1. Jesús rompe fronteras
Jesús había dado de comer a cinco mil hombres, más mujeres y niños, teniendo sólo cinco panes y dos peces (Mt 14,13-21), así nos decía el relato evangélico de hace dos domingos; había curado paralíticos ((Lc 5,17-26); había dado vista a ciegos (Mt 9,27-31); como síntesis de su vida, dice el evangelista Mt que “recorría ciudades y aldeas enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia y sanando toda enfermedad y dolencia” (Mt 9,35).
Esto anterior lo venía realizando en su tierra, entre sus paisanos; cosa que los paisanos que lo seguían, judíos de tradición, lo veían lógico: la salvación anunciada y esperada por ellos era para las ovejas de Israel, como se dice en el v. 24 del relato de hoy, el que acabamos de escuchar.
Fuera de Israel estaban los “gentiles”, los paganos: así en Tiro, en Sidón, en la región sirofenicia y en otros lugares… A esos extranjeros, paganos, se les denominaba con la expresión “perros” (no en el sentido duro y peyorativo con que nosotros lo diríamos hoy, sino sencillamente como indicando que a ellos no pertenecía la salvación de Dios, ellos no eran del pueblo judío, el pueblo elegido por Yahvé).
Pero he aquí que hoy, en el relato recién proclamado, vemos a Jesús traspasando la frontera. Lo vemos precisamente en las ciudades de Tiro y Sidón, en Fenicia, ha cruzado el norte de Galilea, ha salido del territorio judío, y nos narra Mateo el encuentro de Jesús con una mujer de aquella zona, una cananea, una nativa de Canaán, una no-judía.
2. Mujer extranjera y pagana, pero madre necesitada
Aquella mujer, extranjera y pagana, es una madre necesitada: tiene su hija enferma “con un demonio muy malo”, dice ella. Y por boca de alguien ha oído hablar de la bondad y del poder de Jesús –la noticia de sus curaciones había corrido por todas partes-, y acude a Jesús rogándole que cure a su hija:
-“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David, mi hija tiene un demonio muy malo”.
En el comienzo del diálogo las palabras de Jesús son duras, a nosotros nos extrañan hoy; con ellas Mateo quiere mostrar la dureza judía (y quizás la dureza y el error de gente de su propia comunidad, miembros provenientes del judaísmo):
-“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer insiste, “se postró ante él y le pidió de rodillas:
-Señor socórreme”.
Es que esta mujer es madre, le duele su hija, está necesitada y tiene fe en la bondad y en la fuerza de Jesús, y hasta le llama “Señor, Hijo de David”.
Y Jesús cura a su hija. Jesús se salta la frontera “mental” que encierra a sus paisanos, sale a los paganos y cura a quien lo necesita. Jesús denuncia así nuestros encerramientos, sale a los necesitados (ya sean judíos o paganos) y denuncia y rompe así esa mentalidad antidivina y antihumana de “los nuestros”, “los míos”, “mi” grupo…
Que eso era mentalidad judía, sí, pero… ¡ojo!… ¿no sigue siendo en bastantes ocasiones mentalidad nuestra también hoy? Lo “nuestro”, lo “mío”, “mi” grupo… los que piensan como yo, los que son de mi cuerda, los de mi ideología… En resumen: yo-mi-me-conmigo… Muy difícilmente damos el paso al tú, al nosotros… a compartir ideas, a buscar soluciones juntos, a aprender del otro, a reconocer que también el otro tiene verdad…
Bastantes veces nos quedamos en aplausos a los míos e insultos a los otros. ¿Es posible construir así la familia que necesitamos, la parroquia que necesitamos, el país que necesitamos, las instituciones públicas que necesita-mos?
Personal y comunitariamente
- hemos de convencernos de que la salvación de Dios “es de Dios”, que es Padre de todos. A Dios le duelen por igual todos sus hijos… Y rompe fronteras, y sale a todos, y cura a todos. El papa Francisco en Lisboa insistía: Todos, todos, todos… (Hay que matizar, pero… todos).
- Hemos de preguntarnos: ¿Me mantengo yo encerrado en lo mío, en los míos, o salgo yo a los demás, a todos, sirviendo y curando?
- Hemos de pedir con insistencia: ¡Señor, haznos ser una “iglesia en salida”, una iglesia con los brazos abiertos, una mujer o un hombre siempre en actitud de acogida y servicio a todas las gentes!
3. Aquella mujer pagana, excelente ejemplo para nosotros
Es extranjera, según la mentalidad judía no le pertenece la salvación de Dios… ella lo sabe. Y las palabras iniciales que escucha así se lo muestran…
Pero ha vislumbrado que Dios es “más”, que su bondad y su misericordia son infinitas… Sin saberlo, ella, pagana, nos revela al Dios verdadero.
Y ella nos enseña a orar: “Se postró ante Jesús, y le pidió de rodillas:
Señor, socórreme”.
Hermanos: -Apertura de mente y corazón.
-Reconozcamos le verdad y la bondad que hay en todos.
-Aprendamos de todos y siempre: ¡aprendices siempre!
-Y constantes e insistentes en la oración: Señor, socórreme.
Antonio Aguilera