El proyecto de vida de Dios
Si mal no contamos, hasta siete parábolas se proclaman entre el domingo pasado, hoy y el domingo próximo. Es el capítulo 13 de Mateo (les invito a mirarlo despacio y completo), el “discurso de las parábolas”: Jesús había anunciado la llegada del Reinos de los Cielos (Mt 4,17), ahora trata de explicar en qué consiste ese reino, y a este fin sirven “las parábolas del reino”, que son relatos breves y sugerentes, con imágenes y comparaciones tomadas de la vida cotidiana que llevan al oyente a pensar en los diversos aspectos del Reino de Dios, en los diversos aspectos del proyecto de vida de Dios para los hombres.
El domingo pasado –lo recordamos muy bien- se nos comparaba el Reino de los Cielos con el sembrador que salió a sembrar su semilla, la semilla cayó en diversas tierras y dio, lógicamente, frutos diversos. Parábola del sembrador.
Hoy acabamos de escuchar tres nuevas parábolas: la del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura: las tres nos ayudan a entender qué es el Reino de los Cielos, y las tres pueden aplicarse, con plena actualidad, a nuestros días y a cada uno de nosotros personalmente.
Cizaña y trigo, mitad y mitad
Cuenta Bernard Schaw, dramaturgo inglés, en una de sus obras que salió un hombre, pistola en mano, a las afueras de una ciudad a asaltar a quien pasara. Pasó un caminante y el ladrón le echó el alto: -Deme 50 céntimos para comer.
El asaltado, perplejo no tanto por el asalto sino por la pequeña cantidad que el ladrón le pedía, dijo y entraron en diálogo:
- Pero, hombre, ya que está usted armado, ¿por qué no me pide más?
- Porque sólo necesito cincuenta céntimos, contestó el ladrón.
- Asaltado: Entonces usted qué es: ¿un sinvergüenza o un hombre honrado?
- Ladrón: Yo soy mitad y mitad, como todo el mundo.
Y llevaba razón el ladrón ¿verdad? El mundo no se divide en buenos y malos, en campos de cizaña y campos de trigo. Están, estamos, mezclados; y mezclados dentro de nosotros mismos cada cual tenemos dentro trigo y cizaña, cada cual somos trigo y cizaña.
En tiempo de Jesús hubo hombres y grupos que quisieron el Reino de Dios “ya” y “puro”: esenios, fariseos, quizás J. Bautista y sus discípulos…
Jesús no compartía tal puritanismo. Y lo contesta con esta parábola (también con la de la red que recoge peces buenos y malos). Jesús sabe que mientras crece la siembra es difícil distinguir entre el bueno y el malo, entre el trigo y la cizaña… se parecen mucho a veces. Hay que dejar tiempo de maduración… Jesús nos enseña a esperar… Él conoce la siembra y rechaza los fanatismos, los inmediatismos… Llegará el tiempo de Dios y Él juzgará lo oportuno para cada cual… Entre nosotros, con mucha humildad, seamos más cautos, más comprensivos, más dialogantes.
Árbol frondoso y acogedor
Maravilloso también el mensaje de la segunda parábola, la del grano de mostaza: casi insignificante en su inicio. Parece mentira que un grano tan pequeño, sembrado en la huerta, pueda transformarse en un árbol frondoso y acogedor.
Así son también Jesús y su Reino: con mínimas palabras, arrancando de lo muy poco (un grupito de pobres hombres en Palestina), tuvo y tiene la capacidad de abrirse a las expectativas más hondas de todos los hombres, a los deseos y esperanzas de toda la humanidad, y darles respuesta de verdadera vida.
La levadura, humildad y capacidad
También como la semilla de mostaza, la levadura es muy poca cosa, pequeñísima cantidad que se pierde en la masa… Pero ¡qué capacidad interior! Con ella fermenta toda la masa, y la convierte en pan bueno y crujiente que alimenta a todos.
¿No estamos siendo llamados hoy los cristianos en nuestra tierra a ir siendo así? No masa, sino “perdiéndonos”… pero nunca para diluirnos ni desaparecer sino para fermentar el ambiente donde Dios nos ha colocado.
No lo dudemos: cada cristiano, cada uno de nosotros estamos capacitados por Dios mismo para ser levadura. ¡Seamos esa levadura que fermenta la masa!
Un trocito de pan y un poco de vino
Y, hermanos, así:
- dialogantes con todos en el campo en que Dios nos ha sembrado,
- siendo desde nuestra pequeñez árbol que cobija a quienes llegan
- y con la capacidad y la fuerza de la humilde levadura,
somos Reino de Dios, vivimos en el Reino de Dios y forjamos Reino de Dios.
Para ello, un gran alimento ofrecemos ahora y compartiremos después, expresado en signos pequeños y sencillos: un trocito de pan y un poco de vino… que encierran todo el misterio de Dios que se hace alimento y se acerca hasta nosotros parar darnos su propia vida y transformar la nuestra.
Y María estuvo y está en esta andadura, en la andadura de la pequeñez, precisamente porque al que llevó en su seno y al que dio a luz era muy grande.
Antonio Aguilera