El Dios de la zarza y el Dios de la higuera
Partiendo de las lecturas que hemos escuchado, podríamos iniciar esta breve reflexión fijándonos en el Dios de la zarza en el monte Horeb (1ª lec), que no acababa de consumirse y llamó la atención de Moisés e hizo que se replanteara su vida; y en el Dios de la higuera (Ev), higuera que no daba frutos y que Jesús nos la pone como ejemplo de que hemos de convertirnos.
Y como hilo conductor seguro que nos servirá muy bien el salmo que he-mos recitado, porque es muy cierto: El Señor es compasivo y misericordioso.
Dios pide higos a la higuera, no pide peras al olmo
En la escena del evangelio todo comienza con unos que se acercan a Jesús tendiéndole una trampa, ¡a ver si lo cogen, a ver si pueden pillarlo!
En una de las represiones llevadas a cabo por los soldados romanos, bajo órdenes de Pilato, habían muerto un grupo de galileos…
Vamos a ver qué opina Jesús de esto, se dicen los que van a él, vamos a ver su respuesta, ¡a ver si lo pillamos!: Si sus palabras favorecen a Pilato, Jesús, que es galileo, traiciona a sus paisanos… Si las palabras favorecen a los galileos, Jesús está contra la autoridad… Diga lo que diga, ¡lo pillamos!
Jesús, que es bastante listo, añade un asunto más: en otra ocasión, por la caída de la torre de Siloé, habían muerto aplastados otro grupo de gente…
En la mentalidad ambiental aquello ocurría porque eran pecadores. Jesús aprovecha lo de Pilato y lo de la torre de Siloé, lleva a terreno religioso el asunto, y les plantea algo más hondo: aquellos murieron por ser pecadores, pensáis…
- Y vosotros, ¿no sois tan pecadores como ellos? Pues si no os convertís, todos pereceréis.
Les lleva la conversación a la conversión que necesitan. Y les propone una parábola para que entiendan bien la necesidad de convertirse, la parábola de la higuera que no da fruto, en la que dice el dueño:
- Desde hace tres años vengo a recoger el fruto de la higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
El dueño ha sido sensato: pide a la higuera lo que puede dar, higos, no le pide peras ni melones… Dios, el dueño de nuestra vida, también es sensato, y nos pide lo que podemos dar naturalmente… no nos pide cosas especiales, nos pide honradez y hacer bien las cosas… sencillamente.
El dueño de la higuera es realista: no se deja engañar. A los tres años de plantada y bien trabajada por el viñador, ya es tiempo de dar frutos…
Y el dueño es paciente: ha esperado ya tres años y, a petición del viñador, va a esperar un año más.
También Dios con nosotros ha sido, está siendo, sensato, realista y paciente, ¿verdad?
Ciertamente, el Señor es compasivo y misericordioso con nosotros…
Pero ya es hora de que nos tomemos en serio el responderle adecuadamente: ha depositado en nosotros mucha esperanza, nos viene dando desde hace mucho tiempo su gracia, su ayuda… ¡Vamos a responderle ya! ¿Cómo?
Como en la escena de la zarza
Según el evangelio, el Dios de la higuera nos llama a la conversión, a dar fruto… Y según la 1ª lectura, el Dios de la zarza nos indica camino, doble actitud para esa conversión que necesitarnos vivir todos nosotros:
a) Encuentro con Dios:
En mitad de su tarea habitual, como pastor en el monte Horeb, Moisés tiene una experiencia religiosa fuerte: una llamarada interior, como una zarza ardiente que no se apaga. Y ante esa llamarada, ante esa zarza ardiente, se pone ante Dios, se acerca a él, se descalza y le dice a Dios desde lo más hondo de su vida: Aquí estoy.
Tú y yo, cada uno de nosotros, necesitamos también acercarnos a Dios, encontrarnos con él, descalzarnos de muchas cosas, y estar disponibles para él: Aquí estoy, Señor. Y el Señor nos hablará, ¡seguro! Como le habló a Moisés.
b) Disponibilidad para ser enviados:
Tras el encuentro con Dios, con ese fuego por dentro, con esa zarza ardiente que no se consumía, Moisés escucha lo que Dios le dice: He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas, me he fijado en sus sufrimientos, voy a bajar a librarlos para llevarlos a una tierra fértil… Ex 3,10: Ve, yo te envío a Faraón para que saques a mi pueblo de Egipto. Y Moisés fue a la misión, y sacó a su pueblo de Egipto.
Tú y yo, cada uno de nosotros, ¿compartimos con Dios esa mirada suya a la gente? ¿Estamos dispuestos a ir a servir a nuestros hermanos?
Conclusión
–Dios es paciente con nosotros: El Señor es compasivo y misericordioso.
-Nos llama a dar buenos frutos, los que corresponde que demos.
–Ante el envío que nos hace, en oración, digámosle: ¡Aquí estoy, Señor!
Antonio Aguilera