1. Incapaces de ver más allá de nuestras narices
Un filósofo danés del siglo XIX (1813-1855), Sören Kierkegaard, tiene un escrito, “La parábola del payaso”, que a mí me hace pensar siempre cómo en ocasiones me quedo en lo momentáneo, en lo bullanguero-gracioso, y soy incapaz de ver la verdadera y honda realidad.
Narra Kierkegaard en esa parábola la historia de un circo que llega a una pequeña localidad. Allí eso no solía ocurrir, por tanto, se hace fiesta, los aldeanos contentos, lleno total en el circo… Y la gran atracción eran los payasos: entusiasmo, risas, aplausos… fabulosa interpretación…
Pero, mientras están actuando, ocurre una catástrofe, un gran incendio: el pueblo ardiendo, casas en llamas… Para avisar del desastre y del peligro, sale a comunicarlo a la gente el mejor de los payasos… Sin embargo, por más que lo dice, grita, llora, gesticula, nadie lo cree: más aplausos, más risas, todos lo creen una más muy buena interpretación del payaso.
Nadie lo tomó en serio… Y cuando cayeron en la cuenta de la realidad ya era demasiado tarde: pueblo arruinado, todo calcinado.
Es decir: se quedaron en el presente, en lo inmediato, y fueron incapaces de ver más allá
2. Aquí me quedo … Y sin embargo el Señor me llama más allá
Muchas veces, las personas somos muy dadas a quedarnos en lo inmediato, en el presente… ¡nada más!
Tengo mis cosas, mi tarea, mis seguridades, mi “tesorillo”… ¡Aquí me quedo! Y vivo rutinariamente ya en esa dimensión de tranquilidad. Aplaudo esa situación y no veo más allá, o no quiero ver más allá. Me niego a ver que el mundo arde y que yo he de intervenir.
El Señor, efectivamente, me llama, nos llama a vivir en otra actitud más noble, más honda, más entregada; nos llama a vivir alerta, evangelio de hoy:
- Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas …
- Estad preparados…
- Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá…
Y vivir alerta, preparados siempre, no por una actitud de miedo. Jesús nos dice cariñosamente:
- No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Es decir, un vivir alerta y preparados siempre, desde un querer ser fieles a Dios en todo y en cada momento. Un vivir alerta desde una confianza plena en el Señor:
- Vende lo tuyo, dalo en limosna… Hazte talegas que no se echen a perder…
Que tu tesoro sea el plan de Dios, y donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
3. Para ello es necesaria una actitud de fe muy fuerte, fe honda
“La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve” , nos dice la carta a los Hebreos, (2ª lec).
- Seguridad: Sé de quién me he fiado, que decía Pablo (2 Tm 1,12). Sé que estoy en los brazos de un Padre que me quiere, el Padre Dios… Vivo con la fuerza de los hermanos, de la iglesia…
- Y desde esas certezas camino. Y camino afrontando las pruebas que haya, afrontando la vida tal cual aparece cada día…
Como los grandes creyentes Abrahán, Sara, Isaac y Jacob. Ellos, confiados plenamente en Dios, en su llamada:
- vivieron su presente con hondura,
- caminando a un futuro en el que fueron un pueblo numeroso como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
4. En conclusión
No nos quedemos nunca en lo que nos distrae de la verdad, por muy bonito que sea, que muchas veces lo es. Vayamos a aplaudir al payaso cuando el pueblo está en llamas…
Vivamos la realidad interviniendo en ella como mujeres y hombres de profunda fe: Estad preparados, tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas.
Vivamos interviniendo en la vida con una confianza plena en Dios: No temas, pequeño rebaño…, que nos dice el mismo Jesús.
Y reafirmándonos cada día en que nuestro tesoro está en Dios. Y si Dios es nuestro tesoro, que en Él esté nuestro corazón.
Antonio Aguilera