1. Cuando la palabra era de honor
Hace años –lo recuerdo de cuando era niño- había dos expresiones muy significativas, dos expresiones que llevaban en sí mismas mucho contenido. Así
- Cuando dos hombres terminaban un trato –se vendía o se compraba un mulo, una cabra, unas tierras, unos sacos de trigo o cebada, una casa- acababan dándose fuertemente la mano y diciendo: ¡Trato hecho! Y aquello era inamovible, se cumplía a rajatabla. La palabra tenía valor.
- O cuando alguien, ante una pregunta sobre lo que había dicho, repetía lo que había expresado y lo remataba con Palabra de honor… Aquello era así, indiscutiblemente era cierto. La palabra tenía honor.
Era el valor de la palabra dada, el valor de lo prometido: la palabra dada o la promesa hecha se comprometían para siempre.
2. La parábola del Evangelio (Mt 21,28-32)
El evangelio de hoy de nuevo nos ofrece una parábola, es un relato de Mateo para una comunidad de cristianos provenientes del judaísmo –antiguo Pueblo de Dios- y comunidad a donde van llegando nuevos miembros provenientes de la gentilidad, de la gente no judía.
La vocación de Israel, pueblo judío, pueblo elegido de Dios, era responder a Dios que sí, con sus palabras y sus obras.
Pero ¡tantas veces dijo a Dios “Sí, Padre, voy a la viña”, y luego no fue!
Los venidos de la gentilidad, en principio decían a Dios que no: no lo conocían, no habían sabido de él…
Pero una vez conocido Dios en su Hijo Jesucristo, en sus obras y palabras, muchos fueron a la viña del Padre que los llamaba también a ellos.
La palabra nuestra ha de ir acompañada de las obras coherentes. Cuando he dicho a Dios, que me ha elegido, “Voy, Señor”, he de ir a estar con él, a vivir con él, a vivir desde él, a trabajar en su viña según él quiere.
3. Trabajar en la viña del Señor, ¿cómo? (Flp 2,1-11)
Con los mismos sentimientos de Cristo.
¡Qué bien nos lo explica la 2ª lectura, Pablo a los filipenses!… (releerla).
Evidentemente, con los mismos sentimientos de Cristo, con los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús… Concordes con un mismo amor y un mismo sentir… desde la humildad… considerando siempre superiores a los demás… (Animar a que, cuando podamos, meditemos mucho Flp 2,1-11).
Según este himno que Pablo recoge en la carta a los filipenses en la vida de Cristo -que es Dios, que se hace hombre y que, finalmente, es constituido Señor del universo- se dan estas etapas:
- Es Dios, la preexistencia divina: siendo de condición divina. Es Dios.
- La humillación de la Encarnación: siendo Dios, se hace hombre.
- La humillación ulterior de la muerte: muerte de cruz, la muerte de los malhechores. Murió ajusticiado, como un malhechor, en el peor suplicio.
- La glorificación celestial: Dios lo exaltó sobre todo nombre.
- La adoración del universo: ante Él toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra.
- El título de Señor del universo: toda lengua confiese que Jesucristo es Señor.
¡Qué forma más estupenda de vivir y de trabajar! De ser Dios…
4. Que así sea la forma de ser, de vivir y de trabajar en la viña del Señor
Pidamos al Señor que ésta sea la forma
- De ser y vivir cada uno de los que aquí estamos: somos cada uno de nosotros llamados a la viña del Señor, hemos sido elegidos por el Señor: sepamos vivir como Él: en la humildad, en el abajamiento, en hacernos uno de tantos, en hacernos todo para todos, en ponernos a los pies de…
No es más grande quien se engola y se sube, quien se cree importante, quien se pavonea ante los demás. Es más grande quien sirve, quien cura las heridas de los demás, quien lava los pies de sus hermanos…
Y esto, muchas veces, entregando la vida, viviendo la cruz de cada día.
Siendo Dios, se abajó hasta la muerte, y muerte de cruz.
- De ser y de vivir en nuestra diócesis en el curso que iniciamos.
Que cada servicio de nuestras parroquias (liturgia, caridad, formación, enfermos, acogida, mayores, consejo parroquial, administración, convi-vencias, etc. etc., surcadas este curso por la pandemia del covid19) sea un morir a mí para que mi hermano crezca. Como aquello de Juan el Bautista: que él crezca y yo disminuya (Jn 3,30). El grano de trigo que cae en la tierra y muere, ése es el que da fruto; el grano de trigo que no muere en la siembra, en el surco, no sirve para nada… ¡se lo comen los pájaros!
5. ¡Sí, hermanos, vamos a la viña del Señor que nos llama!
El Señor nos ha elegido, nos ha llamado, nos ha dado sitio en su viña, en nuestra comunidad diocesana y parroquial…
- Se lo agradecemos. ¡Vamos a disfrutarlo! ¡Y vamos a trabajar en su viña!
- Poniendo ahora nuestro agradecimiento en el altar y diciéndole: Señor, necesito tu pan, la Eucaristía, para caminar como tú quieres de mí.
Antonio Aguilera