Celebramos hoy la Ascensión del Señor: el Señor que, a los 40 días de resucitar, sube a los cielos, y ya es el Señor sentado a la derecha del Padre Dios.
1. Hablar y escuchar con el corazón
Todos hemos visto (y nos hemos sonreído) a una pareja de recién enamorados: observamos que dicen palabras que a los ajenos nos parecen tonterías: tus ojos son el mar, tus lunares son gotas de belleza, … Pero lo cierto es que ellos han puesto su corazón en lo que se están diciendo: se hablan con el corazón y se escuchan con el corazón. Los demás no los oímos con el corazón…
Igual cuando una madre dice “mi hijo es un sol”. Todos sabemos que no es tan así, pero es que también ella habla con el corazón…
Por tanto, hay cosas que salen del corazón, que se escuchan con el corazón y que sólo se entienden abriendo nuestro corazón a ellas. Para el que oye sólo con la mente y los oídos únicamente son palabras locas, tonterías…
2. Que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón (Pablo, 2ª lectura)
Algo así ocurre con el Evangelio:
-Está dicho y vivido con toda el alma, con toda la vida: con mucha inteligencia, y, por supuesto, con mucho corazón.
-Y sólo se entiende de verdad con oídos sanos, con buena cabeza y con el corazón plenamente abierto.
Por eso Pablo (2ª lectura) pide a Dios que ilumine los ojos de nuestro corazón, para que llegue –lleguemos- a comprender la grandeza y la esperanza a la que estamos llamados.
Esa grandeza y esa esperanza se expresan hoy en el hecho de la Ascensión del Señor, relato que, siendo secundarios los detalles externos, tiene un doble gran mensaje:
a) Que Jesús vive y es el Señor de todo y de todos: Quisieron matarlo y lo mataron, porque no siguió los criterios de este mundo y su mensaje era de fuerte amor y de total fraternidad.
Pero ha triunfado: el Padre lo resucitó.
= Hay esperanza, hay camino para los que sufren, para los que quitamos
de en medio, para los pobres: pueden triunfar, es el camino de Dios.
b) Su ascensión es liberadora:Es nuestra esperanza de salvación plena.
- Para Él, que vive la vida plena de Dios, con el Padre y el Espíritu.
- Para nosotros, creyentes, discípulos y seguidores injertados en Él, sarmientos de la cepa que es Él –en Él vivimos, nos movemos y somos-; para nosotros que sabemos que nuestra esperanza es cierta: con su vida Él ha vencido a la muerte y asciende a los cielos; nosotros, viviendo con Él, podremos ir destruyendo todas las situaciones de muerte: egoísmo, envidias, pasiones, despreocupación por los demás…
3. Esperanza grande, por tanto
Sí, esperanza grande, por tanto, hermanos. ¿Y esta esperanza qué nos produce?
- Una gran alegría, dice el Evangelio: Después de verlo subir a los cielos, los discípulos volvieron con una gran alegría.
- Y una gran responsabilidad: ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Ese mismo Jesús volverá (1ª lectura) … Vosotros sois testigos de esto (Evangelio).
¡Volverá! …Y está aquí. Está aquí repitiéndonos: Vosotros sois testigos en Jerusalén, en Judea y Samaría, y hasta los confines del mundo. Vosotros sois ahora mis testigos en esa parte de los confines del mundo que es Málaga, que es tu calle, que es tu familia, que es tu mundillo cercano…
4. ¿Cómo concretar yo hoy esta gran alegría que me brota siendo del Señor? Y ¿cómo concretar esta gran responsabilidad que Él me pide?
a) Soy discípulo del Señor y portavoz de su mensaje y de su persona en los ámbitos diversos donde hago mi vida, testigo suyo:
En mi familia … En el trabajo/estudios … En el barrio … En la parroquia.
b) Soy discípulo del Señor y portavoz de su mensaje y de su persona:
Viviendo desde Dios… Atento a todo lo que Él vivió y enseñó… Enraizado fuertemente en Él… Testigo que escucha: oración, Eucaristía, evangelio… Testigo de Él, que es “misericordia de Dios” en el mundo…
c) Soy discípulo del Señor y portavoz de su mensaje y de su persona:
En búsqueda siempre, búsqueda sincera… En seguimiento constante…
Tomando decisiones de entrega: ¿Qué puedo hacer por los demás?
Con reflexión, sí. Con oración, sí. Y ¡con todo el corazón, con los ojos del
corazón! Y seguros todos siempre de que el Señor camina con nosotros.
Su fuerza no nos va a faltar nunca… nos acompaña y nos guía siempre.
Y caminando en apertura al Espíritu, el Espíritu Santo que el Padre nos envía, cuya venida vamos a preparar intensamente en esta semana y celebraremos el próximo domingo, domingo de Pentecostés.
Y caminando con la cercanía de la Madre, de la mano de la Madre, María: Santa María de la Amargura, llévanos a tu Hijo. Santa María de la Amargura, ábrenos de par en par al Espíritu de Dios.
D. Antonio Aguilera