Por puro egoísmo y para auto disculparse, el hombre suele echar la culpa de sus desmanes, injusticias y daños que él provoca a Dios. También los que creemos en Cristo tenemos momentos de dudas y vacilaciones y llegamos a preguntarnos por qué Dios nos manda este o aquel mal o permite esta o aquella injusticia. Cuando nos sentimos débiles en nuestra fe, somos propensos a dudar de que lo que Dios quiere es el bien de todos y que las injusticias son obras de los vicios humanos. Él nos dio el mundo para que lo hagamos habitable para todos y construyamos en él la casa donde no haya injusticias, odios, rencores, pobreza y miseria.
Hacer el bien es saludable, pero no lo es tanto si lo hacemos para que nos vean, lo reconozcan y nos estimen o nos alaben.