¡Esto es de locos!
Todos recordamos perfectamente el evangelio del domingo pasado, ¿verdad? Era el relato de las Bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres… Bienaventurados los que ahora tenéis hambre… Bienaventurados los que ahora lloráis… Bienaventurados cuando os odien, os excluyan y os insulten…
Aquello ya nos venía grande, seguro que sí. Y creíamos que era lo más…
Pues poco después de oír aquello, los discípulos oyeron que el Maestro les pedía… un poquito más. Si nos trasladamos con nuestra mente a aquel día en Galilea es fácil imaginarnos a los discípulos diciendo al Maestro lo siguiente, más o menos:
- –Maestro, lo que dijiste de Bienaventurados ya era sorprendente, eso de las Bienaventuranzas; era mucho, grande y bonito, pero… bien difícil nos resulta; lo queremos vivir y en ello estamos, pero… nos cuesta.
Porque vivir lo de la Bienaventuranzas a todos nos cuesta bastante, todos los sabemos muy bien.
Y ese diálogo apócrifo, inventado, que acabo de decir pudo terminar diciéndole los discípulos a Jesús:
- Maestro, esto ya es demasiado, lo de hoy es ¡de locos!
¿De locos por qué? Sí, porque después de las Bienaventuranzas (domingo pasado) les dijo lo que acabamos de escuchar este domingo, este evangelio de hoy:
- –Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian,
bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian.
- –Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra;
al que te quite la capa, déjale también la túnica.
Efectivamente, tras escuchar esto, a mí me parece que, en lo callado de nuestro corazón, todos estamos diciendo: –Sí, yo me uno al coro de los discípulos,
¡esto es de locos!
La normalidad de la identidad cristiana
Ciertamente que lo que Jesús nos planteó el domingo pasado (las Bienaventuranzas) y lo que nos plantea hoy (amar a los enemigos y poner la otra mejilla) no es lo normal en nuestro mundo; no es la lógica y la normalidad de nuestros ambientes ni de nosotros mismos. Nuestra sociedad, como mucho, es del “perdono, pero no olvido”, es sociedad del individualismo y del revanchismo.
En este terreno nuestro mundo más bien anda aún en el Antiguo Testamento, en aquello que decía: Ojo por ojo y diente por diente… En el mundo judío se impuso esta conocida Ley del Talión, recogida en el libro del Éxodo 21,24. Esta ley existía en las leyes asirias, y se encuentra también en el Código de Hammurabi (código de 282 leyes, de Babilonia, en el siglo 18 a. C.), y que trataba de limitar los excesos de la venganza salvaje (cf. Gn 4,23-24). Decía así la Ley del Talión:
- Si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal (Ex 21,24).
Quedándonos ahí, en la Ley del Talión, nos quedaríamos en la ley de la normalidad humana nuestra, pero… normalidad del Antiguo Testamento. Según Jesús nos indica hoy, nos quedaríamos en unos criterios muy bajos: amar a los que os aman, hacer el bien a los amigos, prestar al que sabemos que nos pagará… ¡eso lo hace cualquiera! La identidad del discípulo de Jesús, la identidad cristiana, ha de ir a mucho más, ha de ir a lo de la Bienaventuranzas y ha de ir a lo que se nos dice hoy: Ama a tus enemigos…
Y, por supuesto, rechazando todo tipo de violencia: Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra…
Y con una regla de oro: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
Por aquí va lo que Jesús quiere, por aquí va la identidad de sus seguidores, la identidad cristiana. Por aquí va lo que hemos de vivir y mostrar cada uno de nosotros.
El ser cristianos se nota en estas cosas… Llevar una cruz en el pecho es muy fácil. Pero elegir el perdón, elegir el amor, elegir el querer a tus enemigos… eso es mucho más, y eso es más verdadero… Y eso es lo que el Maestro hizo…
¿Es esto posible para nosotros? ¿Cómo?
Lo que nos pide hoy el evangelio, cierto, es ir a contracorriente, muy a contracorriente… ¿Cómo es posible vivirlo?
Jesús nos propone como modelo al Padre:
- Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.
El Padre es misericordioso, es compasivo, Él perdona, Él colma de gracia y de ternura, dice el salmo 103 que hemos recitado.
Con nuestras fuerzas y nuestros criterios de este mundo es impensable poder vivir lo que Jesús nos plantea hoy. Con la fuerza de Jesús y dejándonos llevar por el Padre Dios, lo impensable, lo de a contracorriente, lo que no se imagina nuestro mundo, ¡es posible!
Y es posible bien alimentados
Y, desde luego, es posible si nos alimentamos con un pan especial: el alimento para ello lo vamos a recibir en unos breves momentos, tomándolo del altar y comulgando con el mismo Señor, que nos da su fuerza para comulgar con los hermanos.
La Eucaristía nos alimenta, nos capacita y nos envía.
Antonio Aguilera