1. La gran historia y las pequeñas historias
En la vida hay una “gran historia” –así podríamos llamarla- reflejada en los libros de historia, en las crónicas oficiales, en los titulares de prensa, en los ecos de sociedad: el general tal ganó tal batalla, el ingeniero tal construyó tal acueducto, el arquitecto tal hizo tal catedral, etc. etc.
Probablemente es una historia en la que no estamos –y quizás ni estaremos- ninguno de nosotros, los aquí presentes.
Y, por otra parte, es una historia muchas veces llena de avaricia, de vanagloria, de búsqueda de honores, de poder desmedido… El triunfo, el éxito, las glorias de nuestro mundo…
Y hay otras muchas, muuuuchas, historias: la de los soldados que iban con el general en tal batalla, la de los picapedreros que tallaron las piedras para tal catedral, la de los albañiles que amasaron la mezcla para construir… Y la de sus familias… soldados, picapedreros, albañiles, familias de quienes nunca sabremos ni sus nombres ni sus apellidos…Y quizás así también la historia de nuestros padres, y la historia de nuestros abuelos, y la historia de tantos vecinos y conocidos nuestros.
2. La vida está llena de pequeñas historias, y la Biblia también
Sí, es así, la vida está llena de pequeñas historias. Y la Biblia también, la Sagrada Escritura entera, está salpicada de pequeñas historias con pequeños protagonistas a los que nunca les pasó por la cabeza ser conocidos dos casas más allá de la suya ni ser recordados dos meses después de su muerte: historias sencillas de gente sencilla, pero con resultados sorprendentes. Juntas esas historias forman la Historia de la esperanza, la Historia de la dignidad humana.
Hoy la Palabra de Dios nos presenta dos viudas sin nada para vivir, de las que nunca se supo su nombre ni cómo era su rostro. Y, a la vez, ejemplo impresionante de generosidad:
- La primera (1ª lectura: 1Re 17,10ss), la viuda de Sarepta, no tiene ya nada para comer: ella y su hijo ultimarán el puñado de harina que les queda con el chorreón de aceite de la alcuza y morirán después, no hay más. Y, a pesar de ello, comparte con el que ha pasado por su puerta, con Elías, lo que tiene, lo poco que tiene.
- La segunda, la viuda del evangelio (Mc 12,38ss), cuando muchos echaban bastante en el arcón de las ofrendas del templo, echaban de lo que les sobraba; ella echó sólo dos reales, nada. Pero… echó todo lo que tenía para vivir.
Es la pequeña historia de aquellas dos grandes mujeres.
3. El díptico del evangelio de hoy, díptico de contraste
Y nos podemos centrar un poco mejor en el evangelio que acabamos de escuchar, nos asomamos a la escena, miramos y contemplamos despacio: nos presenta un díptico de contraste que Jesús –fino observante de la realidad de la vida- lee con los ojos de Dios:
- Por una parte, unos líderes del templo, escribas y letrados –¡Cuidado con los escribas!, dice Jesús- que buscan los honores y su provecho personal: les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias, buscan los asientos de honor y los primeros puestos, y devoran los bienes de las viudas (de la pobre gente indefensa).
En el fondo no son nadie, ni siquiera son personajes de la gran historia, pero su vanagloria, su pavoneo, su orgullo les lleva al disparate en el que viven.
Viven en la avaricia (aprovecharse en todo lo posible de todos los demás), y viven en la vanagloria (el absurdo orgullo de los mediocres).
Vivir en la avaricia, en la vanagloria y dar de lo que les sobra es vivir en el fraude, en el engaño y querer tranquilizar la conciencia.
- Y, por otra parte, una pobre viuda que no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. Y no piensa en aprovecharse de nadie; al contrario, da lo que tiene porque otros lo pueden necesitar.
Y según Jesús da más que nadie, pues no da de lo que le sobra sino todo lo que tiene para vivir.
4. Y nosotros hoy, Día de la Iglesia Diocesana, ¿dónde estamos?
Según el relato del evangelio, ¿dónde está Jesús? Es muy claro y muy evidente:
- Desde luego, nos pone como ejemplo de vida, como ejemplo a seguir, a aquella mujer pobre, su sencillez, su generosidad: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie… Ha echado lo que tenía para vivir.
- Y pone como ejemplo de vida, como ejemplo a seguir, a aquella pobre viuda: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie… Ha echado lo que tenía para vivir.
- Nosotros hoy celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, con el lema “Somos lo que tú nos ayudas a ser”. Ciertamente y con gran gozo podemos decir que nuestra Iglesia Diocesana es historia de enorme servicio a toda la población de Málaga y Melilla, y parte de Venezuela… A través de nuestras 252 parroquias, de nuestros 5.137 catequistas, de los 1.315 voluntarios de Cáritas, etc., etc., se lleva el evangelio y la vivencia de la vida cristiana a toda persona que lo busca… En ese servicio y con buen estilo caminamos, gracias a Dios…
- Y todas las personas sirviendo en la Diócesis son, felizmente, como aquellas viudas de la Palabra de Dios escuchada: mucha gente pequeña, sencilla, con pocos haberes… pero con un corazón muy grande, y así dan para los demás no de lo que les sobra, sino de lo que necesitan para vivir.
- Así somos Iglesia Diocesana. Ser iglesia, que hoy agradecemos; y ser iglesia, que hoy nos compromete a colaborar y a servir a todos. Jornada, por tanto, de agradecimiento, de colaboración y de oración toda nuestra Diócesis, por todos nosotros.
Antonio Aguilera