CUARESMA ES SUBIR A JERUSALÉN
Queridos hermanos de la Cofradía:
Cada Cuaresma es diferente. Y este año lo es aún más. Estamos en plena pandemia a causa de la Covid’19. Nuestro modo de vivir este tiempo viene marcado por un contexto de sufrimiento que nunca habíamos imaginado. Bien podríamos decir aquello de Jesús cuando anuncia a los apóstoles su propio destino: «Estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado…» (Mt 20,18-19). Jesús en estos versículos anuncia por tercera vez su desenlace final, y asume subir a Jerusalén para la pasión y muerte en un contexto de dolor y sufrimiento. Quizás esta sea la invitación más importante que el Señor nos haga a cada uno de nosotros y a todos los cofrades en esta Cuaresma: ¡Subir con él a Jerusalén! Y así acompañarlo y remediar, en la medida de lo posible, su dolor.
Incluso en estas circunstancias, tenemos la oportunidad de prepararnos más hondamente para celebrar el Misterio pascual del Señor. Este tiempo de preparación es de especial importancia para los cristianos y para los cofrades, que nos disponemos a vivir con intensidad los días grandes de la Semana Santa. ¡Sí, de la Semana Santa! Porque aunque no podamos hacer nuestra Estación de Penitencia por las calles de Málaga, este año 2021 habrá Semana Santa. Aprovechemos pues para ser creativos y diligentes, de manera que podamos intensificar nuestra acción cultual y caritativa en esta Cuaresma. Aprovechemos esta ocasión para reinventar nuevos modos de acercar los Sagrados Titulares a los hermanos, fieles y devotos. Aprovechemos esta ocasión, finalmente, para fortalecer más los vínculos fraternos entre nosotros, y ser signo de una verdadera hermandad.
Con estas letras deseo, además, invitaros a que no dejemos de pasar este tiempo que la Iglesia nos ofrece para vivir la conversión, para rezar más, para hacer más penitencia, para ser más caritativos y para comprometernos más en estar cerca de los enfermos y de sus familias. Y aunque nos veamos privados de una salida externa procesional, aprovechemos para hacer un itinerario interior, hondo, silencioso, de ofrecimiento y oración; en definitiva, de penitencia junto a nuestros Sagrados Titulares. Es un modo muy distinto pero quizás más válido de vivir el tiempo de Cuaresma y los días grandes de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Dos son los niveles que nos exige una auténtico culto penitencial y caritativo, es decir, este itinerario interior que hemos de realizar: la conversión personal y la conversión comunitaria.
– La conversión personal. Yo necesito convertirme. La conversión personal reclama de nosotros el deseo de no vivir en la mediocridad, de saber que Dios con su fuerza y su gracia puede transformar mi vida de creyente y de cofrade, y hacerme mejor cristiano, también en este tiempo difícil. Por esta razón necesito poner unos medios concretos que me ayuden al encuentro con el Señor. De ahí que os invite encarecidamente a participar en los cultos de la Cofradía, a rezar cada día con la Palabra de Dios, a celebrar la Eucaristía y el sacramento de la Confesión. Y os invito de igual modo a que pasemos cada día que podamos por la Ermita a visitar a nuestros Titulares, a rezar, a pararnos bajo sus miradas o sencillamente a hacer una ofrenda encendiéndoles una vela.
La Cuaresma es un encuentro con Jesús. Si no hay este encuentro, no habrá Pascua de Resurrección. Solo si se da este encuentro estamos disponiendo nuestra vida a la conversión. Cada uno que revise y examine en qué cosas concretas debe convertirse. Hoy, más que nunca, es necesario fortalecer nuestra fe y purificar la religiosidad popular. Ambas nos ayudarán a combatir los avatares de nuestra sociedad, y de la gran crisis que ya tenemos encima.
– La conversión comunitaria. A la que todos estamos llamados. La conversión si es auténtica debe ser expresada en signos concretos de amor con nuestros hermanos. La caridad es la mayor de las virtudes y activa la fe y la esperanza para que salgamos de nosotros mismos y vayamos a los otros. En esta perspectiva de vivir la Cuaresma como un ejercicio teologal centrada en las virtudes de la fe, esperanza y caridad, ha insistido el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de este año. Os invito a que lo leáis.
Necesitamos activar la conversión a los hermanos, a los pobres, a los que sufren, para anunciar con alegría que Dios nos ama a las puertas de esta gran crisis social y económica que nos está conmoviendo a todos. Seamos signo de fe, esperanza y caridad. La caridad expresada en gestos de amor concretos, visibles, cercanos y gratuitos. Doy gracias a Dios por tantos gestos de caridad que he visto desde que empezó la pandemia entre los hermanos de la Cofradía.
Ntro. Padre Jesús del Santo Suplicio y el Stmo. Cristo de los Milagros nos esperan para hacer este itinerario interior y este culto auténtico. María Stma. de la Amargura nos acompaña en silencio. La Madre y el Hijo nos esperan en la Ermita cada día, en un calvario que bien recuerda a aquel otro de Jerusalén.
Os saludo con afecto.
Salvador Gil Canto
Director Espiritual