Al árbol le son imprescindibles sus raíces
Siendo joven, diácono, viví este diálogo con un abuelo, un hombre de campo, de Almáchar:
-“¿Ha visto árboles sin hojas?, me dijo él.
-Claro, respondí yo, el almendro, el ciruelo…por ejemplo: parte del año no tienen hojas.
-¿Ha visto usted alguna vez un árbol sin frutos?, volvió a preguntarme.
-Claro, le dije: hay años en que, por sequía o por heladas o por otras razones, no dan fruto.
-¿Ha visto usted alguna vez un árbol sin raíces?, me insistió sabiamente el abuelo.
-No: raíces, eso sí que tienen todos, y en todas las épocas, aunque no las veamos…”
El árbol unas veces tiene hojas, y otras veces no tiene…
El árbol unas veces tiene frutos, y otras veces no tiene…
Esto dependerá de que sea primavera o sea invierno, de los cuidados, de…
Pero ¿podrá vivir el árbol sin raíces? ¿Verdad que es imposible?
Nosotros unos días estaremos más eufóricos, más efusivos… otros días, hundidos…
Nosotros unos días haremos las cosas bien…, otros días, no tanto… Dependerá de…
Pero, ¿podremos vivir sin raíces, sin la fuerza de Dios, sin la vida que Él da? ¡Imposible!
A lo largo de la Cuaresma hemos ido queriendo abonar bien y cuidar bien las raíces de nuestra vida de discípulos del Señor.
Hemos intentado en nuestra Cuaresma ahondar en Dios, enraizarnos en Él.
La escalada cuaresmal está llegando a su fin: hoy último domingo ya de Cuaresma, el próximo será Domingo de Ramos.
Recorrido de Cuaresma
- Todo comenzaba, en el domingo I de Cuaresma, con un desierto: Jesús puesto a prueba por el diablo, las tentaciones de Jesús. Y veíamos nuestras tentaciones…
- Subimos, II domingo, al monte Tabor: allí fuimos confidentes del Señor, testigos de su Transfiguración, testigos de su gloria.
- Sedientos y fatigados por el camino el Maestro nos ofreció la mejor agua, en el brocal del pozo de Jacob: el agua que salta a la vida eterna. Y nosotros, como la Samaritana, dijimos: ¡Señor dame de beber! Domingo III.
- La semana pasada –domingo IV- Jesús aparecía como la Luz del mundo, curaba al ciego de nacimiento. Y sabemos que Él cura nuestras cegueras. Jesús da siempre luz.
- Fuerza para afrontar las tentaciones, confidentes de Él, Él que es Agua cristalina, Él que es Luz… Y hoy –domingo V- nos ofrece, dice el Evangelio, Vida en abundancia, vida nueva que surge en nosotros después de haber puesto la nuestra en sus manos:
Estamos en Betania, aldea cercana a Jerusalén; Lázaro, el amigo de Jesús, ha muerto. Cuando ocurrió la muerte, Jesús no estaba allí; las hermanas, Marta y María, le habían mandado aviso: “Señor, tu amigo está enfermo”. Llegado ahora a las proximidades del sepulcro Jesús llora con gran dolor la pérdida de su amigo: “Jesús se echó a llorar”. Se nos presenta a un Jesús muy humano, frágil y entrañable con aquella familia, es el momento duro en que muere uno de sus mejores amigos: la casa de Marta, María y Lázaro había sido para Él lugar de amistad grande, de acogida, de descanso, de… familiaridad.
Llora con ellos, llora muchas veces con nosotros, con nuestras limitaciones, con nuestras dificultades, con nuestra enfermedad, en la pandemia… ¡Está a nuestro lado!
Eso sí, sus plazos son distintos (tardó cuatro días en ir), pero… ¡seguro que está al lado!
Yo soy la Resurrección y la Vida
Está al lado de Marta y de María, y al lado nuestro hoy con una propuesta impresionante.
Fue ejemplo para superar nuestras tentaciones, fue confidente que nos mostró un avance de su gloria, es el Agua para poder caminar, es la Luz en nuestras cegueras.
Y hoy nos dice: -Yo soy la Resurrección y la Vida,
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá.
-Lázaro, ven afuera.
Devuelve la vida a Lázaro.
Y pide que le quiten sus ataduras: Desatadlo y dejadlo andar.
Ni Lázaro ni nadie están perdidos u olvidados en ningún momento para el Señor.
Ninguno de nosotros hoy tampoco estamos perdidos u olvidados jamás para el Señor.
En Jesucristo la vida nunca muere.
Jesucristo, que nos da la vida, ¿qué nos pide?
¿Qué se nos pide, siempre y hoy más? Una fe grande.
A Marta le dijo el Señor “Yo soy la Resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque
haya muerto vivirá… ¿Crees esto?”
Marta respondió: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
También nosotros creemos en su fuerza, en su capacidad de darnos resurrección y vida. También nosotros le decimos hoy: “Sí, Señor, yo creo”. Esa fe son nuestras raíces.
Hace poco nos comentaba el papa Francisco, en una preciosa y muy honda homilía en el Vaticano, el pasaje de la tempestad calmada (Mc 4,35ss) y hacía resonar en nuestros oídos la expresión de Jesús “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?
Agradezcamos la fe que tenemos, intensifiquemos esa fe: con ella superamos los miedos.
Quizás somos muchas veces huesos calcinados, huesos secos en sepulcros… (1ª lectura).
“Huesos calcinados” que hoy se reflejan en… guerra, incoherencias, tanta insensatez…
Pero Dios en persona nos dice, por boca de Ez. : Yo mismo abriré vuestros sepulcros…
Os infundiré mi espíritu y viviréis…
Y nosotros, bautizados, vivimos en el Espíritu de Dios, en el Espíritu de Cristo (2ª lec).
El Señor nos sacará de nuestras muertes, nos hará salir de nuestros sepulcros y nos pondrá, sin ataduras, en mitad de la gente, en medio de la vida para seguir caminando.
¡Vivamos con ese talante nuevo, propio de mujeres y hombres que se dejan conducir por el Espíritu de Dios! Seamos como el árbol con raíces, siempre con buenas raíces.
Y con la savia que recibimos, con la fuerza de Cristo, afrontemos el estar en medio de la vida: en la familia, en el trabajo, en la cofradía… ayudándonos todos a todos.
Vivos, desatados de la enfermedad, en medio de la gente y con nuestras raíces en Dios… así será nuestro futuro, deseamos y esperemos que muy pronto. ¡A caminar!
Y el tener fe y vida y creer en la vida, hoy nos hace mirar a:
- Todos los que se les desprecia y no se les admite, a quienes están rotos, a los que sufren la enfermedad, y a todos sus familiares… Y rezamos por ellos y con ellos.
- Todos los que, buenos samaritanos, cirineos, están sirviendo a la comunidad entera.
- Raíces, fe, que nos lleva a mirar a Dios, en la plegaria, y a mirar a la gente, con el servicio que cada cual podamos aportar.
Antonio Aguilera