1. ¡Seguimos con la viña!
Alguno de ustedes dirá “¡qué pesaos estamos ya con tanta viña!”. Un poco de razón lleva: hace dos semanas, el domingo 25, hablábamos de aquella viña a la que son llamados y van los jornaleros a distintas horas y el propietario a todos los trata por igual; el domingo 26, el pasado, se hablaba de los dos hijos enviados por el padre a la viña y cómo uno fue y el otro no; y hoy, nuevamente el asunto de la viña está de fondo: en la primera lectura y en el Evangelio.
El asunto puede parecer ya pesao, cargante, pero una cosa sí es cierta: cuando la Palabra de Dios insiste en ello y la liturgia lo recoge es que, dos cosas:
- Al dueño, al Señor, le interesa la viña… su viña… ¡Le interesamos!
- El Señor quiere que la viña que somos todos nosotros dé buenos frutos.
2. La canción de la viña
Hemos escuchado la primera lectura, del profeta Isaías, preciosa: el profeta toma, para transmitirnos su mensaje, una canción popular de su tiempo. Al final de la vendimia se hacían unas fiestas; muchas veces era todo alegre: se habían recogido buenos frutos; otras veces el resultado era un desastre, mucho trabajo durante todo el año y poco fruto o frutos amargos… Y alguien, ante esta ocasión compuso un canto: la viña bien cuidada, pero que, cuando se esperaban buenas uvas, dio agrazones… (repasar la lectura, y animar a leerla: Is 5,1-7).
El dueño de la viña hizo todo lo que pudo hacer por ella, pero… los resultados fueron malos.
Oye, ¿y esto no puede ser –se diría el profeta- lo de Dios con nosotros, su pueblo? Y aplica el tema de la canción a aquel pueblo creyente: la viña del Señor es la casa de Israel, son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.
Bueno, pues la Palabra de Dios es para todos los tiempos, nos podemos hacer nosotros hoy, en 2021, la misma pregunta que el profeta Isaías (s. VIII):
- La viña del Señor hoy, ¿no somos nosotros?
- ¿Cuántos beneficios nos ha regalado el Señor?:
-Personalmente: vida, inteligencia, saber amar, cualidades, dones, salud…
-Familiarmente: personas que nos quieren, a quienes queremos, cuidado…
-Socialmente: hay problemas, pero… lo básico, medicinas, enseñanza…
-Como creyentes: elegidos, llamados, acompañados, enviados…
= Hemos recibido del Señor muchas cosas, nos ha cuidado y nos ha mirado como a su propiedad personal. Es la pasión de Dios por cada uno de nosotros.
- ¿Y qué hemos respondido?…
-Ante esa pasión “incurable” de Dios por nosotros, ¿no es verdad que no hemos respondido adecuadamente?: Pablo (2ª lec. Flp 4,6-9) nos habla de responder con todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable. Yo, si me miro al espejo tengo que decirme, en mi dimensión personal: Ufff… verdad, nobleza, justicia, honradez, pureza, amabilidad… ¡qué lejos estoy de ello!
-Y si me miro en mi dimensión social, decía el profeta esperó de ellos derecho, esperó de ellos justicia… Ni veo que yo corresponda bien, ni el pueblo en el que vivo tampoco… Cuánto chanchullo, cuánta injusticia, cuánto egoísmo… cuánta mentira… predominan entre nosotros.
-Y si miro a mi dimensión eclesial; ¿verdad que, a veces, hemos pasado de un Jesús que se entrega, de un Señor que lava los pies, de un Mesías que se abaja… a situaciones nuestras eclesiásticas muy poco coherentes con esto, muy poco coherentes con el Evangelio?
3. Y más: ¡hasta hemos creído que la viña es nuestra!
Puede que, como nos recuerda la parábola de hoy, nos hayamos pensado que la viña es “nuestra”, “mía”… y, convirtiéndonos en “viñadores dueños”, hemos eliminado a los enviados del propietario –los profetas- y hasta al mismo hijo del dueño, al Señor Jesús.
Los arrendatarios de la viña queremos en demasiadas ocasiones sustituir al Hijo del dueño: rompemos una y otra vez sus criterios de vida, su estilo de humildad y servicio, su mandato de amor.
La parábola es muy dura para todos nosotros, iglesia, y para los dirigentes en ella. Como lo fue entonces para el pueblo judío y para sus dirigentes.
4. Por ello, “Señor, derrama sobre nosotros tu misericordia”
Así hemos pedido en la oración colecta, la oración primera.
Y es verdad, ante la viña que somos dando escasos o malos frutos, recapacitemos:
– Pidamos la misericordia de Dios, ¡que podemos contar con ella!
– Pidamos la luz de Dios para mirar bien su camino y seguirlo.
– Pidamos su gracia, que nos capacita para responderle adecuadamente.
Tenemos un curso por delante:
- ¡Seamos la viña que el Señor quiere! En todo…
- Demos en nuestra familia, en nuestra parroquia, en nuestra profesión y en nuestro entorno las buenas uvas que una buena viña da.
- Demos los buenos frutos que Dios quiere y que nuestros hermanos necesitan.
Antonio Aguilera