Manolo, Nani, Vaishnavi y Dinesh
Testimonio de familia
Somos Vaishnavi, Dinesh, Nani y Manolo, una familia inmensamente feliz, que queremos compartir con todos vosotros la manera en que caminamos hacia el encuentro con el Niño Dios.
En nuestra familia procuramos comenzar a vivir la Navidad ya desde el Adviento. Eso implica que al tiempo que organizamos la parte más visible propia de este tiempo, como las luces o los adornos, vamos preparando nuestro corazón familiar para recibir a Jesús.
Aunque los pequeños de la casa cuando ven los turrones y los mantecados en el supermercado durante el mes de noviembre quieren empezar ya a celebrar la “navidad”, los mayores vamos orientando los pasos de la familia hacia el punto de inicio del camino, el Adviento. No es hasta el primer domingo de Adviento cuando en casa empezamos con las celebraciones –y decimos celebrar porque la dimensión celebrativa es muy importante en la vivencia cristiana-.
Cada domingo de Adviento, esperamos ansiosos el momento justo antes de la cena para encender la vela correspondiente y orar en torno a la corona de Adviento. No falta el propósito personal para la semana que comienza: portarse bien en casa con los papás, corregir con cariño a los pequeños, ser pacientes, entre otros. A la luz y al calor de las velas, se genera un momento de honda intimidad familiar y de una espiritualidad realmente viva.
Dedicamos especial atención a la imagen de la Virgen María, la mamá del Niño Jesús y madre nuestra. Siempre acompañada de su abnegado esposo San José, modelo de silencio y aceptación, y padre de Jesús. Es por ello que en el puente de la Inmaculada dedicamos nuestro tiempo a poner en casa el Belén – este año con la ayuda de la Carta Apostólica del Papa Francisco- y el árbol de Navidad. Es un momento para el protagonismo de los más pequeños, ya que colaboran con su ayuda y con su ilusión, tomando en sus manos cada una de las figuras y colocándolas en el lugar preciso, el que a ellos les parece bien.
¿Es qué existe una manera más hermosa de rezar que tener entre las manos un pastorcillo, un angelito o un cordero? Y es que contemplar el Nacimiento es un momento irrepetible, en que Dios se revela y colma de ilusión nuestro corazón.
Y es que el camino para llegar a ese contemplar el Nacimiento es vivido en nuestra familia en la cotidianeidad: en el canto de los villancicos, en vestirse de pastores para celebrar este tiempo en la parroquia, en el colegio, con los abuelos y demás familiares… y colorear los afinados dibujos de Patxi.
Pero, llegado el día grande de la Navidad, nos queda por vivir el momento más importante de este tiempo, la celebración comunitaria de la Misa del gallo, en la que recibimos con alegría el mayor Amor esperado, la Encarnación del mismo Dios.
Y, como lo concreto es lo que penetra los sentidos de un niño, ya en el calor del hogar ponemos la guinda a la celebración familiar: los pequeños colocan al Niño Jesús entre pajas –en el tantas veces contemplado Belén de casa-, signo indeleble de la humildad.