La tristeza y el abatimiento no deben entrar en los planes de quienes nos sentimos cristianos. Porque nuestra fe es la garantía de que, si somos fieles a ella, sabremos poner sonrisas en medio de los dolores que nos puedan sacudir. Dios no nos quiere mohínos, sino exultantes de gozo, aún en medio de las tribulaciones y las amarguras de este mundo. Despertémonos, cada día, dispuestos a demostrarnos a nosotros mismos que estamos contentos y felices.
Entregarnos del todo. Sin reservarnos nada para nosotros mismos. Entregarnos por completo a Dios y a los hermanos. Esto es lo que se nos pide