
Celebramos este domingo la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma. La importancia histórica de este templo radica en que es la sede de la cátedra del Papa, del Obispo de Roma. Fue la primera basílica cristiana en Roma, erigida en el año 320. Por ser la sede del Papa, esta basílica es considerada como la madre de todas las iglesias.
Pues reflexionamos un poco sobre qué significa el templo en nuestra andadura de fe de siempre y de hoy, concretamente.
El templo en las religiones
Al imaginarnos un templo –sea templo cristiano o no- todos tenemos una sensación de respeto, de cierto misterio, de encuentro con la divinidad, de replanteamiento de nuestra vida.
En nuestro caso, cristianos católicos, en todo templo veneramos las advocaciones más queridas de Jesús y de María, unas veces pintadas o esculpidas por manos expertas, y así tenemos en muchos lugares excelentes obras de arte; otras veces, de forma más sencilla, con menos relevancia artística, pero siempre sintiendo, a través de ellas, cariño y calor para caminar por la vida con esperanza, paz y entrega.
El templo de Jerusalén
En nuestras raíces, en nuestra cuna, podemos mirar al templo de Jerusalén, templo al que Jesús fue llevado y allí presentado a los pocos días de nacer; y al que luego, a lo largo de sus años tantas veces iría, como buen judío que era.
Para todo buen judío subir al templo de Jerusalén era algo grandioso, qué bien lo expresa el salmo 122 (121): Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor; ya están pisando nuestros pies tun umbrales, Jerusalén…! Subir a la ciudad santa, y en ella al templo, era algo que acrecentaba la fe de cada judío: era dar culto al Dios verdadero y sentir su protección y ayuda.
Y, según la profecía de Ezequiel, en su visión de futuro (cap 47), como hemos escuchado del templo no solo se beneficiaban los peregrinos, sino que de él brotaban aguas limpias, puras y purificadoras capaces de sanear el mar Muerto y las aguas putrefactas, y capaces de hacer crecer en las riberas de los torrentes toda clase de árboles de excelentes frutos y de hojas medicinales.
El templo Jesús
Pues a ese templo vemos, según el evangelio de hoy, que un día entró Jesús y lo encontró prostituido, adulterado: vendedores de bueyes, ovejas y palomas y cambistas haciendo sus negocios… Y Jesús, con un látigo, expulsó a todos los mercaderes…
Aquel templo no era ya ámbito de salvación… Y, en su diálogo con quienes le preguntaron por qué hacía eso, dijo que el templo ahora era él mismo: Jesús, templo de salvación. Jesús es nuestro verdadero templo de salvación.
Nosotros templo de Dios
Pero resulta que en Jesús, en Jesucristo, nosotros estamos injertados; formamos parte de su cuerpo, el cuerpo místico: ese cuerpo en el que Cristo (nos dice san Pablo, 2ª lectura) es el cimiento del edificio, y nosotros piedras de esa construcción: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Tú y yo, cada uno de nosotros, templo de Dios, tú y yo habitados por el Espíritu de Dios. Pues de inmediato se nos vienen a la mente dos cosas:
- Agradecimiento: ¡qué gran valor me da el Señor teniéndome injertado en él y siendo yo así templo suyo!
- Y dos preguntas:
- ¿Quien se acerca a mí recibe salvación y experimenta encuentro con Dios?
- ¿Brotan de mí, de mi vida, aguas limpias que sanean el entorno y producen buenos frutos?
Hoy, Día de la Iglesia Diocesana
Y templo así, templo salvífico ha de ser y queremos ser nuestra iglesia diocesana, cuyo día celebramos hoy: hoy, Día de la Iglesia Diocesana; con el lema: Testimonio de santidad en nuestro tiempo.
En nuestro tiempo, en nuestro ahora, todos los católicos de Málaga estamos llamados a vivir siendo santos en el entorno que nos toca, porque nos sabemos templo de Dios y porque queremos que de nosotros broten aguas de salvación para todos los demás.
¿Y cómo vivir esto? Nuestro obispo nos dice hoy:
- Doliéndonos los errores que cometemos y corrigiéndolos con firmeza,
- Reconociendo con alegría y gratitud que nuestra iglesia diocesana de Málaga es una gran familia.
- Y con el corazón agradecido por la entrega de los laicos, religiosos y sacerdotes.
¡Gracias, Señor, por tantas personas en nuestra diócesis –catequistas, voluntarios de Cáritas, de Manos Unidos, de Pastoral de la Salud, de ayuda en las actividades de todas las parroquias, de religiosas, de sacerdotes, …- que viven al servicio del Evangelio, siendo templos vivos de Dios!
Antonio Aguilera









