1. En Cesarea de Filipo
Hemos escuchado muy bien el relato del evangelio de Mateo que nos ofrece la liturgia de este domingo, domingo 21 del tiempo ordinario: Jesús y los discípulos están por Galilea; se nos vienen rápido a la mente el lago y los dos pueblos en la orilla norte: Cafarnaún, donde viven Pedro y su familia; y Betsaida, otro pueblo pequeño vecino, cuna también de varios de ellos.
El grupo de los discípulos se va consolidando, siguen al Maestro. Y Jesús quiere conocerlos mejor, más profundamente, estar con ellos, ahondar la fraternidad, enseñarles mejor, cuidarlos mejor…
Así que de Betsaida caminan hacia Cesarea -Cesarea de Filipo-, donde las fuentes del río Jordán. La región tenía dos connotaciones muy concretas:
- Era un lugar con antigua tradición pagana: allí se adoraba al dios “Pan” (dios de la mitología griega, dios de la naturaleza, dios de los bosques y de los campos, y que vigilaba la fertilidad de los rebaños). Adoración a un dios falso, a un ídolo.
- Y a aquel lugar, en la época romana, se le había dado el nombre de “Cesarea de Filipo”: el rey Filipo, hijo de Herodes el Grande, manifestaba así su culto al César… Adoración al poder imperial.
En aquel lugar, por tanto, se daban cita -el culto pagano al dios griego,
-y el culto al poder de Roma, al imperio.
Ambas cosas, ese tipo de cultos, no están tan lejos de nosotros, ¿verdad?
También nosotros, a veces, caemos en el culto a los ídolos y en el culto al poder…
Pues bien, curiosamente en ese ámbito
- Hace Jesús la pregunta esencial a los discípulos,
- y ahí encomienda a Pedro su gran misión.
Podríamos decir que en esta escena que nos relata Mateo tenemos mucha cristología y mucha eclesiología.
Nos paramos un poco en ambas cosas:
2. La pregunta esencial, (cristología): Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
En diálogo familiar, por el camino, Jesús pregunta
–“¿Quién dice la gente que soy yo?
Fácil la respuesta, fácil responder de “oídas”:
-“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros…”
Pero Jesús quiere ahondar, entrar en la fe de los discípulos, en su hondón, y pregunta más a fondo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Vosotros…
La respuesta ahora ya es comprometida: no es lo que dicen, es lo que digo yo, es mi personal experiencia… La mayoría callaron… Pedro se lanzó:
–“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesucristo me pregunta hoy a mí, personalmente; a ti, personalmente:
–¿Quién dices tú que soy yo?
¿Qué le respondo? “Unos dicen que… otros que…” ¿O tengo la decisión y valentía de Pedro?: ¡“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!”.
¿Quién es Cristo para mí? ¿Qué digo yo a los demás de Él? Y si digo que es el Hijo de Dios vivo, ¿me lo creo de verdad?, ¿estoy entregándole por completo mi vida? La respuesta conlleva mucho compromiso…
3. Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, (eclesiología)
Pedro respondió bien: con mucho acierto y con valentía…
Y Jesús le mostró claramente la alabanza: ¡Dichoso tú, Simón…!
Y Jesús le mostró claramente la elección y la misión: Sobre ti edificaré mi iglesia… Te daré las llaves… lo que ates… lo que desates…
Aquel Pedro es hoy Francisco: con elección de Dios y misión por Dios encomendada, nos guía a ser una iglesia de puertas abiertas, de acogida, de total entrega y generosidad en medio de este mundo… que también adora a ídolos y a poderes… parecido al ambiente donde Jesús estaba aquel día con los discípulos.
Fieles a Jesucristo, hermanos, seamos la iglesia que Jesucristo quiere.
4. María nos acompaña -en la respuesta sobre quién es su Hijo
-en que seamos la iglesia que su Hijo quiere
El ser totalmente de Cristo, el ser iglesia tal como Jesucristo quiere de nosotros hoy… es un gran deseo en todos nosotros, ¡seguro que sí! Y es un gran gozo… ¡queremos vivir el ser de Cristo y queremos vivir el ser su iglesia!
María fue muy de Cristo, la Madre: quien mejor lo atendió, quien mejor lo cuidó, quien mejor lo aprendió, quien mejor lo acompañó…
Y María estuvo en el inicio, en el nacimiento de la iglesia: con su Hijo y los apóstoles… Y es Madre de la Iglesia…
¡María nos va a acompañar en esa andadura nuestra!
Tendremos con gozo la imagen de nuestra patrona en la catedral.
Y durante la novena, que comienza el día 30, a nuestra Virgen de la Victoria la veneraremos con gran cariño y con unos oídos y un corazón muy abiertos para aprender y vivir lo que ella supo de Jesús y lo que vivió con Él.
¡Bienvenida será la Madre del Señor y Madre de la Iglesia, bajo la advocación de Virgen de la Victoria!
Antonio Aguilera