1. “Acogiendo la Palabra, entre tanta lucha, con la alegría del E. S.”
Es bonita y muy honda esta expresión que utiliza Pablo para saludar, alabar y felicitar a los cristianos de Tesalónica (2ª lec). Según Pablo ellos viven “acogiendo la Palabra de Dios, entre tanta lucha, con la alegría del E. S.”
“Acoger la Palabra”.
Curiosamente en ello hemos crecido y estamos también nosotros. Hace unos años, pocos, ésta fue una de las prioridades en la pastoral de nuestra diócesis: Fomentar la escucha y acogida de la Palabra de Dios en las comunidades cristianas. Y es muy normal hoy, gracias a Dios, que en todas las familias tengamos la Biblia, el Evangelio de cada día, o que utilicemos el móvil para meditar tranquilamente las lecturas de cada jornada… Es decir, el encuentro con la Palabra de Dios se viene llevando a cabo ya con mucha frecuencia. Acoger la Palabra… ¡Esto es una gracia de Dios!
2. La Palabra la acogemos en medio de luchas, “entre tanta lucha”
Y esta Palabra de Dios evidentemente la acogemos y hemos de vivirla en medio de luchas. En medio de las luchas de la vida, confrontándonos, desde la Palabra de Dios con las situaciones de nuestro mundo. Situaciones muchas veces muy duras y muy crudas. Las sombras de un mundo cerrado, como las llama Francisco en el cap 1º de Fratelli Tutti, donde desgrana situaciones tales como:
- La grave situación sanitaria y económica que nos atenaza hoy al mundo entero por la pandemia del covid-19. ¡Cuánto está sufriendo mucha gente!
“El flagelo de la pandemia”, que dice el papa Francisco(FT 32-36).
- Y vemos cada día la dureza de nuestro primer mundo, que no abre puertas a los pueblos débiles, que no da entrada a sus hijos ni se afana porque se consiga un desarrollo adecuado en ellos. “Se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes”, dice Francisco (FT 37ss). Y en ese mismo campo, dice él, nos encontramos “lamentablemente… traficantes sin escrúpulos que explotan la situación de debilidad de los inmigrantes”. Es vivir “Sin dignidad humana en las fronteras” (FT 37ss).
- Y es también así “El descarte mundial de toda persona a la que ya no se considera un valor primario: unos, porque son pobres o discapacitados; otros, porque todavía no son útiles (los no nacidos); otros, porque ya no sirven (los ancianos) (FT 18ss).
- Y, además, todos nosotros, personal y familiarmente, tenemos nuestras luchas particulares también.
Es decir, muchas luchas, en muchos frentes… Y ahí estamos cada uno de nosotros: somos cristianos en medio del mundo… ¿Qué hace falta para que todas estas luchas, las de fuera de nosotros y las de dentro de cada uno de nosotros, lleguen a buen término? Algo tan esencial como es el amor.
Cuando hay amor se encuentran soluciones, se funciona, hay horizonte. Es muy urgente cuidar el amor en nuestra vida… 1 Cor 13: Si falta el amor…
3. Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Para todo lo anterior, por tanto, acogiendo la Palabra, en el relato del Evangelio que hemos escuchado hay una gran luz.
Más de 600 preceptos tenían los judíos en tiempo de Jesús (365 prohibiciones y 248 mandatos). En medio de tal fárrrago, la pregunta del fariseo “tiene explicación”: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
En medio de todo este barullo de vida en el que estoy, ¿cómo tengo que vivir yo?, podríamos preguntarle al Maestro hoy nosotros.
El Maestro sabe que aquel fariseo conoce muy bien la Escritura –era lo normal en un judío- y le cita Dt 6,5: Escucha, Israel, el Señor es único. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas.
Y de inmediato pasa a otro texto, en Lv 19,18: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y une ambos textos añadiendo Él: el segundo es semejante al primero.
Amar al Señor con todo el corazón, con toda el alma…y amar al prójimo… Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
4. ¿Con amar basta?
Sí, concretando bien ese amor: no es suficiente un amor emocional, de simples sentimientos, el amor sentimental… sino el amor de “manos a la obra”.
El amor que nos concreta muy bien la primera lectura: No oprimirás al forastero… No explotarás a viudas ni huérfanos… Si prestas dinero, no lo cargues de intereses, sea sin usura…
Y para vivir así, no oprimiendo, no expoliando, amando de verdad… Yavéh Dios da una razón: Porque yo soy compasivo.
Preguntémonos sinceramente, y luego vamos a comulgar y pedimos al Señor su fuerza:
- ¿Es el amor a Dios y a los hermanos el centro de mi vivir, o vivo desde otros criterios?
- ¿Uno el amor a Dios con el amor a los hermanos, como dice el Señor?
- Dios es compasivo: yo, hijo de Dios ¿soy compasivo?
- El escuchar el Evangelio de hoy, ¿a qué me compromete en esta semana?
Antonio Aguilera