Himno de Vísperas II
“De una Virgen hermosa celos tiene el sol / porque vio en sus brazos otro Sol mayor” Así canta el himno de Vísperas II de esta fiesta de la Presentación del Señor. Dos grandes “personajes” encontramos en el himno: el Sol, con mayúscula, y esa Virgen hermosa.
Y es que hace 40 días que hemos celebrado el nacimiento: aquel Sol, nacido de aquella Virgen, Jesúsnacido de María. Y hoy celebramos la presentación de Jesús en el templo: ese Sol presentado por manos de esa Virgen.
La ley judía exigía dos cosas tras el parto de un niño: ir al templo para purificarse la madre (Lv 12,1-8) y presentar-ofrecer el hijo a Dios (Ex 13,2.11-12). Según el libro del Éxodo, los primogénitos debían ser ofrecidos a Dios como señal y recuerdo de liberación, como “señal y recuerdo de que el Señor te sacó de Egipto”. En este ambiente de una familia judía, respetuosa con su ley, se desenvuelve la fiesta de hoy: de manos de esa Virgen hermosa –y San José a su vera- el niño es presentado y ofrecido a Dios en el templo.
A la entrada, un encuentro
María y José van a ofrecer al niño, van entrando al templo para cumplir lo previsto.
El Espíritu de Dios ha impulsado a dos ancianos: dos personas de peso y sensatez, dos personas muy dignas de respeto –así se entendía al anciano en aquella cultura–, dos personas de profunda fe: Simeón y Ana.
Simeón
- “Hombre honrado, piadoso, lleno del Espíritu Santo, que aguardaba el consuelo de Israel”. Es decir, hombre que vive el presente mirando al futuro. Muy frecuentemente el anciano añora el pasado; aquí este anciano, hombre de Dios, mira al futuro. = Importante mirar siempre al futuro.
- ¿Y este hombre qué ve? “Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo”.
-Efectivamente, ve la luz de las naciones: ve a Cristo, luz que ilumina. Y la intuición popular lo expresa con fiesta de luz y de fuego: Candelaria.
-Y ve al que es lo más grande, la gloria del pueblo, al que es el esperado y el deseado.
Y ese hombre honrado y lleno del Espíritu Santo, ese hombre de Dios, Simeón, ese hombre que mira al futuro, sabe que el camino será difícil y lo anuncia: ese niño será bandera discutida, y a su madre una espada le traspasará el alma.
= Evidente, el camino de luz no es nada fácil, pero ese camino de luz es el camino de salvación, ese camino de luz es el camino que ilumina a los pueblos. Camino de luz sería Jesús, pero sí, camino complicado.
Ana
- Y el Espíritu Santo ha impulsado también a Ana, una profetisa, de 84 años; de joven, vivió 7 años casada; luego ya, viuda… ¡toda una vida!
- Mujer anciana, viuda, que vive con ayunos y oraciones: No se ha “jubilado” ante Dios. Ante Dios, siempre; para Dios, siempre.
- Y vivía en contacto con los que aguardaban la liberación = como Simeón, también de cara al futuro. Y daba gracias = actitud esencial de la persona creyente. Y hablaba del niño a todos = ha esperado y deseado toda su vida al Salvador, ahora se ha encontrado con él, lo ha conocido y lo proclama a todos; maravillándose del niño, habla a todos de él…
¿Y María y José?
- En lo que Dios pide, presentando y ofreciendo al hijo, presentando y ofreciendo lo que más querían. Y escuchando admirados… Colaborando.
- Padres modelo: -nuestro hijo, del Señor, para el Señor.
-nuestro hijo, de la gente, y para la gente: luz de las
naciones.
¿Y nosotros?
- Hemos visto en la escena dos ancianos modelo, unos padres modelo, y el hijo ofrecido a Dios… ¿Y nosotros?
- Nosotros somos parte de ese mismo Cristo: presentado Él, nosotros estamos presentados con Él al Padre Dios… Hemos de ser luz, luminaria, fuego, calor… Cargados siempre de humanidad y generosidad.
- Hermanas y hermanos nuestros, mujeres y hombres como nosotros, han ofrecido su vida por completo a Dios, para que sea totalmente de Dios y al servicio de los hermanos: hoy es el Día de la Vida Consagrada.
- Muchas religiosas y religiosos, consagrados… Están viviendo y quieren vivir la entrega a Dios y el servicio a la gente:
- Agradecemos su vida y rezamos por ellas y por ellos.
- Y pedimos a Dios las vocaciones consagradas que necesitan.
- Y nos planteamos también todos nosotros hoy cómo estamos consagrando nuestra vida al Señor:
- ¿Cómo me presento yo hoy ante el Señor?
- ¿Qué le doy a Dios cada día?
- ¿Qué entrega tengo para con los hijos de Dios, mis hermanos? En mi familia, a través de mi profesión, en mi servicio a los ancianos (Simeón y Ana)…
- Y nuestra consagración a Dios, de las manos de María, que llevó a su hijo.
Antonio Aguilera