1. Acogiendo la Palabra, entre tanta lucha, con la alegría del E. S.
Es muy bonita esta expresión que utiliza Pablo para felicitar a los cristianos de Tesalónica (2ª lectura). Según Pablo ellos viven “acogiendo la Palabra de Dios, entre tanta lucha, con la alegría del Espíritu Santo”.
“Acoger la Palabra”.
Curiosamente en ello estamos también nosotros. En años anteriores ésta fue una de las prioridades en la pastoral de nuestra diócesis: Fomentar la escucha y acogida de la Palabra de Dios en las comunidades cristianas. Y en nuestras parroquias el encuentro con la Palabra de Dios se viene llevando a cabo en los grupos y personalmente, la Palabra del Evangelio la escuchamos, la meditamos, oramos con ella y desde ella tratamos de orientar nuestra vida, nuestras decisiones. Acoger la Palabra… ¡Esto es una gracia de Dios!
2. La Palabra la acogemos en medio de luchas
Esta Palabra de Dios evidentemente la acogemos y hemos de vivirla en medio de luchas. En medio de las luchas de la vida, confrontándonos, desde la Palabra de Dios con las situaciones de nuestro mundo. Situaciones muchas veces muy duras y muy crudas. La prensa, la radio, la Tv nos hablan, cada día, de:
- La tiranía sufrida en bastantes lugares, que lleva a sus gentes a matarse entre ellos, a ejecuciones incontroladas, al secuestro y la violencia salvaje. ¡Cuánto se está sufriendo en la Tierra de Jesús! Y cuánto en tantos otros lugares: Ucrania, Mali, Siria, Etiopía, El Sahel, etc. etc.
- Y vemos la dureza de nuestro primer mundo, que no abrimos las puertas a los pueblos débiles, que no damos entrada a sus hijos ni nos afanamos porque tengan el desarrollo adecuado en sus países… Esa dureza con los demás es la gran vergüenza de quienes vivimos encerrados en nuestro egoísmo… y tantísimas veces, por seguir acomodados, nos callamos…
- Y vivimos y sufrimos el gran error político de negociar la verdad objetiva vendiéndola por votos, con el gran error de intentar engañar a la gente…
- Igualmente ocurre mucho el martirio mediático: prensa que se ensaña contra alguna persona o su familia… No por buscar la verdad, sino por vender…
- Y, además, todos nosotros, personal y familiarmente, tenemos también nuestras luchas particulares… Cada cual sabemos las propias…
Es decir, muchas luchas, en muchos frentes… Y ahí estamos cada uno de nosotros: somos cristianos en medio del mundo… ¿Qué hace falta para que todas estas luchas, las de fuera de nosotros y las de dentro de cada uno de nosotros, lleguen a buen término?
Cuando hay amor se encuentran soluciones, se hace camino, todo tiene horizonte. Es urgente cuidar el amor en nuestra vida. No nos valen otros preceptos, otras normas… si falta el amor.
3. Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Para todo lo anterior, acogiendo la Palabra, en el relato del Evangelio que hemos escuchado hay una gran luz.
Más de 600 preceptos tenían los judíos en tiempo de Jesús (365 prohibiciones y 248 mandatos). En medio de tal fárrrago, la pregunta del fariseo “tiene explicación”: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
En medio de todo este barullo de vida en el que estoy, ¿cómo tengo que vivir yo?, podríamos preguntarle al Maestro hoy nosotros.
El Maestro sabe que aquel fariseo conoce muy bien la Escritura –era lo normal en un judío- y va al Dt 6,5: Escucha, Israel, el Señor es único. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas.
Y de inmediato pasa a otro texto, en Lv 19,18: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y une ambos textos añadiendo Él: el segundo es semejante al primero.
Amar al Señor con todo el corazón, con toda el alma…y amar al prójimo… Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
4. ¿Con amar basta?
Sí, concretando bien ese amor: no es suficiente un amor emocional, de simples sentimientos, el amor sentimental… sino el amor de “manos a la obra”.
El amor que nos concreta muy bien la primera lectura: No oprimirás al forastero… No explotarás a viudas ni huérfanos…Si prestas dinero, no lo cargues de intereses, sea sin usura… Si tomas en prenda el manto de un pobre, se lo devuelves antes de ponerse el sol, si no ¿dónde se va a acostar?
Y para vivir así, no oprimiendo, no expoliando, amando de verdad… Yavéh Dios da una razón: Porque yo soy compasivo.
Preguntémonos sinceramente:
- ¿Es el amor a Dios y a los hermanos el centro de mi vivir, o vivo desde otros criterios?
- ¿Uno el amor a Dios con el amor a los hermanos, como dice el Señor?
- El escuchar el Evangelio de hoy, ¿a qué me compromete en esta semana?
Esto en todas las facetas de mi persona. Y esto como miembro de la Iglesia que soy: he de evangelizar siendo buen discípulo de Jesús, el Maestro.
Acogiendo su Palabra, vivamos en el amor: Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón…Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Lo pedimos al Señor.
Antonio Aguilera