1. Continuación: “No podéis servir a Dios y al dinero”
Las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo van en continuidad con las del domingo pasado:
- El evangelio de la semana pasada acababa: No podéis servir a dos amos, a Dios y al dinero (Lc 16,13).
- El evangelio de hoy nos habla muy fuertemente de quien vive para sí y se olvida de los demás. Y… del mal uso y despilfarro de los bienes.
Y es que esto ocurre: en tiempos del profeta Amós (1ª lec), en tiempo de Jesús (Ev) y hoy. No sabemos/queremos vivir con lo que necesitamos. Mirar al hermano y compartir está muy lejos de nuestra mentalidad habitual.
En una de sus visitas a África, san Juan Pablo II hizo un llamamiento crudo a la comunidad internacional. Decía él: ¿Cómo juzgará la historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que no lo hace por ceguera fratricida?
Hermanos, ¿cómo nos juzgará la historia futura cuando vivimos con más de lo necesario y otros lo necesitan para vivir? Algo, o bastante, de ceguera tenemos, ¿verdad?… ¿Ceguera inconsciente? ¿Ceguera voluntaria?
2. Escuchamos a Dios en su Palabra
La primera lectura es del profeta Amós (6,1.4-7), siglo VIII aC, tiempo de esplendor en Israel, hay de todo… Y según el profeta hay quienes
- Se fían de Sión y confían en el monte de Samaría = sus templos, sus lugares de oración, a los que peregrinan = tienen religiosidad…
- A la vez: duermen en lechos de marfil, banquetean con terneros cebados, música y perfumes…
- Y se olvidan del desastre de José = Se olvidan de su pueblo, se olvidan de la gente…
= Es decir: sociedad opulenta que arrincona al más débil y lo olvida…
Y el Evangelio nos muestra la sociedad del rico epulón (sin nombre) que se olvida del pobre mendigo Lázaro (Lc 16,19-31):
- El rico epulón se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndida-mente cada día… Jamás miró ni reparó en el mendigo a su puerta…
- Lázaro: cubierto de llagas y esperando lo que tiraban de la mesa del rico.
= Aquello que dice Amós ocurría en el antiguo Israel: siglo VIII aC.
Lo de la parábola ocurría, dice Jesús, en su tiempo: siglo I dC
Hoy: quienes acaparan y despilfarran… y quienes mueren de hambre.
3. El asunto nos llama, es fuego que quema
El asunto es muy fuerte y muy crudo. Y quienes estamos aquí decimos: ¡qué más quisiera yo que tener una solución!
No la tenemos “personalmente”. Sin embargo, es muy cierto que “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero” … ¡Algo es posible hacer!
- Por lo pronto he de plantearme honradamente: ¿yo estoy con el rico epulón o no? = ¿Yo estoy viviendo con lo necesario o malgasto… a la vez que creo alabar a Dios?
¿Y cómo estoy educando a mis hijos, a mis nietos? ¡Es difícil, cierto!
- ¿Yo qué comparto? Quizás bienes materiales… ¡estupendo! La limosna en Cáritas hace milagros…
Además, tengo mis cualidades: ¿Sirvo con ellas a otros? ¿Visito enfermos? ¿Atiendo a mayores? ¿Ayudo donde quiera que estoy?…
- Nunca, nunca vale decir “no puedo”, “no soy capaz”, “no quiero” …
Quizás no pueda algo llamativo… Pero siempre puedo acercarme a otra persona, escucharla, acoger, tender puentes, animar… (Buen Samaritano).
4. “Hombre de Dios, practica la justicia, el amor…”
A sus discípulos el Señor los llamó por su nombre, los preparó, los capacitó y los envió a predicar y curar.
A nosotros, discípulos, el Señor nos llama, nos capacita, nos envía…
¡Y es así de verdad! Mirad lo que dice Pablo a Timoteo (1Tm 6,11-16: lec 2ª), lo que nos dice Pablo hoy a nosotros: Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe… Guarda el mandamiento sin mancha.
Vivir en este tono es vivir la fe, es ser discípulos del maestro de Nazaret, es sabernos y ser hermanos… es sabernos y ser humanos…
Dios nos quiere con una humanidad honrada y fraterna… Dios no nos pide más… Démosle, con el corazón plenamente suyo, esto: humanidad.
5. Decídete a ello y aliméntate para ello
Hombre de Dios, mujer de Dios: mujeres y hombres honrados y fraternos, mujeres y hombres honrados y humanos.
Con el apoyo de la familia, del grupo parroquial, de los “amigos” …
Con el alimento de la oración.
Con el alimento del altar, ¡Dios hecho pan!
De la mano de María, la Madre.
Antonio Aguilera