La paciencia es una virtud muy frágil. Nos cuesta a todos ponerla en práctica en muchos momentos de nuestra vida diaria. Solemos caer en la tentación de perder los nervios cuando no nos dan la razón, o cuando nos sacan los colores o cuando alguien nos adelanta en estima y valoración. Pero si hemos de ser pacientes con los demás, probablemente nos ayude a ello si practicamos la paciencia con nosotros mismos, convencidos de que con paciencia todo se alcanza.
Lo que tiene auténtico valor en la vida del creyente es lo que sale del corazón. Porque las palabras, en ocasiones son producto de las