Nos llama y nos da su hombro
¡Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré!
Hermanos, nada más que escuchar estas palabras de Jesús, que se acaban de proclamar en el evangelio, ya vibran en nuestro interior una alegría y un gozo serenos que dan fuerza para mirar el día con ganas e ilusión, ¿verdad que sí?
Estamos cansados y agobiados, con dificultades diversas, mirando al exterior y al interior… pero alguien nos llama y nos da su hombro. Y ese alguien es Jesucristo mismo: saber esto, sentir esto, ciertamente refresca nuestra alma.
Con brevedad, porque no es tiempo el verano para muchas palabras, pero abriendo el corazón a la Palabra de Dios, que nos reúne ahora y nos ilumina siempre, es bueno destacar tres puntos desde las lecturas que hemos escuchado:
1ª lectura
Zacarías es un profeta del postexilio. Por el año 586 antes de Cristo aquel pueblo creyente del antiguo Israel, invadidos por las tropas de Babilonia, perdieron su tierra (la tierra prometida), su monarquía (la promesas hechas al rey David) y su templo (el templo de Jerusalén, el templo sobre el monte Sión, que era el lugar elegido para morada de Dios con ellos).
Los buenos historiadores (Cf. Arnold Toynbee, 1889-1975, Londres) dicen siempre que un pueblo, para ser tal, para tener su identidad, necesita tres elementos fundamentales: una tierra, un rey y un templo. El Israel de los años del exilio (586-538) lo había perdido todo: ahora, invadidos y deportados por Babilonia, ya no son nada; no tienen ni tierra, ni rey, ni templo… De esta forma, en el exilio se van agotando todas las esperanzas.
Y allí, en aquella situación de inutilidad, Zacarías, profeta de Yahvé, sorprende a sus paisanos hablando de una gran esperanza: “Alégrate, hija de Sión; canta hija de Jerusalén, mira a tu rey que viene a ti victorioso y justo…”
“Victorioso y justo”… pero no arrogante ni prepotente, no rodeado de maquinaria de poder y guerra. Dominará, dice, de mar a mar, pero “modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica”. Desde la pequeñez, Dios le hará vencer a los caballos y carros. Dios le hará romper los arcos de guerra.
Una llamada, por tanto, al valor de lo humilde, de lo sencillo… Dios trabaja desde ahí, y con esos medios. Y desde ese talante es posible vencer, es posible la victoria de Dios, es posible la victoria de los hijos de Dios.
Evangelio
Y según el evangelio, es a la gente humilde a quien se revela Dios. Lo escondido es revelado a ellos: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra (dice Jesús) porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.
Dios cuenta con la persona, con la mujer y con el hombre, de talante sencillo, humilde, modesto. No busca supermanes ni superwomans, superhombres ni supermujeres, sino que trabaja, hace el camino de la salvación con gente normalita (cf. María, apóstoles, …) y con estilo callado y silencioso.
Hermanos, Dios cuenta con gente como nosotros… El Señor cuenta con nosotros… con gente que nos cansamos, que nos agobiamos, que nos venimos abajo, que tantas veces no sabemos por dónde caminar ni con qué fuerzas seguir. Y es él mismo quien nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”.
Por ello, vivamos serenos y con paz. Descansemos nuestros agobios en el Señor. Relativicemos lo que creemos que es imposible… que “para Dios nada hay imposible” (Cfr. que las estériles Sara, Ana, Isabel… engendraron hijos; y María, sin conocer varón, fue elegida para madre del Mesías).
Con el Señor, seguro, seguro que caminamos con horizonte, con perspectiva… Él nos tiende su mano con frescura.
2ª lectura
Pablo nos hace ver que vivir en lo austero, en lo humilde, en lo sencillo, vivir echados en el Señor… es vivir en el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos sido llamados a vivir en la carne, con nuestras fuerzas y nuestros poderes, encerrados en nuestros criterios… Hemos sido llamados a vivir en el Espíritu del Señor, porque “el Espíritu de Dios habita en vosotros”.
Y, hermanos, si el Espíritu de Dios habita en nosotros, vivamos según los criterios de la sana vida espiritual: la educación, la sencillez, la confianza, la humildad, honradez, el trabajo bien hecho… ¡y siempre en los brazos de Dios!
En resumen
Lo que nos dice hoy el Señor: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”.
Y lo hacemos así poniendo ahora nuestra vida en el altar, junto al pan y el vino; el pan de la fraternidad y el vino de la alegría; el pan y el vino en los que el Señor Jesús se hace presente entre nosotros.
Pan y vino eucarísticos, el Señor en persona, que nos da su fuerza para continuar haciendo el bien en la familia, en la calle, entre la gente… Y nos empuja a abrir el corazón a todos los afectados por la pandemia…
Antonio Aguilera