Quejarnos porque hay problemas en la sociedad no conduce a nada. Lamentarnos porque los que están llamados a dirigir los asuntos públicos no actúan como deberían, no mejora el funcionamiento de las instituciones. Los cristianos tenemos la obligación de trabajar por mejorar las estructuras sociales para que funcionen en beneficio de todos, especialmente de los más necesitados. Debemos comprometernos personalmente en la construcción de un mundo mejor. Sobran criticones y faltan personas decididas a cambiar lo que está mal.
¡Basta de quejas sobre lo mal que está todo! ¡Basta de añoranzas de pasados tiempos que, al parecer, fueron mejores! Compartamos la alegría de ser