Queridos hermanos: celebramos el Domingo, el Domingo V del tiempo ordinario, el Día del Señor; y nos habla hoy el Señor en su palabra, la Palabra de Dios, con tres lecturas muy sencillas, muy fáciles de entender, muy bonitas y muy orientadoras: Mateo, en su evangelio, Pablo a los corintios y el profeta Isaías. Y la Palabra de Dios tiene una calidad especial: es de Dios.
Contemplamos atentamente, en primer lugar, el Evangelio:
1. Evangelio
- El Evangelio nos habla de ser sal de la tierra y luz del mundo. Y que, de esta forma, nuestra luz alumbre a los hombres y den gloria al Padre Dios. ¡Qué dos metáforas tan fáciles y tan sencillas utiliza el Maestro para que todos los discípulos lo entendamos bien!
- Ser sal de la tierra. La sal cumple dos funciones básicas:
-Es condimento que sazona y da sabor a las comidas… Cuando
falta la sal, la comida tiene poco gusto, como que no “sabe”.
Y realiza su función siendo una pizca de sal, normalmente muy
poca; y disolviéndose: nadie la ve.
-Y la sal, además, preserva de la corrupción. Salamos los alimentos
que necesitamos usar más adelante, para que no se corrompan.
= ¿Verdad que nosotros, todos nosotros, sencillamente con ser una pizca de sal y sabiéndonos disolver humildemente, podemos llevar a cabo la excelente misión a la que nos llama el Maestro: dar buen sabor a la vida y evitar todo tipo de corrupción?
- Ser luz del mundo:
-En la Biblia, y en muchas culturas, la luz se asocia siempre a lo
bueno, a lo que Dios y los hombres ven con gozo.
Y la oscuridad, las tinieblas, se asocian a lo malo.
-Y el Evangelio nos dice que somos una luz que ha de estar sobre el
candelero para que alumbre a todos los de casa.
No luz para que nos miren a nosotros, sino para que, viendo en
nosotros buenas obras, den gloria al Padre del Cielo.
= ¿Verdad que, acogiendo nosotros la luz de Dios, podemos ser luz para
otras personas?
El Maestro, el Señor, en el Evangelio, nos llama hoy a vivir en la luz, a
ser luz y a iluminar nuestro ambiente.
- Como vemos, ¡qué dos metáforas tan fáciles de entender y tan agradables de vivir nos propone hoy la Palabra de Dios! Ser sal y ser luz.
Y seguro que todos nosotros deseamos vivirlas… ¡Vamos a ello!
2. Vivirlas, ¿con qué estilo?
- Nunca con un estilo vanidoso ni con las sabidurías de este mundo…
- Pablo (2ª lectura) nos dice cómo lo hacía él, y él es un buen modelo:
-Con su debilidad y sus miedos: débil y temeroso, dice.
-Pero muy bien enraizado: en Jesucristo, y éste crucificado;
y en el poder del Espíritu.
-Una fe que se apoya en esos cimientos –la cruz de Cristo y la
fuerza del Espíritu- es una fe recia. Es la fe que queremos vivir
cada uno de nosotros, ¿verdad?
3. Un estar muy bien cimentados en Dios y un querer ser sal de la tierra y luz del mundo que nos lleva a una vida de servicio a todos.
A ello nos llama el profeta Isaías:
– Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo… Y no te cierres a tu propia carne, a lo que te pida tu cuerpo…
– ¡En ello estamos, con nuestras flaquezas pero por ahí vamos! ¡Seguro que sí! ¡Con la fuerza del Cielo, continuemos siempre en ello!
4. Y cuando caminamos así, ¿qué ocurre?
Ocurren, al menos, tres cosas muy sencillas y muy grandes:
- Primera: que nosotros estamos viviendo guiados por el que es la Luz, por el Señor, que decía Yo soy la luz del mundo.
¿Qué más queremos que hacer la ruta de la vida con la luz de Dios?
- Segunda: que nosotros somos de esta forma sal y luz para los demás.
¿Qué más satisfacción, qué más bienaventuranza puedo desear para mi existencia que ser sal y luz para otras personas, para mi familia, para mis compañeros de trabajo, para los amigos, entre los vecinos…?
- Y tercera: que, dice el profeta Isaías:
-Romperá tu luz como la aurora…
-Clamarás al Señor y te responderá… Te dirá “aquí estoy”.
Y si Dios está contigo, ¿qué o quién pueden pararte?
= Santísima Virgen, Madre del Señor, ayúdanos a ser sal de la tierra y luz del
mundo… un poquito parecidos a como tu Hijo Jesús lo fue.
Antonio Aguilera