1. Instrumento de tortura
Si alguien, desconocedor de nuestra religión y nuestra fe cristiana, entrara ahora por la puerta, nos viera en una celebración gozosa y preguntara: ¿Qué están ustedes celebrando? Y se le dijera: La exaltación de la Cruz. Con bastante probabilidad podría pensar para sí: ¡Aquí están locos! ¡Celebrar y exaltar un instrumento de tortura: la cruz! … Como la guillotina, el garrote vil, la silla eléctrica…¡Locos!
Bueno, así, en un primer golpe de vista, ¡seguro! Es verdad, estaríamos locos: la cruz es en el siglo I instrumento de tortura, para ajusticiar a los malhechores, como otros instrumentos en otros siglos (guillotina, garrote vil, silla eléctrica). Y nadie, si está bien de la cabeza, exalta un instrumento de tortura.
Pero, evidentemente lo nuestro es un asunto distinto: no exaltamos ni adoramos la cruz por sí misma, ni exaltamos el sufrimiento ni el dolor en sí mismos. En el Via Crucis decimos Te adoramos, Cristo, y te bendecimos: porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Es decir, los cristianos no adoramos la cruz, adoramos a Uno que murió crucificado y con su entrega de vida redimió al mundo.
Adoramos a Uno que es para nosotros Hijo de Dios y hermano nuestro. Y este Hijo de Dios y hermano nuestro ha entregado su vida tan completamente por cada uno de nosotros que lo ha dado todo, todo, hasta la última gota de sangre en la cruz, en el martirio, por la salvación de todos nosotros.
2. Así es Dios
Cristo salva entregándose por completo. Así es Dios: el que se entrega, el que se da. El himno de la carta a los Filipenses (2,6-11), la segunda lectura, nos canta muy bien (es un himno) la forma de ser Dios que tiene Jesucristo: siendo Dios, se despojó de todo, se hizo uno de tantos, todos conocemos cómo vivió y actuó (nos lo narran los Evangelios), y al final se entregó hasta la muerte, y muerte de cruz… y del sepulcro el Padre lo levantó y quedó constituido Señor de cielo y tierra.
Aquí hay una curva muy especial, la curva que vive Jesucristo: es Dios… se abaja hasta la muerte y muerte de cruz… y por ello es constituido Señor.
Esta curva me lleva a mí a decirme: Jesucristo es Dios, y ésta es su manera de ser Dios… Yo soy cura, ¿cuál es mi manera de ser cura?… Y cada uno podemos preguntarnos “yo soy esposo, esposa, padre, madre, hijo, hija… ¿cuál es mi manera de ser eso que soy?”.
3. Razón para actuar así
- – ¿Y por qué va el mismo Jesucristo a la cruz?
- – Por amor al hombre, por amor personal a ti y a mí, a cada uno de nosotros, por abrirnos el camino a la vida plena y conducirnos por él: Dios mandó a su hijo al mundo para que el mundo se salve… Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Dice el Evangelio: Jn 3,13ss
4. El Crucificado se identifica
El Crucificado del Calvario en Jerusalén se identifica especialmente con todos los crucificados de nuestro mundo: tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, enfermo… Mt 25. Pongámosle el rostro que tienen hoy los crucificados…
Esta identificación que el mismo Cristo hace, por la grandeza de la cruz, Cruz Salvadora por el Crucificado que está en ella, pienso que ha de llevarnos, al menos, a tres cosas:
- – Abrazar mi cruz, la que tengo –todos tenemos alguna- y unirme así a la cruz de Cristo. Ahí, unidos a la cruz de él, hay salvación, hay redención.
- – Acercarme a mis hermanos que tienen cruz y ayudarles a llevar la suya, o, cuando es posible, hacer lo mismo que habríamos querido hacer con Jesús: quitársela.
- – Denunciar con mi vida y mis palabras a quienes ponen cruces a los más débiles, denunciar así: a quienes asesinan cruelmente en el terrorismo, a quienes impiden la posibilidad de vivir dignamente y con su trabajo a tantas familias, a quienes expolian a pueblos enteros, a quienes trafican con armamento, a quienes promueven las guerras que sabemos hoy…
== Abrazar mi cruz, que es camino de salvación.
Ayudar a mis hermanos a llevar su cruz.
Denunciar a quienes crucifican, de una manera u otra, a seres humanos.
Y así, alabar la Santa Cruz, donde el Crucificado es el Señor.
5. Conclusión
Y toda esa grandeza de cruz, entrega, redención… está acompañada por María: ¿Quién estaba allí, junto a la Cruz? María, la Sma. Virgen María, que mañana la celebraremos bajo la advocación de Virgen de los Dolores.
Y toda esa grandeza de Cruz Salvadora, de entrega, de redención… la vivimos ahora en el altar: Cristo, una vez más, se entrega a cada uno de nosotros diciéndonos: Con este alimento, entrégate tú a los demás. Entrégate tú, tal como María, modelo de mujer y de discípula supo entregarse.
Ponemos ahora en el altar de Dios nuestras cruces: que junto a su cruz sean vía de salvación y de entrega a los hermanos.
Antonio Aguilera