1. Yo quisiera que Dios me hablara
Frecuentemente, en mi tarea de cura, vivo conversaciones con muchas personas, de todo tipo y edad, que, por circunstancias de la vida están rotos, lo están pasando muy mal… Problemas con el esposo o con la esposa, dificulta-des con los hijos, dificultades con los padres, enfermedades, mala situación laboral, muy escasa economía… ¡Muchos asuntos, a veces complicados!
Son personas que están buscando luz, ver el camino que han de hacer. Y suelen decir “yo quisiera que Dios me hablara, que Dios me dijera por dónde tengo que caminar, qué he de hacer”.
Quizás muchas veces nosotros también lo decimos así. “Que el Señor me hable, que me indique qué debo hacer”…
Pero…
- ¡Si ya me está hablando!: “El mandamiento de Dios está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca” (Dt, 1ª lect).
- Y no es una cosa inalcanzable: “No está en lo alto del cielo. No está más allá del mar” (dice también el autor sagrado en el Dt).
- “Está en tu corazón y en tu boca: ¡cúmplelo!”. ¡Vívelo!
2. El evangelio de hoy nos concreta lo que Dios nos habla
El evangelio de Lc que acabamos de proclamar nos subraya magistral-mente la forma de cumplir, la forma de vivir, lo que Dios nos habla, lo que Dios quiere de cada uno de nosotros: Practica la misericordia con tu prójimo.
¿Cuántas veces habremos escuchado, leído, meditado la parábola del Buen Samaritano? Mil veces. Junto con la del Hijo Pródigo será uno de los textos más conocidos de los evangelios. ¡Seguro que sí!
Bueno, pues el resumen de esta parábola lo podemos expresar así:
Vive para Dios = Vive para tu prójimo = Sé prójimo a tus hermanos.
Y subraya quién es el prójimo: cualquiera que se cruce en tu vida.
Y qué bien recalca el evangelista, Lucas en su capítulo 10, lo que me está hablando Dios de cara a los demás, lo que hay que hacer con cada persona con la que me encuentro en mi camino. Fijémonos en los verbos que se utilizan: lo vio / le dio lástima / se acercó / vendó sus heridas / lo montó en su bestia / lo llevó a una posada / lo cuidó / se gastó su dinero en él.
En una palabra: Practicó la misericordia con él, contestó el maestro de la Ley.
Y Jesús le dice: Anda, haz tú lo mismo
Mirar atentamente a los demás, acercarse a cada persona en concreto, atenderlos en todo lo que nos sea posible… Por ahí va lo que nos dice el Señor. Ayudar, servir al prójimo, es la gran manera de alabar a Dios.
Servir al prójimo, servir especialmente al hombre caído al borde del camino, atender bien al necesitado, es la gran liturgia, con mayúscula, que Dios nos pide. La liturgia que nace de quienes celebran la Eucaristía.
¿Qué tal nuestra misericordia con los demás? A través de ellos nos está hablando el Señor, a través de ellos leemos verdaderamente el Evangelio.
3. Cristo Buen Samaritano
Y es que así vivió y actuó Cristo. Él fue el principal Buen Samaritano:
- Se abajó al hombre caído, vino de lo alto: Todo fue creado por Él… en Él reside la plenitud (Col, 2ª lec).
- Se acercó amorosamente a la humanidad perdida.
- Para redimirnos a todos, dando hasta su propia sangre.
- Cristo no se gastó su dinero, gastó su vida en cada uno de nosotros.
Fue Él realmente el Buen Samaritano que estuvo, que está a nuestro lado. Y su vida es una llamada a cada uno de nosotros hoy.
4. Nosotros, llamados a estar próximos a tanto prójimo caído hoy
- ¿Dónde está ese hermano al que tengo que dar mi vida?
- Lo sé muy bien: está en mi casa, quizás… Está en la calle sin nadie que lo mire con cariño… Es el muchacho que intenta levantarse y vuelve a caer… Es el padre de familia que sale a buscar algo y vuelve con las manos vacías… Y hasta es el que ya no es capaz de salir de su situación… Es hasta el que malgastó su dignidad y ahora no puede recuperarla, que los hay y los conocemos… y sufrimos con ellos…
- Francisco nos va dando mucha luz en esta dimensión del cristiano. De palabra y con sus pequeños-grandes detalles: ¿Dónde está lo más crudo de los inmigrantes? Allí va a verlos, a estar con ellos y a gritar al mundo el dolor de esas gentes… / ¿Dónde está lo más duro de los refugiados? Allí va a estar con ellos y a abrirles puertas…Y todo siempre de manera muy sencilla, sin boato ninguno, de hermano a hermano…
¿Qué hizo el buen hombre de la parábola con el apaleado y tendido en el suelo? ¿Qué hizo, que hace, el Señor y el Maestro (es el Señor y es el Maestro) con nosotros?
Y nos dice: Anda y haz tú lo mismo.
Con el alimento del altar, con la Eucaristía, ¡es posible!
Y llevados de la mano por María, ¡es posible!
Antonio Aguilera