1. A casa de unos amigos
Según el relato del evangelio que acabamos de escuchar, Jesús entra en una aldea y se dirige a casa de unos amigos que ya conocemos: Marta, María y Lázaro. Están allí las dos hermanas. La presencia de Jesús va a provocar en ellas dos reacciones diferentes:
- María: quizás la más joven, lo deja todo y queda sentada a los pies de Jesús. Su preocupación es escucharle y alimentarse de su palabra.
- Marta: reacción diferente, se desvive por acogerlo, atenderlo, preparar las cosas. Y Lucas la describe agobiada por las ocupaciones externas.
Marta, dolida con su hermana, se queja: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
Jesús no pierde la paz, y le habla a Marta con gran cariño, repitiendo despacio su nombre –Marta, Marta- y viéndola tan agitada: Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte.
Jesús no critica el servicio de Marta: ¡si él mismo está enseñando a sus discípulos a desvivirse por los demás! Jesús no contrapone la vida activa a la contemplativa; no contrapone la escucha atenta de su palabra con el compromiso de vivir practicando la entrega en el servicio.
Jesús más bien alerta del peligro de vivir agobiados por el exceso de actividad, apagando la serenidad que da el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor. (¿Contagio yo paz o nerviosismo y estrés?).
Ojo, que nosotros, en nuestra actividad cristiana, si no dedicamos espacios a conocer, escuchar y dialogar con Jesús podemos acabar siendo buenos funcionarios ejecutivos, pero no saboreadores felices de su Palabra, de su persona; podemos llegar a ser funcionarios agobiados, pero no testigos que irradian el aliento del Señor.
2. Además, el derecho a “sentarse”
Es un segundo asunto de la escena, que Lucas no quiere que olviden los seguidores de Jesús. Marta está haciendo “lo que había que hacer”, lo que tocaba a las mujeres de aquel tiempo: cocer el pan, cocinar, prepararlo todo bien para servir al varón.
¿Sentarse y escuchar a un maestro? La mujer no estaba autorizada para escuchar como discípula a los maestros de la ley. Este Maestro es distinto con la mujer: ella puede ser su discípula, que lo escucha atentamente y aprende su mensaje. María tiene derecho a sentarse, como los varones, a escuchar la Palabra de Dios. Y presenta Lucas a María con rasgos de discípula.
Nos falta aún en la sociedad y en la iglesia camino por andar en esto, ¿verdad? ¡Pues que seamos conscientes de ello y vayamos caminando! Que se hace camino al andar… En la iglesia necesitamos mujeres en primera fila…
3. Contemplación y acción se necesitan y se complementan
Contraponer acción y contemplación es absurdo. No pueden ser dos actitudes excluyentes. Son necesarias ambas cosas, se complementan:
- Necesitamos ser una Marta y un Abrahán (1ª lectura) que se desviven por el que llega y le ofrecen todo lo que está a su alcance.
- Y necesitamos ser una María que escucha sin prisas, que abre el corazón, que acoge… que invierte su tiempo a los pies del Maestro…
Lo primero solo, quizás sería activismo y creerme que todo depende de mí, de lo que yo trabaje… ¡Error garrafal! Y error bastante frecuente…
Lo segundo solo, sería evasión de la realidad… que en ocasiones vemos, como grave riesgo, en personas o grupos que propugnan un vaciamiento de la mente, un bienestar interior, un dejarme llevar de mi sentirme feliz (muchas cosas de la religión de la new age, de quienes buscan sentirnos bien…). Esto conduce a buscar mi propio bien, olvidar la solidaridad con los demás, y conduce a vivir con una “espiritualidad anestesiada” (EG 89-92).
Ora et labora –contemplación y acción– es una buena conducta. La suma de ambas actitudes lleva a la hospitalidad, con la que Jesús actúa en su vida y la que nos pide a sus discípulos: Él se desvive por los demás y, a la vez, escucha al Padre y se retira noches enteras a vivir en oración.
4. Nosotros, discípulos del Maestro
Sepamos nosotros hacer bien nuestra andadura:
- A los pies de Jesús muchas veces, con buenos ratos de charla con Él. Lo primero, ir al Maestro y ver con Él qué plan tiene para mí hoy…
- Y, desde esa anterior vivencia, a entregarnos con sosiego, con diálogo afable y con paz a los hermanos, desviviéndonos por ellos…
Y, para bastantes personas, ahora con un especial tiempo propicio: vacaciones. Que sepamos enriquecerlas con hospitalidad, con ratos de conversación sosegada, con el merecido descanso y encontrándonos con Dios.
En el Señor tenemos la fuerza y la luz para concretar bien nuestra vida y vivirla según Él quiere.
Y con María, la Madre, podemos conversar sobre su Hijo…
Antonio Aguilera