1. En casa, una persona especial
Casi seguro todos nosotros, de pequeños vivimos la experiencia de observar que había en casa una persona que se levantaba a primera hora de la mañana, nos preparaba la ropa, nos ayudaba a lavarnos y vestirnos, nos ponía el desayuno; luego en la comida se servía la última, se comía la fruta peor… etc.
Esa persona también estaba atenta, muy atenta, a lo que necesitaba nuestro padre, atenta a la compra, a la limpieza, a coser nuestros pantalones rotos…
¡Claro que nuestro padre ayudaba y nosotros también…! Pero esa persona prestaba una atención especial a todos los asuntos de la familia… ¿Quién era esa persona? … La madre, ¿verdad?
Efectivamente, la madre, la esposa… De ella nos habla hoy la 1ª lectura (Pro 31,10ss): de la buena madre, de la buena esposa: “vale mucho más que las perlas”. De día y de noche se preocupa de unos, se preocupa de los otros, cuida de todo, y además “abre sus manos al necesitado y extiende el brazo el pobre”.
2. ¿Esa mujer qué ha hecho?
Esa mujer, la persona tan estupenda que actúa así, ha recibido unos dones de Dios, unas cualidades, Dios le ha regalado cosas buenas… Y ella ¿qué ha hecho con esas cualidades?, ¿se las ha guardado para sí?
No se las ha guardado para sí, no las ha escondido…, sino que las ha desarrollado, las ha acrecentado y las ha puesto al servicio de los demás.
Pues de esto, de poner nuestras cualidades al servicio de los demás, nos habla el evangelio hoy (Mt 25,14-30), en una parábola muy sencilla de entender que nos cuenta Jesús: hemos escuchado que había un hombre que tenía muchos bienes y que se iba al extranjero, llamó a sus empleados y les dejó encargados de “sus” bienes; a uno le dejó 5 talentos de plata (unos 300 kg de plata), a otro 2 (120 kg) y a otro uno (60 kg)… según él veía de lo que cada uno era capaz.
Ese hombre y esos empleados de la parábola ¿a quiénes representan? A Dios y a cada uno de nosotros: Dios nos ha dado sus bienes a cada uno de nosotros: a unos, unos bienes, unas cualidades; a otros, otros bienes, otras cualidades… Lo cierto: Dios nos ha regalado cosas buenas a todos nosotros.
¿Tú qué cosas buenas tienes, qué cualidades, qué capacidades tienes?
3. Invitación a responder bien de esos bienes
Con los bienes recibidos, ya hemos visto que la mujer de la primera lectura respondió muy bien: trabajó, se preocupó por todos… Esa mujer, representación de la madre y de la buena esposa, un gran ejemplo.
Y los tres empleados de la parábola, ¿qué hicieron?
- El 1º trabajó bien los 5 talentos recibidos y ganó otros 5. ¡Premio!, le dice su señor cuando vuelve: has trabajado muy bien, “eres un empleado fiel y cumplidor, como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete”, ¡que vamos a celebrarlo!
- El 2º trabajó bien los 2 talentos recibidos y ganó otros 2: ¡Premio!, le …
- ¿Y el 3º? ¡Ay el 3º! El 3º, miedoso, acobardado y quizás holgazán, se dijo: tengo un talento, pero ¿y si me da mucho trabajo negociarlo? ¿Y si lo pierdo? ¿Y si se me estropea? ¿Y si…? Muchas dudas, mucha cobardía, mucha pereza… ¡total, que no hizo nada de nada! Escondió el talento, enterró el talento y no lo desarrolló, no lo negoció. No desarrolló los bienes que tenía, las buenas cualidades que habían depositado en él. Y… ¡no pudo entrar al banquete de su señor, lo echaron fuera!
4. ¿Qué nos está diciendo hoy el Señor en su Palabra, y qué nos pide?
Creo que todos captamos muy bien el mensaje de la P. de D. hoy:
- Tenemos unas cualidades, unas capacidades, muchas cosas buenas hay en todos nosotros, muchos dones nos ha regalado Dios… ¡Vamos a desarro-llarlos, vamos a acrecentarlos, vamos a ponerlos al servicio de los demás! ¡Como los dos buenos empleados de la parábola, como la buena esposa y madre de la 1ª lectura!
- Pablo nos dice en la 2ª lectura: “hermanos, el Día del Señor llega, no nos durmamos, estemos vigilantes, somos hijos de la luz: ¡seamos luz!”.
- Hijos de la luz personalmente cada uno. Y concretando esto, como iglesia universal que hoy celebra la Jornada Mundial de los Pobres¸ con el lema que se nos propone: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4, 7).
“No apartar nuestro rostro del pobre tiene mucho que ver con mirar de frente al hermano, estar atento a lo que acontece en su vida, por qué se encuentra así.
Y, sin embargo, en múltiples ocasiones, tenemos la tentación de volver la cabeza hacia otro lado para no tener que ver lo que nos incomoda, nos duele y genera sufrimiento” (Vicario de Acción Social).
Pues pensemos nosotros, mirando a la parábola y a los pobres:
-¿Qué cualidades me ha dado el Señor? ¿Qué dones, qué capacidades tengo yo?
-Esto que Dios me ha regalado, ¿cómo lo voy a desarrollar esta semana?
-¿Cómo lo voy a poner esta semana al servicio de los pobres?
(Ver revista Diócesis: Hablan los voluntarios: “Yo salgo ganando”).
Antonio Aguilera