¡Cuánta paz encontramos cada vez que nos postramos ante Jesús, presente en el sagrario! ¡Cuánta fuerza recuperamos para seguir luego caminando por los senderos de la vida diaria! Que las prisas a las que estamos acostumbrados no nos alejen de Él, que nos espera como el mejor amigo. Para que le contemos nuestras penas, para que le hagamos partícipe de nuestras ilusiones, para que le pidamos el apoyo que necesitamos. Jesús no se va, está siempre dispuesto a escucharnos. Acercarnos al sagrario nos hará un gran bien.
Hacer el bien es saludable, pero no lo es tanto si lo hacemos para que nos vean, lo reconozcan y nos estimen o nos alaben.