Los santos nos han enseñado que la alegría de servir a Dios no es algo perecedero, sino que pervive para siempre. Porque las glorias y gozos del mundo pasan con gran rapidez. Como si fueran un suspiro. En cambio, vivir conforme nos enseña el Evangelio es sentirnos plenos de una dicha que no se acaba. Porque tras el gozo de disfrutarla aquí nos espera el disfrutar de ella eternamente.
Cristo, estás clavado en la cruz. Eres inocente, sí, pero aceptas entregar tu vida por cada uno de nosotros. Este madero que hoy está físicamente