1. Nuevo año litúrgico
Hermanos, con el nuevo domingo 1º de Adviento, domingo que celebramos hoy, pisamos los primeros peldaños hacia la Navidad, nos abrimos ya a esa gran fiesta en la que celebraremos que Dios se hizo hombre, que todo un Dios se encarnó en criatura humana.
Iniciamos hoy la preparación para esa gran fiesta en la que conmemoraremos el hecho impresionante de la primera venida de Cristo a nuestra historia: el Niño que nace en Belén. Y en la que, a través de esa conmemoración, nos abrimos a la 2ª venida de Cristo al final de los tiempos.
- Gran acontecimiento, gran conmemoración, gran apertura llena de esperanza para que Cristo sea el Señor de nuestra vida, el Señor del universo.
- Conmemoración y esperanza.
Y la Palabra de Dios nos ayuda hoy a revivir todo esto hablándonos de un mundo viejo que tiene que desaparecer (así hemos escuchado en el evangelio) y de un mundo nuevo que ha de surgir, que está brotando: “Suscitaré un vástago que hará justicia y derecho en la tierra…” (1ª lect: profeta Jeremías).
2. Ha de caer el mundo viejo
Esa caída del mundo viejo la presenta el evangelio, hemos escuchado, con simbólicas expresiones apocalípticas:
-En la tierra angustia de gentes enloquecidas…
-Estruendo del mar y oleaje…
-Los hombres sin aliento por el miedo…
Y, hermanos, algo o mucho de esto vivimos nosotros: ¿No es cierto que somos un poco gente enloquecida?
- Personalmente: andamos sin sosiego, saltamos a la primera, sin paz; cuántas y cuántas incoherencias; apenas nos conformamos con lo necesario, siempre ansiando más; a veces no nos entendemos en nada…
- Comunitariamente: los demás, la comunidad es para amarnos, para ayudarnos los unos a los otros; la comunidad es para desarrollar mejor la vida de cada persona individual… Y ¡cuántas veces me desmarco de los demás y me voy a lo mío: yo, mi, me, conmigo…! Y “tú” ¡no me importas!: no valoro al otro, ni siquiera lo escucho con atención…
- En el mundo entero: ¿No es un enloquecimiento el despilfarro de unos cuando hay pobreza en otros? ¿No es un enloquecimiento el mundo de las pateras, tener que morir ahogados en el mar por intentar vivir?
= Sí, hermanos… “Gentes enloquecidas”, nos recuerda el evangelio hoy.
3. Pero surgirá un mundo nuevo: grito de esperanza
Es el grito importante de la liturgia de hoy, 1º de Adviento: ¡Esas incoherencias pasarán! ¡Las romperá el Mesías! ¡El mundo nuevo llegará!
Y se nos indica diciendo que:
- Verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y gloria. El Hijo del Hombre por encima de todo, sobre los corruptos poderes de nuestra historia, sobre el mundo viejo… Cristo vencedor… (evangelio).
- Llegan días –dice el Señor, 1ª lec., Jer– en que cumpliré mi promesa. Confianza, por tanto, hermanos, plena en Él: Dios no falla nunca…
- Suscitaré un retoño nuevo que hará justicia y derecho (Jer. 1ª lect). Es decir, Dios nos promete la salvación, ¡y Dios es fiel!
= Hermanos, se nos invita a la esperanza: -vivir en la esperanza,
-forjar esperanza donde estemos
4. ¿Cómo vivir nosotros en esperanza y cómo forjar nosotros esperanza?
- “Levantaos, alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación” (Evang).
- “Habéis aprendido ya a agradar a Dios, proceded así y seguid adelante” (2ª lectura, Pablo a Tesalonicenses).
Y nos plantea el evangelista Lucas -cómo arrancar el mal de nuestra vida
-y cómo plantar el bien:
- No se os embote la mente con el vicio, vuestras drogas, la preocupación por acumular… Es decir: -Arrancad todo esto…
-No se os embote la mente con las preocupa- ciones que no son Dios y los hermanos…
- Estad siempre despiertos, pidiendo a Dios su fuerza, manteniéndoos de pie… Es decir: Plantad lucidez… cordura… oración… perseverancia…
5. Con María, plantemos esperanza
Adviento, pues, nos abre a la esperanza: una esperanza activa, que nos implica en profundidad. ¡Vivámosla! ¿Qué he de arrancar? ¿Qué he de plantar?
Y en esta andadura, María, quien mejor preparó el nacimiento del Niño, nos acompaña: ella nos guía y ella caldea nuestro corazón.
ADVIENTO – ¡Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación!
Verle venir cada día que amanece.
Verle venir en cada hermano que saludamos cada mañana.
Verle venir en cada hermano al que le sonreímos.
Verle venir en cada hermano al que tendemos la mano.
Verle venir en cada palabra de bondad que decimos.
Hay que aprender a “ver venir a Dios que siempre está viniendo”.
Sabemos que está, pero cada día se hace nuevo.
Sabemos que nos ama, pero cada día con un amor nuevo.
Sabemos que espera mucho de nosotros,
pero cada día es una esperanza nueva.
Verle venir en cada niño que nacerá en este tiempo de Adviento.
Verle venir en cada amigo que encontramos en el camino.
Verle venir en cada dificultad que se nos pone en el camino.
Verle venir aunque el día se nos ponga oscuro.
Verle venir aunque los problemas nos agobien.
Verle venir de lejos, pero verle también cercano a nosotros.
Verle venir en cada encuentro con nosotros mismos.
Verle venir en cada llamada que sentimos de cambiar.
Verle venir en cada comunión que recibimos.
Verle venir en cada perdón que se nos regala.
Dios está viniendo en cada día y en cada momento.
Lo que importa es que nosotros sepamos verle venir.
No sea que Dios venga y encuentre las puertas con llave.
No sea que Dios venga y se pase de largo.
No sea que Dios venga y no nos encuentre en casa.
(Del libro de Cáritas, 2015-2016, pg. 17))
Antonio Aguilera