- Alegría, sí: Dios presente en la historia, salvando
La 1ª lectura, libro de las Crónicas, nos habla un poco de la historia del antiguo Israel, el antiguo Pueblo de Dios. Y el relato que hemos escuchado es una meditación sobre cómo y por qué van al destierro de Babilona (años 586 al 538) y cómo y por qué son liberados, salvados, de aquella situación.
- El pueblo había llegado a un grave estado de corrupción, dice el libro de las Crónicas: Todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades y mancharon la casa del Señor.
- Dios les envió avisos, pero se burlaron de ellos: El Señor les envió avisos, por medio de mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo, pero ellos se burlaron de los mensajeros y se mofaron de los profetas, hasta que ya no hubo remedio.
- Llegó el caos, fueron incendiados la ciudad de Jerusalén y su templo. El rey de Babilonia (Nabucodonosor) se aprovechó de la corrupción en el pueblo judío y lo destruyó, llevándolo al destierro y ocupando sus tierras.
- Cuando el pueblo, en el destierro, se hubo purificado y recapacitó, Dios, por medio de un nuevo rey, Ciro (rey de los persas, que dominó a los babilonios), hace volver al pueblo judío a su tierra: pueden nuevamente vivir en sus tierras, rehacer sus haciendas, retomar su vida. Gozo, alegría.
Con esto el autor sagrado nos está diciendo que Dios actúa misericordio-samente en nuestra historia y habla por medio de nuestra historia, y en ella.
Nuestra vida no es, por tanto, algo aburrido y muerto: minutos, horas, días… que pasan sin más. Nuestra vida es algo vivo, es algo donde Dios está con nosotros y está haciéndonos a nosotros. Dios hasta escribe derecho en los renglones torcidos de nosotros los hombres. ¡Alegría porque Dios salva!
2. Alegría, sí: Cristo también presente en nuestra historia, salvando
Aquel muerto, que era el pueblo judío, fue revivificado por Dios.
Cristo también está dispuesto a hacer de nuestra vida una historia nueva. Él es rico en misericordia y nos transforma:
- Por el gran amor con que nos amó, por pura gracia suya, estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos ha hecho vivir (2ª lec).
- Y más, dice el Evangelio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
3. Si Dios salva, si JC su Hijo salva, nosotros podemos ser transformados
Podemos ser salvados. ¿Qué necesitamos para ello? Cada uno de nosotros, conoce muy bien qué necesita él. Pero, en conjunto, pienso en tres cosas.
1) Levantar el ánimo y procurar ser fieles:
- Cuando nos vemos con nuestro pecado, con nuestras miserias… tenemos el peligro de hundirnos: veo que traiciono, que hablo mal de otros, que soy irresponsable en mi trabajo… y me digo: “imposible salir de esto”… ¡y ahí me quedo!
- Y Dios nos está llamando y diciéndonos “venga, levántate, ¡que es posible caminar por el buen camino! Dios confía en nosotros y siempre nos da nueva oportunidad. Agarrémonos a esa confianza suya y seamos fieles a su llamada. Y alegrémonos profundamente: ¡hay motivos para la alegría!
2) Preferir la luz a las tinieblas:
- Dice el Ev: La luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz. ¿Seremos tan duros de mollera que no queramos caminar en la luz?
- No, lo nuestro es vivir en la luz, ser hijos de la luz. Queremos vivir en la verdad, y el que realiza la verdad se acerca a la luz.
- Vivir en la verdad: honradez, responsabilidad, tarea bien hecha, ir de cara siempre, buscar la unión, servir… ¡Son caminos y vivencias de alegría!
3) Dejarnos hacer por Dios (Moradas 5ª-7ª):
- Dios es rico en misericordia, por pura gracia suya estáis salvados… Somos, pues obra suya. Así dice Pablo a los efesios, 2ª lectura.
- Lo que importa, por tanto, es dejarnos hacer por Él. A veces nos creemos superhéroes y queremos transformar la vida y nuestra vida personal…
- Santa Teresa, aquella gran mujer y santa de Ávila, en su libro de las Moradas (7 estancias del Castillo interior), nos describe que, en el crecimiento en la vida espiritual, hay unos primeros pasos que los inicia uno, que se esfuerza especialmente en ellos (las 3 primeras moradas). Viene luego la 4ª morada: es como una conjunción del trabajo de Dios y el nuestro. Y llegan, por fin, las moradas 5ª, 6ª y 7ª donde la grandeza es dejarse hacer por Dios, reposar en Él y, sencillamente, como los grandes personajes de la Biblia: Aquí estoy, Señor. Y sentirnos alegres con Él.
Pues que, con responsabilidad, fidelidad y honda alegría, nos dejemos transformar por Jesucristo, que está en nuestra historia salvando, que está en nuestra vida dándonos plenitud de vida.
Antonio Aguilera