Que la vida es corta, cual un breve suspiro, es una realidad patente. De ahí la importancia que tiene el que, como criaturas de Dios que somos, caminemos por este mundo buscando llegar sin mancha de maldad alguna a la eternidad, donde nos encontraremos con la misericordia de quien nos ama más que nosotros mismos nos amamos.
Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que