No nos quieres tristes ni amargados. Tú, Señor, buscas que nuestros corazones estén siempre alegres, que seamos cristianos que sabemos vivir el gozo de nuestra fe. Porque en ti está nuestra alegría. Y sin ti, nada somos. Te has quedado entre nosotros permanentemente. Para darnos fuerzas cuando nos sentimos débiles y asustados. Para infundirnos consuelo en los momentos malos. Para que podamos ver la luz que destruye toda oscuridad y a través de la cual podemos llegar a ser mejores personas.

Foto: J. Serrano Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos Adviento II (Mateo 3, 1-12) Los medios de comunicación nos saturan





