1. “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”
Así empieza el evangelio que acabamos de escuchar. Jesús ha comen-zado su acción evangelizadora en Galilea, su tierra; probablemente en el pueblo de Cafarnaúm. Camina por aquellos contornos, entra en las pequeñas aldeas, se interesa por la vida de sus vecinos, participa junto a ellos en la oración en las sinagogas y les anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios.
En ese recorrido un día se acerca a Nazaret, su pueblo natal y, como de costumbre, el sábado entra en la sinagoga, nos decía el evangelio del domingo pasado. Allí le piden que sea él quien proclame la lectura sagrada. Jesús acepta y lee un texto del profeta Isaías. En ese texto el profeta describe cuál será la misión del Mesías: anunciará una buena noticia de salvación para todos e irá dirigida preferentemente a los más necesitados. Recordamos: El Señor me ha ungido, me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, la liberación a los oprimidos… a proclamar el año de gracia. Y acabó Jesús añadiendo: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.
Jesús se ha presentado en su pueblo, en la sinagoga de Nazaret, con la imagen de profeta ungido por Dios, de profeta que anuncia, con su llegada, un tiempo nuevo. Jesús se ha presentado diciendo que en él se cumple esa profecía sagrada.
2. Necesitamos una profecía con amor
Esa profecía, ese programa, esa tarea formidable de Jesucristo, y de sus seguidores, ¿qué conlleva?
Pablo, en la segunda lectura que hemos oído (1Cor 13,4-13), lo deja muy claro: conlleva que triunfe el amor por encima de todo. El plan de Jesús, su programa, es que triunfe el amor por todas partes.
Y Pablo nos lo dice con el precioso canto al amor de su 1ª Carta a los Corintios (13,4-13): El amor es paciente, el amor es afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es maleducado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.
¡Que triunfe el amor! Es la gran llamada. Es la gran vocación a la que todos nosotros hemos sido convocados, a la que somos convocados.
¿Cuándo? En el Hoy de Dios, que es el mismo Jesucristo. Y en el continuo Hoy de Dios, que para nosotros es el hoy que pone en nuestras manos cada día. El hoy que Dios, en su gran misericordia, te ha regalado esta mañana, el hoy con el que comienzas la semana, el hoy gran regalo que tú quieres llenar de buenas obras. Un hoy de Dios que ha de concretarse en:
- Sentir, gozar y disfrutar el amor, la misericordia, que Dios nos tiene. Sabernos amados por el Padre del cielo. Es lo fundamental y es la raíz.
- Desarrollar nosotros ese amor entre todos los hermanos, amándolos de verdad situándonos en el hoy de su vida. Un hoy crudo y cruel, un hoy con situaciones dolorosas económica y socialmente para muchos; un hoy en el que tenemos situación de covid en muchas de nuestras familias; un hoy en el que políticamente estamos muy preocupados con la situación de Ucrania … ¡Quién no lo está!
3. Nosotros, mujeres y hombres profetas de Dios en el amor de Dios, hoy
Y para que esta vivencia de amor se dé en nosotros, Dios suscita personas. La primera lectura nos habla del profeta Jeremías, de la vocación del profeta Jeremías.
Dios quiere que ese hoy suyo de salvación se haga realidad, que ese hoy suyo de salvación lo vivamos en un progresivo desarrollo de amor. Y para ello llamó a Jeremías en su momento, y para ello nos llama hoy a cada uno de nosotros. Es la vocación, es la llamada que Dios nos hace:
- Llamados todos nosotros desde siempre: Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. ¡Gracias, Señor, por tu llamada!
- Llamados todos nosotros hoy a construir paz: que nuestra plegaria en estos días sea insistente para que los dirigentes políticos de nuestro mundo busquen y encuentren la paz que hoy está en peligro.
- Llamados todos nosotros hoy por la necesidad urgente, imperiosa y muy importante de sanear la sociedad en la que vivimos; sanear, al menos nuestro ambiente cercano, viviendo con honradez…
El amor de Dios hoy nos está llamando a llevar una vida sensata y honrada. Así seremos los profetas que nuestro mundo hoy necesita: mujeres y hombres con palabras y obras de paz, con palabras y obras de honradez. ¡Es el mejor camino! Y es nuestra responsabilidad. ¡Que estemos en ello!
4. ¿Dónde encontramos la fuerza?
La fuerza está en Dios. Y, desde Dios, en unos principios sensatos y honrados que, ¡seguro!, queremos vivir, y que hemos de vivir.
Y es posible vivirlos con el alimento del altar, con el alimento del Evangelio, con el alimento de la oración, con el alimento de la familia cristiana, con el alimento de cada grupo y de la comunidad.
Antonio Aguilera