daré palabras de sabiduría… Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá… Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas… Tendréis ocasión de dar testimonio de mí.
Y así, aprovechando la ocasión de estar mirando el templo de Jerusalén, nos hace mirar Jesús a otro plano y nos plantea lo del final de los tiempos. El momento llegará: Mirad que llega el día ardiente como un horno, había dicho el profeta (1ª lec). ¿Cuándo? Le preguntan a Jesús. Él no dice cuándo, pero sí es seguro que llegará el día en que, como dijo el profeta Malaquías:
- Malvados y perversos serán paja que arde = desaparecerá el mal.
- A los que honran a Dios un sol los iluminará.
Luego, si al final malvados y perversos serán destruidos, y a los que honran al Señor un sol los iluminará, nosotros, cada uno de nosotros, hemos de decidirnos por lo uno o por lo otro: he de elegir y decidirme por estar en el grupo de los malvados o por estar en el grupo de los que honran al Señor.
2. Dios, en su misericordia, presente y cercano
Y para todos los momentos difíciles que hemos de vivir en esta vida y para ese tiempo final que llegará, nosotros anhelamos la presencia, la cercanía y la ayuda del Señor. Presencia, cercanía y ayuda que son las formas de expresarse Dios, en su misericordia para con cada uno de nosotros.
Y a esa forma de acercarse y ayudarnos el Señor hemos de corresponder cada cual. Cada cual
- Honrando el nombre del Señor en todo momento: a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia, nos decía el profeta y en la primera lectura.
- Trabajando sin cansarnos cada cual en su tarea. Dice Pablo (2ª lec): nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. El que no trabaja, que no coma… Trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.
- Con especial empeño en el servicio y la dedicación a los pobres, llamada que hoy nos hace la Iglesia:
3. VI Jornada Mundial de los Pobres
En 2016, al clausurar el Año de la Misericordia, el papa Francisco instauró en este domingo la Jornada Mundial de los Pobres. Y este año, 3ª jornada, nos recuerda, con expresiones del salmo 9, que Dios no olvida nunca el grito de los pobres y que la esperanza de los pobres nunca se frustrará.
Nosotros queremos seguir a Jesús, es el Maestro y el Señor. Pues bien, Francisco, en su mensaje para hoy, nos recuerda que “Jesús no tuvo miedo de identificarse con cada uno de los pobres: lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt 25,40). Huir de esta identificación Jesús-pobres equivale a falsificar el evangelio”.
Identificarnos con los pobres y servirlos, por ahí va –insiste el papa- la verdadera vivencia de la fe: “Estamos llamados a tocar su carne para comprometernos en primera persona en su servicio… Ahí se pone de manifiesto el realismo de la fe cristiana y su validez histórica”.
Y, hermanos, esos pobres todos los días nos los encontramos como familias que han tenido que abandonar su tierra…; como huérfanos, que han perdido a sus padres y sus raíces…; como inmigrantes, víctimas de tantos intereses ocultos y tanto sufrimiento…; como personas que vemos ante un contenedor de basura, recogiendo lo que otros hemos descartado y tirado…
4. El final de los tiempos lo forjamos en el presente
Concluyendo: el final de los tiempos, en el que un día participaremos siendo de los que honran al Señor, hemos de ir trabajándolo en un servicio y en una dedicación sincera y decidida a aquellos con los que se identifica ese Señor, Jesucristo.
¿Cómo? Ayudándoles a través de los cauces que tenemos al alcance y tocándoles en su carne, es decir, sabiendo estar y hablar con ellos, con amor. Y ayudándoles a través de los cauces que tenemos al alcance: hoy con el compartir nuestro dinero, según cada cual podamos.
Antonio Aguilera