1. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
El evangelio de hoy tiene una de esas frases que, arrancando de él, se hacen comunes y corrientes en la vida diaria: Dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios.
Con la expresión queda meridianamente claro –entre otras cosas- que
-Los poderes de este mundo, y sus césares, son una cosa;
-y Dios es muy distinto a eso… y es mucho más que eso…
Por tanto, no confundamos, no caigamos en la trampa, no aceptemos que poderes de este mundo –o personajes de este mundo, ávidos de poder- se sientan dioses… Cosa que, a veces, vemos en el terreno de la política, en el de la economía, y, por más desgracia, también quizás en el de la iglesia…
En la 1ª lectura vemos que el rey Ciro, con sus triunfos, tenía ese peligro: es alabado, es cantado, es laureado por sus gentes y por los israelitas a quienes ha permitido (Edicto de Ciro) salir de Babilonia y volver a su tierra, a Judá… Pero el profeta Isaías deja muy claro que es Dios el que lo llamó, el que lo lleva de la mano, el que le da el título… Y dice Dios: “fuera de mí no hay otro”.
No, de endiosarnos, ¡nada!: Dios es Dios y los hombres, todos, criaturas…
2. Solo Dios es Dios
Sí, Dios es Dios. Pero sólo Él.
Y a Dios es a quien hemos de darle todo lo que es de Dios.
Y a sus hijos, la humanidad entera, lo que es de los hijos de Dios.
Y esos hijos de Dios por el mundo, millones de personas que desconocen la fe en Jesucristo y que, además, viven situaciones humanas muy duras: hambre en muchos países, inseguridad total y falta de respeto a la persona, secuestros, violaciones, expoliación de sus tierras, pandemia desbocada y otras muchas circunstancias dolorosas que no hemos visto o no hemos querido ver… esos hijos de Dios son eso: hijos de Dios, hermanos míos, hermanos nuestros.
Y, como hijos de Dios que son y hermanos nuestros, con ellos hemos de compartir la fraternidad y la amistad social (Cfr. Fratelli tutti, la encíclica del papa Francisco que firmó el pasado día 3). Y, al seguir el Evangelio, hemos de compartir lo que somos y tenemos: nuestra persona y nuestros bienes.
El Domingo Mundial de la Misiones, Domund, nos recuerda hoy que las relaciones que nos unen a los demás han de ser de una profunda fraternidad en Cristo, que trasciende fronteras y alcanza a todos los hombres sin prejuicios de raza, color, cuna o geografía.
“Aquí estoy, envíame”, es el lema de la fiesta misionera que hoy celebramos. Ha de acrecentarse la disponibilidad y la colaboración en todos nosotros, porque se está llevando el Evangelio a 1.115 territorios de misión.
3. Dimensión misionera de la Iglesia
Todos sabemos que parte esencial de nuestra iglesia, de nuestra fe, es llevar el Evangelio, es la dimensión misionera. San Pablo VI (gran hombre y gran papa, y gran santo) escribía: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN 14).
Hemos de hacer que el Evangelio llegue a todos los pueblos, a todas las gentes. Y con el Evangelio, el compartir de los hermanos: compartamos los bienes, la cultura, la sanidad… A esos pueblos más sencillos, más deprimidos, más heridos hoy por la pandemia y otras enfermedades -allí crónicas y desde tantos años ya-, acerquemos el Evangelio y sus consecuencias: acerquémosle a Cristo y, con Él, un mundo de fraternidad, de sana convivencia, ¡que es posible!
4. Hermanos nuestros, misioneros, dan su vida
Muchos hermanos nuestros están allí, misioneros en esos 1.115 territorios de misión que tiene hoy nuestra iglesia en vanguardia, gastando su vida al servicio de los más pobres, de los enfermos… sabiendo que las consecuencias pueden ser el contagiarse, el morir, el ser perseguidos, el no ser aceptados…
Pero ellos, en vez de reservarse su vida, gozosamente y con alegría la entregan, la dan… Ellos dan su vida curando, sirviendo, ayudando, educando… y llevan la Buena Noticia del Evangelio. “Aquí estoy, envíame”, es su decisión.
¡Qué apóstoles tenemos! ¡Qué vanguardia tan generosa, tan evangélica!
- Los necesitamos.
- Y nos necesitan: -Oración continua por ellos.
-Búsqueda de nuevas vocaciones que se entreguen.
-Apoyo humano y acogida cuando están agotados.
-Y medios económicos, que compartimos.
Hoy los recordamos, los admiramos, rezamos por ellos, y queremos aprender de ellos… En ellos “damos a Dios lo que es de Dios”, y a los hijos de Dios lo que es de los hijos de Dios.
Y por todos los misioneros y misioneras, por ellos y por ellas, oramos hoy y compartimos nuestros bienes, que los necesitan. Seamos muy generosos.
Domingo Mundial de las Misiones –Domund-, Jornada Mundial de las Misiones = jornada de Iglesia entera, jornada de todos nosotros.
Antonio Aguilera