En un camino cuaresmal
El miércoles pasado, miércoles de ceniza, se nos hizo caer en la cuenta de que a veces nos obsesionamos por el prestigio personal, por el tener, por el poder… (por el poder, vemos muy claramente estos días que en Ucrania un tirano masacra, sin conciencia humana ninguna y con total crueldad, a gentes y ciudades)… Y todo eso, muy poco o ningún valor tiene: pronto seré, seremos cenizas. Y se nos decía con dos posibles fórmulas: Polvo eres y en polvo te has de convertir, o bien, Conviértete y cree en el evangelio.
Se nos hizo una llamada a la conversión: -personal y comunitaria…
-a Dios de todo corazón (Joel).
Razón: –Porque Dios es misericordioso…
-Porque es tiempo de gracia, tiempo favorable (2ª lec, 2Cor) .
Llamada a la conversión que nos concretaba el evangelio (Mt 6,1ss):
-En un talante: en silencio… calladamente… en lo secreto…
-Y con unos medios: limosna, oración, ayuno.
Por ahí hemos comenzado a andar, a hacer camino, camino cuaresmal.
Y lo vemos -necesario y acertado,
-útil y bueno… = Lo queremos.
Es el Espíritu que nos va llevando…
Igual que a Jesús, según eva. de hoy: El Espíritu, después del Bautismo,
llevó a Jesús (Lc 4,1ss).
Jesús, bautizado en el Jordán, asumió la voluntad del Padre…
Nosotros, queriendo convertirnos, queriendo actualizar nuestro Bautis-mo, asumimos la llamada de Dios y ahora hacemos el camino cuaresmal.
En ambos casos –Jesús y nosotros- vamos animados y llevados por el mismo Espíritu, por el Espíritu de Dios.
Pero lo llevó por el “desierto”… Y mientras, “era tentado por el diablo”
En nuestra andadura hemos querido entrar, hemos entrado, en el camino de Dios, a veces –quizás muchas veces- “desierto”.
Y en ese camino, con ser grande y plenificante, también encontramos tentaciones, llamadas a desviarnos, llamadas a dejarlo, al abandono…
A Jesús le ocurrió:
1) Jesús sintió una 1ª tentación: utilizar su poder de Mesías para ser alimentado con los manjares de este mundo, con los panes de este mundo… Ser Mesías que se quede en saciar necesidades primeras
Jesús sabía que los panes de este mundo no sacian de verdad… La palabra que sacia de verdad, por completo, es la confianza total en Dios, esa “palabra que tienes en tus labios cada día y en tu corazón (2ª lec, Rm).
El corazón plenamente en Dios, Él es quien llena por completo.
Nuestra confianza, ¿dónde está?
-¿En los panes de este mundo: bienestar, comodidades, yo…yo…?
-¿O en ser de Dios y alimentarnos de Dios: Palabra, Euca, Hermanos?
2) Llegó luego la 2ª tentación: te daré… lo tendrás todo… Todos los reinos del mundo los tendrás si postrándote me adoras, si te arrodillas ante mí…
La tentación del tener, aunque haya que arrastrarse ante los poderes y arrodillarnos ante ellos, adorándolos…
Tú y yo, nosotros, ¿adoramos a alguien ¿adoramos a algo? ¿Ante quién o ante qué nos arrodillamos? La tentación llega… ¡Arrodillémonos sólo ante Dios! Y ante los hermanos cuando hay que lavarles los pies, como el Maestro.
3) Y 3ª tentación: la gloria, la espectacularidad… Déjate de vida normalita, anodina… sé espectacular: desde el alero del templo, tírate; los ángeles te cogerán, te sostendrán… Pon a prueba a Dios…
Respuesta de Jesús: ¡No tentarás al Señor tu Dios!
Nosotros: ¿Abandonamos lo normal y honrado del trabajo callado y bien hecho, del esfuerzo constante y diario, de la familia bien vivida… y “ponemos a prueba” a Dios: que sus ángeles nos resuelvan? Puedo caer en lo “llamativo” y olvidarme de la misión real que Dios me encomienda…
Jesús superó las tentaciones… Y nosotros las superamos en Él
¿Cómo superó Jesús las tentaciones? Confiando plenamente en el Padre, adorando y arrodillándose sólo ante el Padre, siendo su Hijo.
¿Cómo la superaremos nosotros?
Igual que Jesús…y con una fe enorme en Él: “Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (2ª lec. Rm).
Antonio Aguilera